Escribir es servir. Es entrar en conflicto con tu ecosistema. Desbordar el medio. Quien escribe confronta elementos mas allá del lenguaje. Estoy casi seguro de que ese es el misterio que me lleva a releer Esa mala fama (Pepitas de Calabaza Editores, 2011), un texto de bolsillo adquirido en Mamey Librería en donde Guy Debord (Francia 1931-1994) ejecuta la escritura del contraataque aunque no como animal acorralado, no. Debord se defiende con la maestría del que se sabe conocedor no solo de una literatura, sino de una sociedad en todo su elemento. Por algo decía Bioy Casares que quien aprende una sintaxis hereda un universo.
Lo anterior hace que en ocasiones el lector sensible sienta un aroma a pedantería en el tono con el que el autor de La sociedad del espectáculo despacha contra críticas, observaciones, comentarios y hasta halagos a su obra. Sí, porque Debord acaba incluso hasta con quien lo alaba. El tipo escribe como para no dejar muñeco con cabeza. En una de sus alocuciones dice que Mala fama está dedicado a “especialistas homologados por autoridades desconocidas o meros auxiliares, expertos que revelan o comentan desde muy por encima todos mis necios errores, detestables talentos, grandes infamias y malas intenciones”.
El libro es, básicamente, una serie de lecturas del autor sobre textos publicados alrededor de su persona, obra, y el trágico final de su carrera. En 1985 Guy Debord se vio obligado a negar públicamente su presunta culpabilidad en un crimen, y a partir de esta traumática situación, el fundador de la Internacional Situacionista se dedicó a rebatir opiniones de la intelligentsia europea del momento, que aprovechaba la mínima oportunidad para asediar y reprochar las acciones artísticamente violentas de la Internacional Situacionista. Este movimiento se dio a conocer y un tanto a odiar, debido a sus numerosas irrupciones en el mundo del arte y la intelectualidad, siendo una de las más destacadas la violenta intervención tipo performance de una conferencia de arte en Bélgica a principio de los años sesenta. Esta acción culminó en el arresto de algunos situacionistas, entre ellos claro, el mismo Debord y muchos de sus seguidores.
El trabajo de Debord con los situacionistas fue la base para sus estudios relacionados con el ser social y sus interacciones con el medio. La sociedad del espectáculo es, básicamente, una reacción a la hegemonía del los medios sobre la vida diaria a través del hiper-consumerismo. Sus miradas al capitalismo y a la vez, sus objeciones a las dictaduras comunistas, confundieron a muchos críticos, quienes no podían separar las posiciones políticas del pensamiento analítico. Es por ello, y por la difícil personalidad de Debord, que en muchas ocasiones su trabajo y su persona fueron atacados indistintamente. De ahí que Esa mala fama, viera a la luz como una contra-crítica a los ataques que recibía a diario desde todo confín de la sociedad.
Es por ello que releo este libro como un silencio luminoso en la noche de mi cuerpo. Porque en estos momentos que me cuquean voces agrias y sin sentido, yo busco (y encuentro, bebé) fuerza en la palabra, en la lectura, y en mi eterna posición de aprendiz y estudiante. Hay que trabajar y trabajar, con la cabeza gacha, los ojos abiertos y la mente amplia. Diciéndole a los enemigos: pelea va a haber, pero van a pelear solos, porque como dice Debord, “we laugh, but not at the same time as you”.