En un chat en que participo se requierió definir el concepto del amor o de amar; aunque nadie quizo responder la complejidad de definir el amor, por lo complicado que puede ser, ya que significa cosas diferentes para cada persona. Para algunos es un profundo sentimiento de conexión emocional, mientras que para otros puede ser un compromiso incondicional de apoyo y cuidado.
Cada persona pudiera escribir un libro sobre el amor, de su manera de expresarlo, de sentirlo, de dejarse arrastrar por él o resistirse a su influencia. Habría en tales paginas mucho para conmoverse, sonreír, reflexionar y, al mismo tiempo, cosas penosas y oscuras.
Sin embargo, no es lo retorcido lo que hace del amor esa fuerza que mueve al mundo, sino lo que compulsa, lo que es transparente y limpio, capaz de obrar milagros donde hay causas que parecen perdidas.
Condenado a la amargura vive quien se resiste a amar. Tristemente, ha sido el de la debilidad un mito concebido para disuadirnos de abrir el corazón, como si flaquear algunas veces no fuera parte también de este complejo camino que es vivir.
El amor es más que un término, en acto de valentía increíble, una expresión suprema de humanidad, un ejercicio de total introspección.
Amar es un lazo que nos mantiene unidos a la sensibilidad, es la caja fuerte en la que preservamos la ternura, es el timón para sobrevivir a temporales constantes que acechan en el andar.
Un alma sin amor es como el suelo sin lluvia, quebrado, infértil.
El amor es, en su esencia, inmaculado, pero no perfecto, como tampoco lo es nada de lo que amamos.
Quien ama cree, sueña, construye, empuja, tiene la fuerza suficiente para levantarse si llega a caer, y la entereza necesaria para sobreponerse al cansancio. Quien ama aprende a hacer camino, a tejer esperanzas, a controlar los miedos.
Amar no es el castigo de los poemas tristes o las novelas románticas, ni es la incertidumbre de los inseguros, ni el obstáculo infranqueable del pesimista. Amar es el privilegio de los que estamos vivos y dispuestos a seguir viviendo para darnos, sin condición, a los demás.
Darse por entero alguien implica confiar plenamente en esa persona, estar dispuesto a compartir tus pensamientos más íntimos, ser vulnerable y comprometerte a construir una relación sólida basada en el respeto y comunicación abierta.