Según describe Romina Vázquez, a quien no tengo el gusto de conocer, en una valiosa descripción de los huracanes y tormentas desde el año 1615 hasta nuestros días, la isla de Santo Domingo ha padecido 76 fenómenos, de los cuales 44 se reportan como huracanes y 32 tormentas tropicales ( http/www.las- terrenas-live.com )

De estos huracanes, merece recordar a San Zenón, que devastó en 1930 la ciudad de Santo Domingo, Hilda, en 1955, Flora, en 1963, Inés, en 1966,  David en 1979, George, en 1998 y las tormentas Noel y Olga en el 2007.

En días pasados nos azotó otro, Fiona, que nos dejó como secuelas considerables daños materiales. En efecto, 8,000 hogares fueron destruidos, 1000 millones en daños a la agricultura, 35 puentes derrumbados, carreteras bloqueadas, colapso de la energía eléctrica y el agua potable en cientos de barrios, inundaciones en muchas comunidades con la consiguiente pérdida para centenares de familias de sus ajuares más preciados, como camas, mobiliario y otros utensilios del hogar.

Un verdadero desastre.

Se calcula en 20,000 millones de pesos     que el gobierno ha debido sacar de las arcas presupuestales y que estaba destinados a otras prioridades  para ayudar a las familias desamparadas, evacuar y  preparar refugios, restablecer los servicios,  preparar la organización de  la Defensa Civil y el Comité Nacional de Emergencia. Dietas, combustibles, etc.

Sin embargo,  como quedó  demostrado, las previsiones del gobierno y las entidades del ramo mitigaron el desastre.

Ahora bien, la pregunta simple es la siguiente: ¿ podemos ahorrarnos una parte de esos gastos extraordinarios ante estas calamidades que nos trae la naturaleza?

¿Estamos los dominicanos condenados a sufrir año tras año , la furia de la naturaleza sin soluciones a corto, mediano o largo plazo?

Naturalmente, el cambio climático es un hecho en todo el planeta. Y los huracanes que azotan desde tiempos inmemoriables, no nos dan tregua.

La interrogante es si podemos adoptar políticas publicas que eviten  de raíz y para siempre , no los huracanes, ni las tormentas, pero si ahorrar los gastos extraordinarios de los recursos del Estado en auxilio a los dannificados.

Ante todo. Los huracanes y tormentas en sus   diferentes categorías son imposibles de evitar. Como nos ilustra Google los “huracanes se forman por la acumulación de tormentas eléctricas que se desplazan sobre aguas oceánicas cálidas. Cuando el aire cálido de la tormenta y de la superficie oceánica se combinan ,empiezan a elevarse en forma de remolinos.  Esto genera baja presión en la superficie de los océanos.”

Sin embargo, estos fenómenos , teniendo en cuenta el estado actual de la meteorología como ciencia, no solamente son previsibles, en que época del año se originan, sino que también se sabe de antemano su trayectoria posible y la fuerza del viento conforme a una escala (Saffir-Simpson) que divide por categorías  el huracán.

Por tanto, de antemano, este gobierno y los que vendrán en el futuro pueden adoptar políticas publicas precisas para mitigar los daños que eventualmente podrían  causar si estos fenómenos penetrasen en territorio dominicano.

Y ante el problema. Hay soluciones.

Ante todo, preservar la vida y el hábitat de los sectores vulnerables de la población ya que la experiencia nos muestra que son estos sectores, debido a sus condiciones materiales de existencia  los que reciben directamente el impacto de los fenómenos naturales. En efecto, la mayoría de los daños (en vidas humanas, viviendas, enseres domésticos, etc) es  causado por la construcción de viviendas en las orillas de los ríos y cañadas en todo el pais, y sobre todo, en las zonas costeras. Una verdadera tragedia que se repite año tras año porque lamentablemente los gobiernos permiten la construcción de nuevas “viviendas” en esos lugares.

La solución  a este grave problema no es otra que la prohibición total y definitiva de construcción de asentamientos  al lado de los ríos, cañadas y zonas costeras. Esto implica un plan a corto , mediano y largo plazo de la fuerza pública, con monitorio constante del Ministerio de Medio Ambiente y la Defensa Civil, auxiliado por una política permanente de correcta comunicación y de trabajo social con los grupos comunitarios para evitar que los grupos vulnerables regresen a los lugares de peligro después que pasa el fenómeno atmosférico.  Que es lo que se produce normalmente.

Los gobiernos ¿deben , pues, dejar en la interperie a las familias que habitan en los sectores críticos? De ninguna manera. Es obligación del Estado alojar  estas familias en viviendas alejadas de las zonas vulnerables y al mismo tiempo evitar nuevos asentamientos conforme a un plan que se elabore.

Ciertamente, es imposible evitar los daños colaterales en la agricultura,  colapso del suministro de energía eléctrica y de  agua potable, así como lo daños ocasionados en la infraestructura de puentes y carreteras, y las inundaciones en algunas poblaciones por la crecida de los ríos y arroyos.

Pero estos daños pueden rápidamente ser reparados , como ocurrió recientemente durante el paso de Fiona que en menos de una semana la eficacia del gobierno restauró  los servicios básicos en los sectores afectados del país.

Y ante la disyuntiva de si el hombre domina la naturaleza o la naturaleza domina al hombre, la respuesta es clara: En este caso hombre puede y debe mitigar los efectos catastróficos de los fenómenos meteorológicos evitando con políticas públicas   precisas los sufrimientos por lo que atraviesan cada año los sectores vulnerables del país.

Estamos condenados a padecer los embates de la naturaleza, pero la firme voluntad política del Estado puede torcer favorablemente el destino de miles de infelices dominicanos.