Se cuenta que en una ocasión se produjo un gran incendio en una casa, los padres rápidamente lograron salir de la vivienda y cada uno llevaba a uno de los hijos en brazos, pero al encontrarse afuera notaron que ninguno de los dos había sacado a la niña menor y ya los bomberos decían que era imposible volver a entrar a la casa. En medio del llanto de los padres pudieron escuchar la voz de la niña desde una alta ventana en el desván. La niña era visible pese al humo y el padre le pide que salte, a lo que la niña le dice: “pero no te veo papi”, respondiéndole el padre: “no importa, yo sí te veo”. Esto fue suficiente para que la niña, aunque no veía nada saltara al vacío, siendo recibida de forma segura por los bomberos. Este es un ejemplo de una decisión de vital importancia, pero que, sin fe, confianza y amor, habría significado la muerte. Hoy en día hay muchos padres pidiendo a sus hijos que salten, lamentablemente no siempre tienen la confianza necesaria para hacerlo.

La incapacidad para tomar decisiones nos invalida, pero para decidir debemos tener algo de fe o confianza, de lo contrario nos paralizamos, aunque sepamos que estemos en una vivienda en llamas. La indecisión es una importante forma de debilidad.

Una decisión tiene cuatro etapas:

Primera: Momento de crisis, en que algo no está como quisiéramos que esté, lo analizamos y llegamos a la conclusión de que debemos buscar un cambio.

Segunda: Nuestra inteligencia plantea una o varias opciones, para que con un análisis crítico evaluemos la más recomendable, de acuerdo con imágenes mentales que proyectan las posibilidades futuras de nuestras decisiones.

Tercera: Sencillamente nos ponemos en movimiento, ya no es el momento de considerar las demás decisiones (a no ser que se encuentren obstáculos infranqueables). Es el momento de concentrar todas nuestras energías, porque es difícil caminar en una dirección si te mantienes mirando hacia otra. Puedes dudar antes de saltar, pero no cuando ya estés en el aire.

Cuarta: Es la etapa posterior a tu acción y es la que hace que valores tu decisión y la mantengas, dándoles consistencia a tus actos. Si continuamente te retractas de tus decisiones, sería imposible avanzar.

Es necesaria la madurez emocional para poder tomar decisiones. Los niños necesitan que los adultos tomen las decisiones importantes por ellos. Algunos hijos mayores de edad podrían necesitar que sus padres siguieran decidiendo por ellos porque lamentablemente no han aprendido a hacerlo.

Las emociones te ayudan con tus decisiones, pero también pueden impedirte tomarlas, dependerá de si controlas tus emociones o ellas te controlan a ti. Si no logras hacer lo que quieres y necesitas, es evidente que ellas te controlan a ti.

No siempre es fácil tomar decisiones. Especialmente si se trata de: casarte, terminar una relación tóxica, escoger carrera, renunciar a un empleo, mudarte, buscar trabajo, emigrar a otro país, etc. Pero debes saber: que no tienes una única opción, que ninguna opción es perfecta, que tienes derecho a equivocarte y que es mejor una mala decisión a nunca haber decidido.

Antes de decidir: conoce, investiga, estudia, pregunta, tantea, aprende. Cuando tengas toda la información posible, conéctate con tu interior y escúchate. Si realmente vas a rechazar tu propia decisión es mejor saberlo antes de tomarla y no después. Es conveniente la amplitud mental antes de actuar, pero firmeza y concentración cuando ya se haya tomado una decisión.

No tengas tanto miedo a equivocarte, pero procura decidir bien. Es mejor acertar, pero incluso si fallas aprendes. Aprendes más cuando fallas que cuando no haces nada. El miedo a fracasar puede impedirte vivir.

Evita quejarte y cuando no puedas evitarlo, analiza si hay algo que puedas hacer, pero si no puedes cambiar lo que te afecte, decide adaptarte.

Podemos y debemos solicitar ayuda a Dios en nuestras decisiones, si no crees en su existencia, al menos conviene que descubras que tenemos la capacidad de conectarnos con una inteligencia superior, lo que verdaderamente importa es que sepas que siempre está a tu alcance y por supuesto, que la contactes. No pierdes nada intentándolo.

El yo decidir sin saber quién soy equivale a comprar zapatos sin conocer mi medida. De manera normal conocemos la talla de nuestros pies, pero lamentablemente solemos tener poco conocimiento de nosotros mismos. Muchas veces sabes bien lo que te conviene, pero algunas mentiras que insistes en creer, te impiden tomar un camino adecuado.

Si te mantienes buscando la decisión perfecta, no podrás tomar buenas decisiones. Escoge un camino y síguelo con determinación, no importa que no sea perfecto, pero normalmente de ti depende que valga la pena.

Recapitulando: analiza bien durante un tiempo prudente, decide sin miedo, lánzate con todas tus energías y valora tus logros en su justa medida.