“El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” es una de esas frases que se han vuelto tan comunes que todo el mundo conoce su significado y las utiliza, usualmente como colofón al desmérito de uno u otro hecho del pasado que es enaltecido por los otros en contraposición a ellos. Pero, como tantas cosas que han sido vulgarizadas y mediocrizadas en las últimas décadas, la frase en su versión popular encierra, en su génesis y mensaje, la misma visión maniquea ignorante que denuncia, siendo esta una desvirtuación de otras ideas mucho más ricas y completas.
Vayamos en orden cronológico inverso, iniciando con la atribución a Winston Churchill de esta frase, que según aquellos que pretenden darle más peso a la mala atribución, surge parafraseando a Santayana, a quien trataremos más adelante. Dentro del contexto de la mitología histórica que rodea a Churchill, al que carece de mucha profundidad académica le puede parecer no solo evidente que el gran estadista dijera esta frase, sino hasta cuasi obligatorio. Será harto conocido cómo, desde la tribuna de la oposición, Churchill condenó apasionadamente la política de apaciguamiento que permitió que el populismo y el extremismo, de derechas y de izquierdas, se propagara como fuego salvaje por Europa, empujándola por el precipicio de la devastación. La cita se atribuye como un llamado a la precaución pronunciado luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, específicamente en 1948, en un discurso ante la Cámara de los Comunes.
La realidad, es distinta. El 2 de mayo de 1935, según reporta el periodista Daniel Walters sobre respuestas emitidas por el National Churchill Museum, Winston Churchill sí se dirigió a la Cámara de los Comunes, pero la frase pronunciada dista mucho de ser la comúnmente conocida. En esta ocasión, Churchill se refería a la posición de Reino Unido ante la firma del Pacto de Stresa y parte de su discurso ese día fue como sigue:
“Cuando la situación era manejable fue descuidada, y ahora que se encuentra completamente fuera de control le aplicamos, demasiado tarde, los remedios que pudieron tener efecto de cura. No hay nada nuevo en esta historia. Es tan antigua como los libros sibilinos. Cae en ese largo y sombrío catálogo de la infructuosidad de la experiencia y de la confirmada imposibilidad de aprender de la humanidad. La falta de previsión, la falta de voluntad para actuar cuando la acción hubiese sido simple y efectiva, la falta de claridad en el pensamiento, la confusión de consejos hasta que la emergencia arriba, hasta que la autopreservación golpea su discordante gong; estos son los componentes que constituyen la repetición interminable de la historia.” (Churchill, 1935)
Aquí podemos constatar la riqueza del pensamiento de Churchill, pero más que esto su visión de cómo la obstinación se traduce en futilidad de aprender sobre las experiencias pasadas y su queja sobre la imposibilidad del ser humano de aprender. Pero no es solo sobre el aprender, es sobre todo el contexto que impide que se aprenda y sobre la intención cuando ya es muy tarde de proveer soluciones que, brindadas a su justo tiempo, hubiesen podido ser eficaces, en lugar de tan solo una secuencia de torpes acciones reaccionarias. Al repetir, una y otra vez, las mismas conductas absurdas que nos llevan a obviar el peligro evidente y a tratar de solucionar la crisis con medidas tibias y paliativas a destiempo, tiene en principio un fundamento que nos lleva a dejar de ignorar aquellos claros signos que nos indican que una vez más, por nuestra terquedad, estamos permitiendo que se repita la historia.
En los momentos de mayor rigor académico, y para guardar distancias de los simples repetidores de citas, cuando le es atribuida la frase sobre la falta de memoria histórica a Winston Churchill, se hace con el muy intelectual aclarando de que este en su momento no hacía más que parafrasear a Santayana. Porque nada valida más una mentira que envolverla con el manto de la legitimidad ajena, proveyéndola de otra capa más que al desconocedor, o al vago intelectual, le parezca que la reviste de categoría académica indudable, ya que nos han “enseñado” que, si algo se encuentra citado pues debe de ser verdad.
Jorge Santayana fue un filósofo y ensayista español que desarrolló su cuerpo literario en los Estados Unidos, luego de haberse mudado hacia Boston cuando era bastante joven. Aparte de sus grandes aportes en la literatura y la filosofía en inglés, tanto por sus escritos como por la influencia que tuvo sobre personajes tan influyentes como T.S. Elliot y Bertrand Russell, Santayana dejó una obra bibliográfica de alto calibre como legado tocando temas sobre la filosofía moral que siguen siendo relevantes, al margen de sus otras carencias personales.
Como parte, tal vez central, de este legado se encuentra su obra La vida de la razón, publicada en inglés de manera original bajo el título The Life Of Reason: The Phases Of Human Progress. En este Santayana desarrolló su corpus filosófico sobre la ética. Entre todos los aportes que esta obra provee, uno de los más “populares” ha sido la frase de que “aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”. Frase que ha sido tergiversada de manera directa para sustituir pasado por historia creando una desconexión entre el sujeto y el contexto, que solo sirve para robarle la volición al individuo que se encuentra implícita en la frase original. Porque entre historia y pasado existe un espacio terriblemente insalvable que evita que el individuo se empodere sobre el fin real de la idea, la cual en el contexto en que ha sido escrita originalmente tiene un componente activo por parte del individuo como integrante de un todo social, no pasivo como espectador de la “historia”.
