Delio Gómez Ochoa con casi cien años de edad – en este 2024 – ha demostrado que tiene el privilegio y la dicha de estar vivo y lúcido. Orgulloso de que se le otorgara la ciudadanía dominicana y haber recibido la distinción de héroe nacional de nuestro país. Aquí ha vivido durante muchos años, pero actualmente está residiendo en Cuba, su otra patria. Pero ha venido al aniversario de la Expedición del 14 de Junio de 1959.
Todavía se pone de pie e improvisa, sin un papel en las manos, un discurso de una hora. Recorre en su memoria el tiempo en que estuvo preso y torturado en las cárceles durante la dictadura de Trujillo, a quien vino a derrocar con grupo de hombres armados valientes en la Expedición del 14 Junio de 1959.
La mayoría de los jóvenes de mi generación, militara o no en los grupos juveniles en los que estuvimos involucrados, y con los que enfrentamos en las calles a la terrible represión policial, con nuestras pequeñas y grandes dosis de persecución, cárcel y muerte, conocimos aspectos importantes de la vida política del Comandante Delio Gómez Ochoa. Muchos quisimos ser o parecernos a Manolo y a Minerva Mirabal y aspirábamos a ser también como el comandante histórico y de la libertad.
La primera vez que estuve más cerca de este comandante y enigmático héroe, aclamado por las multitudes y plasmado en las mejores páginas de la historia, fue una vez que él estaba, cayendo la tarde, junto a otra persona, en el antedespacho del rector Roberto Reyna y tenía interés en que éste lo recibiera. Me llamó, la persona que lo acompañaba y me explicó la situación. Inmediatamente, como suelo hacer en estos casos, llamé al maestro Reyna, que se encontraba en su despacho, y me dijo que, con mucho gusto, los recibiría.
Allí me trasladé en unos pocos minutos para dar acompañamiento a ese hombre universal de las luchas libertarias. Ya habíamos compartido en algunos eventos con esa gloria del patriotismo y el sacrificio. Me miró atentamente con esa mirada firme, mansa y dulce de héroe y me dijo: "Tú eres una reserva moral". Juro que me turbé por unos segundos. Jamás he olvidado esas palabras. Ellas me acompañan en el camino.
No vengo a escribir estas líneas para hacer una larga biografía – quienes la deseen, pueden conseguirla en las infinitas fuentes que existen – de este formidable y extraordinario hombre de Cuba y de la República Dominicana, y del mundo, sino que las escribo para reverenciar esta alta figura de la historia. Me permito citar algunas ideas pronunciadas por Delio Gómez Ochoa en su reciente visita al país. Citamos:
"Con el corazón y el pensamiento siempre nos recordamos de los días tan amargos de la prisión que tuvimos que soportar. Escribí unos pequeños versos para aguantar la amargura y el dolor. Los escribí para entretenerme y así evitar algún átomo de cobardía en aquella celda o solitaria de dos por tres metros. Yo no tenía otra arma que no fuera mi pensamiento".