Justamente hoy, en su tradicional mensaje con motivo del 27 de febrero, la Academia Dominicana de la Historia hace un llamado a rendir un “merecido tributo a nuestros héroes, heroínas y mártires reafirmando el sagrado compromiso que tenemos los dominicanos, como colectivo, de salvaguardar las instituciones democráticas y la soberanía nacional conforme lo establecen la Constitución y las leyes de la República Dominicana”. ¡Qué lejos está el gremio de los historiadores de cumplir con este sagrado compromiso!.
En diciembre del 2022, los hermanos Taváres Mirabal, Minou y Manolo escribieron formalmente a la Academia, y a todos sus miembros, una comunicación repudiando el ingreso a esa institución del general retirado Ramiro Matos González. Su elocuente carta venía acompañada de la querella formal en contra del susodicho por su implicación en el asesinato de Manuel Aurelio Tavárez Justo. Su nombre también aparece asociado al asesinato del coronel Francisco Alberto Caamaño. El señor Matos tiene un historial cuestionable de hechos de sangre y contubernio con regímenes nada democráticos de nuestra historia contemporánea. A su condición de implicado en la muerte de dos héroes nacionales se suma su escaso mérito como historiador. De hecho, su ingreso raya en la ilegalidad al no cumplir con el art. 8 de los Estatutos de la institución que establece que para ser miembro correspondiente es necesario: “Manifestar su dedicación y competencia en los estudios históricos, a través de obras y otras publicaciones académicas que constituyan valiosos aportes al conocimiento de nuestro pasado”. No consta su dedicación a la labor investigativa y son prácticamente desconocidos sus aportes en el ámbito de la historia.
A dos meses de recibida la carta de protesta, con argumentos más que atendibles, la Academia guarda silencio. Como miembro correspondiente y en consecuencia también destinataria de dicha comunicación, hoy 27 de febrero, me sumo a otras voces y me pronuncio en rechazo a lo que constituye una legitimación de una figura cuyas acciones son altamente controversiales. Entiendo que, con su actitud, la Academia hace justo lo contrario a lo que propone en su menaje patriótico. Pone en entredicho la salvaguarda de su propia institucionalidad y legitimidad al obviar los cuestionamientos éticos y morales, judiciales y académicos que pesan sobre el señor Ramiro Matos. La pertenencia de Ramiro Matos a la Academia es una afrenta a la memoria de los héroes, heroínas y mártires que han luchado por salvaguardar la democracia. En un país donde la impunidad, la complicidad y las conciliaciones históricas están a la orden del día, la Academia está llamada a ser coherente, honrar su propio discurso y a jugar otro papel.
Termino estas palabras recordando la falta que hace un Emilio Cordero Michel, pasado presidente de dicha Academia, héroe de las Manaclas y hombre de integridad probada, en cuya presencia semejante desatino institucional jamás habría tenido lugar. ¡Qué falta hace su figura como brújula moral de toda una generación de historiadores!. Es precisamente para honrar su memoria que nos vemos en la obligación de exigir rectificación que devuelva la coherencia a una institución destinada a velar por la memoria histórica dominicana.