Cuando se pondera la labor realizada, y no necesariamente ponderada por los demás, cual sea, de quien se atreva a pensar que es lo mejor, podría decirse que su cabeza no es el mejor juez, pero, ¿acaso existe mejor juez para aplicar la condena justa con apelación a la vista que a sí mismo? Me atrevo a decir que va a depender de la cabeza, tanto del que se juzga a sí mismo como de quien quiere ser testigo de su propia causa. Es mejor privar en modesto, declinarse a sí mismo e inteligentemente buscar una salida, verbal, de paradojas. Convertirse en un acertijo de sí mismo. Es lo que casi todo el mundo hace del verbo hacer, que se hizo, que se está haciendo, cuando de la escritura se trata. Es decir, del escritor. Aquí todo el que “escribe” es el mejor del mundo. Lo que llega a pensarse que el escritor es un espécimen complejo porque él lo decide y ahí si no hay apelación posible, solo un recurso: ¿seguir adelante o detenerse?
Escribir para qué. ¿Está la literatura dominicana en su mejor momento si tomamos en cuenta la cantidad de libros publicados? Mejor pedirle a san Ramón que nos saque con bien por la opinión que se podría dar, incluyéndome. ¿Se puede hablar de la calidad del contenido mas no de la edición? Prefiero esta última. Es menos riesgosa y por ella no van a mandarle un sicario detrás y lo aseche en plena en calle en caso de referirse a calidad del contenido.
Si por publicaciones fuera, estuviéramos en el primer lugar, ¿dónde? Bueno, en algún lugar será. Lo que sí es cierto es que el orgullo está al pecho por el libro publicado, la buena edición y al leerlo y un crítico ponderarlo.
Escribir un libro y publicarlo es lo ideal. Encontrar quien lo lea y con “criterio”, lo difícil. Cientos de libros dominicanos pasan por las manos de los lectores y muy pocos los leen, inclusive a los que les toca leerlos, que deben ser los escritores, porque al abrir la página con todo y ponderación de genialidad del que lo escribió y cien ponderaciones más dirigidas a un saco sin fondo, de ahí no pasan, sin importar que el escritor sea de vieja data o sea su primer libro, quinto o décimo quinto.
Si el escritor dominicano no es muy dado a la autocrítica, que es lo que debería primar a la hora de embarcarse a publicar un libro o leerlo del otro, lo que termina es en silencio o hablando o escribiendo el que menos “calidad” tiene para ello; pero que le importa al que lo escribe. Lo que necesita oír es que es una promesa, aunque el autor tenga un pie en el cementerio (y siempre se tiene). Reitero, que el escritor dominicano, incluyendo a los poetas, no son muy dados a la autocrítica. Si la ejercitara, terminaría suicidándose y no del puente Duarte, si no con “tres pasitos”, tanto el laureado como el que espera ansiosamente serlo una noche de estas en el Teatro Nacional, el escenario de los grandes espectáculos.