Recientemente ocurrió un hecho que ha consternado la opinión pública, el robo perpetrado en la sucursal del Banco Popular Dominicano de la Avenida Luperón.

La participación en este robo de jóvenes de estratos medios contradice los estereotipos del “delincuente”  como: pobre, características afrodescendientes, de barrios marginados y con motocicletas. El atraco se realizó en yipetas,   personas de estratos medios sin rasgos afrodescendientes.

El hecho cuestiona los programas de seguridad ciudadana del país y sus operativos policiales en calles y avenidas con detenciones de jóvenes que transitan en motocicletas,  militarización de barrios marginados y redadas indiscriminadas convirtiendo sus residentes en “sospechosos”. No han logrado impacto en la disminución de la delincuencia desde sus patrones y perfiles diversos.

Los hechos ocurridos recientemente muestran la multicausalidad de la delincuencia,  la pobreza puede o no estar presente.

La población joven, sobre todo masculina, recibe una fuerte presión cultural dirigida a mantener un estatus social. Su lógica patriarcal le empuja al rol de proveedor en competencia con sus pares, igualmente,  sus expectativas de relaciones afectivo-sexuales.  Estos son factores detonantes de endeudamientos y búsquedas de “dinero fácil” que promociona nuestra sociedad capitalista y consumista desde sus grandes brechas de desigualdad social con minorías que ostentan una vida de lujo y riqueza proveniente muchas veces de prácticas de corrupción, lavado de activos, narcotráfico y liderazgo político.

La intervención en la delincuencia requiere de una revisión de sus raíces estructurales y no de salidas de impacto mediático que solo funcionan como “pantalla”

Muchas personas que acuden a las actividades delictivas y/o en conflicto con la ley en el país no son “delincuentes de oficio”.  Las estrategias de sobrevivencia que ha desarrollado una parte significativa de la población están marcada por la informalidad y el “pluriempleo” “chiripeo” con diferentes fuentes de ingresos.  Algunas personas pueden combinar: negocios, oficios, profesiones, empleos formales con actividades en conflicto con la ley.

La República Dominicana tiene un crecimiento y una estabilidad macroeconómica que no repercuten en el bienestar de las mayorías. Los costos de la vivienda y renglones fundamentales de una vida digna son muy altos,  no se cubren con salarios fijos, se recurre a endeudamientos continuos, actividades irregulares o la emigración que se incrementa cada día hacia USA y otros países. Este aumento de la emigración se plasma en la creciente participación en rutas como “la vuelta por México” entre otras en las que penetra el tráfico ilícito de personas.

La intervención en la delincuencia requiere de una revisión de sus raíces estructurales y no de salidas de impacto mediático que solo funcionan como “pantalla” en las que se violan derechos (como los supuestos intercambios de disparos que ya nadie cree) y debilitan el sistema de justicia. Mientras más medidas represivas de ajusticiamientos, “mano dura”, redadas,  militarización de los barrios se desarrollen más se fortalecen las redes delictivas, la impunidad y la inseguridad ciudadana.  Se cuenta en el país con sistemas inteligentes de investigación de las redes delictivas, ¿por qué silenciarla con ajusticiamientos? ¿por qué mantener el silencio sobre las tramas delictivas matando a quienes no se investigan con evidencias su involucramiento y/o complicidad? Toda persona sospechosa de un delito tiene derecho a ser investigada no asesinada.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY