En la sociedad dominicana, fruto de una pequeña burguesía que a veces gesta grandes patriotas y líderes populares, pero que en muchas ocasiones produce mentalidades retorcidas, afectadas de machismo, racismo y aporofobia, no es de extrañar que se publiciten textos espurios cuya única finalidad es enlodar una figura intachable y propagar odio y prejuicios. Cuando un amigo me mostró uno de esos textos transmitidos por las redes sociales cargado de odio y resentimiento contra el pueblo haitiano, y bajo la firma de Juan Bosch, no tuve que pensarlo dos veces para decirle que era una perversa infamia, igual que otra publicación en semejante tono falsamente adjudicada a Hostos.
Como la inmensa mayoría del pueblo dominicano nunca ha leído un libro completo, ni siquiera un artículo de una revista, ni -el extremo de todo- el texto completo de una nota periodística, es fácil propalar mentiras y calumnias. La minoría, que tiene suficiente educación y acceso a libros, tampoco lee regularmente y usualmente nunca ha completado el análisis de un conjunto de textos para edificarse en un tema. Famosos son los marxistas de los años 70 y 80 que apenas leyeron el Manifiesto Comunista (panfleto elemental) y los peledeistas que en los círculos de estudio fueron obligados a leer varios folletos con poco provecho para su intelecto y nulo efecto sobre sus pulsiones pequeñoburguesas.
El amor de Bosch sobre Haití y su pueblo, incluidos sus emigrantes en nuestro suelo, está testimoniado en muchos textos. La conocida carta a tres amigos escrita en Cuba en 1943 es una síntesis de humanismo universal y rechazo a toda forma de racismo. La indigestión ideológica que algunos líderes del PLD y FP tienen al expresar sentimientos racistas, y un antihaitianismo visceral, únicamente es comprensible porque fueron incapaces de analizar y entender las ideas de Bosch aunque se comieran y tragaran cada uno de sus folletos. El esfuerzo educativo del maestro no pudo erradicar la vil naturaleza pequeñoburguesa de muchos de esos egresados de los círculos de estudios. Prevaleció en ellos las ansias arribistas, corruptas y traicioneras de un pequeñoburgués amorfo criado para depredar y no para servir. Arcadas me provoca oír el nombre de Bosch en muchos de esos dirigentes políticos.
En el análisis inicial de Bosch sobre el golpe de Estado dedicó varios párrafos a la intervención norteamericana durante su gobierno en componenda con el liderazgo militar, que únicamente por ese hecho merecen el epíteto de traidores a la patria, para movilizar un grupo de guerrillas haitianas contra el gobierno de Duvalier. Esa acción se hacía a escondidas del presidente de la República y justo cuando Bosch lo descubre y planea llevar la cuestión a organismo internacionales, se da la orden de ejecutar el derrocamiento de su gobierno. No podía la administración Kennedy permitir otro escándalo en el Caribe como el de Bahía de Cochinos.
En el mismo libro -me refiero a Crisis de la democracia de América en la República Dominicana– Bosch sintetiza la historia de Haití para explicar la situación imperante a inicios de los años 60. Señala que la historia del hermano pueblo ha sido un conflicto permanente: “Esa especie de guerra social perpetua, que en su origen fue de negros contra blancos —debido a que los negros eran los esclavos y los blancos los amos—, derivó después hacia la matanza de los mulatos y se ha conservado como lucha sin cuartel de los negros contra los mulatos. Las carnicerías de los tiempos de Soulouque, en que los mulatos eran las víctimas, encogen el ánimo del que estudia la historia de Haití. Ahora bien, sucede que los mulatos eran los que —tal vez por ser hijos de blancos, y por tanto disponían de más medios— se preparaban para ser burócratas, comerciantes, profesionales; formaban élites que al principio no tenían sustancia económica, pero que al final adquirían bienes con lo cual amenazaban convertirse en minorías con poder económico” (Bosch, 2009, v. XI, p. 204). La combinación entre intereses de clase en conflicto con señas raciales de identificación -herencia del régimen colonial francés- impedía articular proyectos de unidad nacional que le dieran consistencia a un Estado-Nación. El cerco internacional por las grandes potencias esclavistas bloqueó el desarrollo económico de la primera república negra del mundo.
Sigue el análisis de nuestro autor: “Al mismo tiempo que esas matanzas, con sus naturales consecuencias de inestabilidad política, retardaban el desarrollo del país, los gobernantes usaban el poder para hacer negocios, para enriquecerse y sacar dinero hacia Europa o —más recientemente— hacia Estados Unidos; de donde resultaba que se expoliaba a un pueblo pobre, se le robaba a la miseria. Y al tiempo que eso iba sucediendo década tras década, la población haitiana crecía, su tierra se erosionaba, los medios del Estado eran cada vez menos de los que se necesitaban para darle al Pueblo educación y salud. Fue así como de manera natural, como rueda una bola por un plano inclinado, Haití vino a caer bajo la tiranía de François Duvalier, quien tenía ya años gobernando cuando se estableció en la República Dominicana el régimen democrático que me tocó presidir” (Bosch, 2009, v. XI, p. 205). Fruto de una conjura entre la herencia colonial y las acciones de gobiernos que buscaban hundir el experimento haitiano para que no provocar deseos de emulación, ocurre en la República Dominicana el triunfo de un gobierno democrático luego de una larga tiranía criminal. Duvalier no era el mejor socio para nuestra democracia y el gobierno de Bosch tuvo que habérselas con él, sin violentar la soberanía de Haití, pero con precaución de sus acciones sobre territorio dominicano.
Es en ese contexto que Bosch se entera de las maniobras de militares dominicanos que respondían al Departamento de Estados Unidos y no a su gobierno. “Pocos días después, por un cubano exiliado me enteré de que en una zona militar, en el interior del país, oficiales dominicanos estaban entrenando haitianos. ¿Cómo era posible que estuviera haciéndose tal cosa sin mi conocimiento? Llamé al Ministro de las Fuerzas Armadas, lo interrogué, me dijo que era verdad y le ordené disolver el campamento. Una cosa era librarse de Duvalier en una coyuntura favorable, a la luz del sol, como debe operar siempre una democracia, y otra cosa era preparar fuerzas de haitianos para lanzarlos a una invasión; esto último era violar el principio de no intervención, lo cual podía quitarnos autoridad si en esa hora convulsa del Caribe algún Gobierno decidía hacer lo mismo con nosotros” (Bosch, 2009, v. XI, p. 210). Si varias causas se descubren estudiando el golpe de Estado, el tema de la posible develación de la maniobra de Estados Unidos con militares dominicanos para organizar una guerrilla haitiana contra Duvalier fue el detonante que disparó la acción. Los enemigos de nuestra democracia no podían esperar al 25 de septiembre.