No es posible hablar de política si previamente no entendemos lo que es el poder, ya que la política es el estudio y el arte de ejercer el poder. Y el poder es energía gestionada volitivamente, por tanto, demanda de un actor humano (uno o varios) asumiendo la iniciativa de actuar. Por necesidad la acción política demanda una evaluación pragmática y un juicio ético. Incluso en los casos de que el accionar del poder parta de estructuras aparentemente impersonales, siempre es posible y deseable evaluarlas ética. El grado de lucidez de un individuo, un partido o una sociedad sobre las expresiones de poder son una medida de la madurez política. Las apelaciones mágicas o de necesidad histórica son evidencias del atraso político de un pueblo o de quienes se cobijan en tal suerte de disparates.

Un fenómeno natural como la tormenta Fiona o un rayo que cae en medio de una tormenta o un terremoto, son expresiones de energías naturales, pero no son manifestaciones de poder, ya que no son provocadas por una voluntad, que hasta donde sabemos es atributo exclusivo del homo sapiens. En muchas culturas esas energías eran atribuidas a divinidades por un proceso natural de analogía y en muchos casos los sectores de poder interpretaban para los oprimidos que esas acciones “divinas” eran castigos por las rebeliones de los de abajo contra la minoría que los sometía. Lamentablemente en el presente muchos líderes políticos y religiosos hacen magia para curar enfermedades en lugar de brindar los servicios de salud que todos merecemos o motivan a todos a ser conformistas frente a los infortunios padecidos por la acción de los poderosos atribuyéndole a la naturaleza culpas que no tiene.

Fiona no es “culpable” de que barrios y carreteras se inundaran. No tiene responsabilidad de la caída del puente de Pontón en La Vega. Sus aguas no son las que generan el hambre que hace que la gente pida comida cuando tiene un reportero delante. Los responsables de esos males (y la lista es más larga) son los que han detentado el poder en el país por décadas y los actuales. Empujan a los pobres a vivir en áreas inundables y construyen caminos y carreteras sin los desagües necesarios, como lo hacen en los países desarrollados. ¿Y el hambre? El hambre es la letanía diaria de miles de familias y no podemos censurarlas porque pidan un plato de comida aprovechando el show de Fiona y la llegada de tantos reporteros que no volverán a sus casas hasta la próxima tormenta.

No seamos tontos, es en el poder donde está la matriz de los males que le adjudican a Fiona. Y seguirán hasta el próximo cataclismo si no le ponemos fin a tanta miseria y sometimiento de un pueblo que vive en una tierra tan rica, pero explotada para beneficio de una minoría.