Según la mitología griega, Prometeo ofreció un sacrificio a Zeus, padre de todos los dioses. Sin embargo, debajo de la capa grasosa del buey sacrificado yacían solo huesos, porque Prometeo había guardado la carne para entregársela a la humanidad. Enojado, Zeus proporcionó como castigo arrebatar el fuego a los seres humanos. Entonces, Prometeo reaccionó robándole el fuego a los dioses para entregarlo de nuevo a la humanidad.
El mito de Prometeo ha sido visto como un símbolo del proceso de tecnificación y sus riesgos. El relato es retomado en la película de Christopher Nolan, Oppenheimer, que narra la historia del denominado padre de la bomba atómica, Julius Robert Oppenheimer, basada en la novela de Kai Brid y Martin J. Sherwin, Prometeo Americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer.
El film nos sumerge en la atmósfera histórica y política que condicionó la creación del proyecto Manhattan, dirigido por Oppenheimer, con el objetivo de crear un arma de destrucción que derrotara a los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Pero al mismo tiempo, la película aborda la perenne tensión entre saber y poder, entre el espíritu innovador que ha empujado el desarrollo científico tecnológico y el empeño político por instrumentalizar los resultados de ese desarrollo.
Paralelo a dicha tensión, se encuentra el conflicto interior del científico cuyo producto tiene unas repercusiones éticas de gran impacto social.
En una de las escenas emblemáticas de la película, Nolan presenta un encuentro ficticio entre Oppenheimer y el padre de la teoría de la relatividad, Albert Einstein, donde éste resalta la responsabilidad que se deriva de la creación. Es un motivo fundamental del film las reacciones humanas ante las posibles repercusiones del proceso de la creación científica y el problema existencial de convivir con ellas. En este sentido, Oppenheimer no se trata solo de una mirada sobre un hecho histórico que dejó una huella indeleble para el siglo XX, sino también, una excusa para la reflexión sobre las implicaciones del actual desarrollo de las nuevas tecnologías.
Como Prometeo, en el mito griego; o como Arjuna, en el Bhagavad-Gita -la obra clásica de la cultura hindú que fue un referente intelectual de Oppenheimer- nos vemos arrojados a un mundo donde nuestras acciones pueden tener unas consecuencias indeseables, pero a la vez, impostergables. El temor a las consecuencias no justifica una ética de la inacción, sino una responsabilidad proporcional a la grandeza de nuestra curiosidad y una permanente atención al cuidado que debemos, como expresó el mismo Oppenheimer: “al mundo de los hombres, en el que están arraigadas todas nuestras raíces”.