Varias semanas de observación en la frontera norte obligan a insistir en que la denominada “verja perimetral inteligente” que construye el Gobierno dominicano para frenar el tráfico masivo de indocumentados, narcóticos, armas, etc. no alcanzará los objetivos que se esgrimen. Particularmente inútil resultará en lo relativo a los inmigrantes ilegales. ¿Se ha convencido el presidente Abinader de la baja utilidad de la costosa obra o simplemente flaquea ante la presión internacional?
Estamos viendo al mandatario enseñando la costura con un proyecto de Ley Integral sobre Trata de Personas, Explotación y Tráfico Ilícito de Migrantes, el cual supone un espaldarazo mal disimulado a la invasión masiva de indocumentados, haitianos sobre todo. El proyecto ha sido retirado con caja destemplada, pero pende la amenaza de su reintroducción “en un plazo no mayor de 45 días”.
Aunque el destino final de la propuesta legislativa sea la muerte, el país ha tenido la oportunidad de penetrar, una vez más, la duplicidad del gobierno en materia de migración. No ha de extrañar que las mafias fronterizas, impunes per se, se sientan empoderadas. Por supuesto, quienes consideran que el Gobierno todo lo está haciendo bien, siempre hallan motivos para la zalamería y la desvergüenza. Aunque manido, el argumento es el mismo: Abinader es un presidente que escucha a su pueblo….
A no dudar, la fortaleza argumental de la verja fronteriza pierde parte de los jalones en los cuales engancha su destino. ¿Cuál es la lógica de incurrir en gastos millonarios en una construcción kilométrica, si nos proclamamos refugio gratuito de todo el que ingrese, invitado por la ley?
Conforme a las informaciones oficiales, el proyecto está concebido en tres etapas; la primera de las cuales abarca 54 kilómetros, 19 torres de vigilancia y 10 puertas de acceso. Debería culminar en este mes (febrero, 2023), pero, a juzgar por la lentitud de los trabajos, no sucederá en modo alguno. Las diez puertas de este lienzo operarían como “aduanas” oficiosas al servicio de la ilegalidad. Los militares pelearán por ellas.
La segunda etapa de la “verja perimetral inteligente” tendrá una extensión de unos 110 km, para un total de 164 km. Pero la línea fronteriza se extiende hasta los 392 km. ¿Qué hacer con los 228 km desverjados? La tercera etapa sería para la instalación de la tecnología de vigilancia, que incluiría sensores de movimiento, cámaras de reconocimiento facial, radares, drones y sistemas de rayos infrarrojos. Pregunto de nuevo: ¿Y los 228 km que permanecerán sin verja?
El presidente Abinader ha sentenciado más de una vez que la República Dominicana “no puede hacerse cargo de la crisis política y económica de ese país (Haití), ni resolver el resto de sus problemas”, pero su reciente propuesta legislativa sugiere que República Dominicana ya puede “hacerse cargo…”.
Si tal ocurre, las decenas de millones de dólares que costará el muro (¿más endeudamiento?) son un despilfarro espantoso que no evitará que RD continúe cargando pesado con la anarquía haitiana y la delincuencia domínico-haitiana, ahora alentada con la propuesta de una ley.
Una vez construidos los 164 km, la retribución anunciada en materia de control y freno de la ilegalidad será mínima. Impactará acaso (en sentido diverso) la protección de la crianza de ganado y sembrados agrícolas. Por demás, el tráfico fronterizo seguirá haciendo ola.
Los militares (Fuerzas Armadas), que según la Constitución de la República tienen a su cargo “La defensa de la Nación” (Art. 252), son hoy protagonistas de primer orden en las mafias del tráfico fronterizo. A toda hora del día y de la noche decenas de motos SG 125, SG 150…(conducidos por dominicanos), con 4 y 5 inmigrantes, recorren libremente los caminos polvorientos que salen de Dajabón… y se internan en el territorio nacional. No son los únicos. También participan yipetas, microbuses, etc. Una vez superadas las dificultades del trasiego, muchos ilegales son acogidos por empresarios de la construcción y hacendados agrícolas y ganaderos, donde devengan salarios miserables.
Los poteas (guías), casi siempre dominicanos, son fichas nada despreciables del modus vivendi fronterizo. Armados con pinzas para cortar los alambres de las fincas por donde mueven su mercancía viva, son baquianos profesionales. Protegidos por la “ceguera” militar condicionada, conducen los contingentes peatonales por breñas, cañadas, fincas y veredas hasta depositarlos en los lugares convenidos. Aquí entran en acción los SG involucrados.
Los militares cobran una cuota por cada indocumentado, en una transacción pacífica que comúnmente se realiza en los puestos de chequeo. Quienes intentan pasarse de listo y no pagar -muchos lo logran-, sufren persecución y repatriación….
Nadie en la frontera desconoce la existencia de tan activo negocio. De convertirse en ley el proyecto del poder ejecutivo, Haití se vaciará hacia República Dominicana para regocijo de la denominada comunidad internacional, sorda y ciega frente al drama haitiano.