Como si el mundo navegara en su locura, el presidente de Colombia dejará el poder el próximo domingo, es decir, le falta un sólo día a su gobierno y, sin embargo, sigue nombrando nuevo gabinete, el cual, según pretende, durará cuatro años de un mandato presidencial que no es el suyo. Mientras que, por otro lado, los Estados Unidos tratan de resolver una gran crisis interna de su propio sistema económico, político y militar, provocando una guerra entre Rusia y Ucrania e intentando otra en Taiwán, la que pudiera iniciarse de inmediato, dependiendo de la gran inteligencia de la dirigencia de China Popular y Continental.

De todas formas, los chinos darán, calculadamente, una respuesta a las acciones de Estados Unidos, que en los últimos días ha intervenido directamente en los asuntos internos de un espacio del cual nadie duda que es parte territorial de la República de China Popular. Conociendo la capacidad estratégica y la sabiduría filosófica milenaria de la nación china, podemos afirmar que, de seguro, los chinos previeron que tal acontecimiento podría ocurrir en un determinado momento de su historia política. Así ocurrió esta semana con la visita de la señora Nancy Pelosi a Taiwán.

En el desarrollo de esta lucha inevitable entre estas dos naciones, se pondrán a prueba, por un lado, la capacidad política basada en la filosofía de China; y, por otro lado, el ciego utilitarismo, pragmatismo y el militarismo de los Estados Unidos. Finalmente, se impondrá la primera sobre la segunda.

La ecuación es sencilla: los Estados Unidos perdieron la guerra económica en su lucha contra la China emergente. Todos conocemos la gran deuda externa que tienen los Estados Unidos con este gigante asiático. Esta deuda, más la penetración de los chinos en el mercado mundial, evidencia la realidad de lo que está ocurriendo en la que fuera, en una época, la más grande potencia económica del mundo.

La crisis que está ocurriendo en todos los órdenes, incluyendo una guerra partidaria a muerte, entre los demócratas y republicanos, ha afectado grandemente a los Estados Unidos como potencia hegemónica. Acorralados por grandes problemas internos y los cambios hacia lo externo, producto de una recomposición de un nuevo reordenamiento mundial que se está produciendo en todos los países del mundo, impuesta por la lógica de la dialéctica, los Estados Unidos están utilizando la guerra indirecta con Rusia y China, como única salida y solución a sus males internos y externos.

La vieja estrategia de invadir a los países en vía de desarrollo o subdesarrollados no constituye hoy una salida efectiva a la que puedan acudir los Estados Unidos en estos tiempos de cambios progresivos en el mundo y de crisis a lo interno, que también les afecta. La nueva estrategia consiste en producir niveles de complicaciones en las economías de los países que constituyen potencias adversarias o enemigas y que compiten con ellos en el mercado de grandes consumidores y los espacios de otros mercados menores. En esta difícil guerra la primera víctima será el dólar, no solo como elemento de intercambio y transacciones a nivel mundial, sino como instrumento de control político y social de los Estados Unidos en el mundo.