Una vez más, cuando nos adentramos en el contexto, vemos como este enriquece y le da más valor a la idea que Santayana perseguía transmitir.
“El progreso, lejos de consistir en cambio, depende de la capacidad de retención. Cuando el cambio es absoluto no queda ningún Ser para mejorar y ninguna dirección es establecida para una posible mejora: Y cuando la experiencia no es retenida, como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Aquellos que no pueden recordar su pasado están condenados a repetirlo.” (Santayana, 1905, P. 172).
Santayana nos habla de la riqueza del progreso como construcción iterada de la realidad a partir de los hechos y experiencias anteriores y nos alerta de que, al olvidar, obviar, o tergiversar aquellos procesos que ya hemos experimentado y que rechazamos como parte de nuestro pasado, estaremos condenados de manera inevitable a repetirlos ya que, para progresar, se deben de ir interponiendo las diferentes partes que componen este progreso y aceptando su justo valor dentro de esto.
Ya en nuestra última mención, traeremos a Edmund Burke a la conversación, quien es el tercero de los pensadores a quienes se le ha atribuido la popular frase sobre la repetición de la historia. Edmund Burke fue un reputado político, economista y escritor británico del siglo XVIII quien tampoco expresó tal frase, sino dos comentarios mucho más ricos en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa. El primero versa sobre como es imposible mirar hacia adelante sin tomar en consideración lo que nos ha precedido “La gente que nunca mira hacia atrás hacia sus ancestros, no mirará hacia adelante hacia la posteridad” (Burke 1790, P. 121). Y la segunda, donde abunda un poco más sobre un tema similar en el cual nos alerta sobre los peligros que nos persiguen al ignorar nuestro compromiso con aprender de la experiencia humana que nos ha servido de antecedente:
“Nosotros no sacamos las lecciones morales que pudiésemos de la historia. Por el contrario, sin el debido cuidado puede ser utilizada para viciar nuestras mentes y destruir nuestra felicidad. En la historia un gran volumen es desenrollado para nuestra instrucción, extrayendo los materiales de la sabiduría futura de los errores y enfermedades del pasado de la humanidad.” (Burke, 1790. P. 243)
Queda evidenciada, una vez más, la riqueza y la complejidad que realmente sustenta la apropiación que se le hace de la popular frase. Dejándonos Burke una visión bastante clara sobre el peligro, no solo de obviar las lecciones que la historia nos provee, sino que también nos alerta sobre como esta puede ser utilizada para viciar nuestras mentes y destruir nuestra felicidad. Previendo tal vez, el peligro de cómo la historia se disuelve en el discurso oneroso de los populistas y los intelectuales de redes sociales quienes la manipulan hasta que quepa en sus muy limitadas visiones de la realidad.
Tres cosas han de quedarnos clara al acercarnos al final de esta lectura. La primera es, que ninguno de los tres autores, a quienes popularmente se les atribuye la frase, dijo en ninguna ocasión la misma. Siendo quien más cerca se encuentra Santayana, pero con un contexto mucho más profundo y rico que la simple versión vulgar que se ha popularizado. En segundo lugar, que la idea de que la humanidad solo puede superar, a nivel personal y colectivo, las situaciones del presente a partir del estudio riguroso y contextualizado de los eventos y las experiencias del pasado, es una realidad que debe de ser enseñada en cada generación, so pena de padecer los mismos accidentes históricos a perpetuidad.
Y tercero, y tal vez más importante, que con la masificación del acceso a la información se han dado dos fenómenos altamente lesivos para el desarrollo de la cultura, la simplificación del conocimiento y su reducción a aforismos descontextualizados que no son más que eslóganes de mercadeo repetidos hasta la saciedad, al punto de carecer de valor real y efectivo; y el olvido del valor del conocimiento sistemático, organizado, argumentativo y colectivo.
En la antigüedad la libertad era ahogada bajo el yugo del silencio y la ignorancia, utilizando los mensajes simples y sencillos para poder mantener a las masas oprimidas y controladas. Hoy en día, la libertad y el conocimiento mueren abrumados por el ruido de millones de mediocres e intelectuales de redes sociales que fundamentan su conocimiento en sistemas educativos que no enseñan a aprender, en eslóganes y citas pseudointelectuales que les proveen de cierto sentido de superioridad y en una terrible falta de respeto ante el conocimiento estructurado y profesional.
Con el acceso irrestricto a la información, y la falsa certeza que proveen sitios como Wikipedia, todo el mundo sabe más que todo el mundo. Los comunicadores de noticias, los twitteros, los creadores de contenido, los generadores de clicks y likes tienen hoy tanta o mayor importancia en la creación de “la verdad” que aquellos quienes han dedicado su vida entera a la investigación y el estudio de una u otra rama académica.
En su momento las luces de la Ilustración fueron las lumbreras que iluminaron el camino hacia un futuro mejor. Hoy, son las chispas que han promovido la propagación de un fuego violento y salvaje en el que los analfabetos funcionales se han apropiado del conocimiento, socializándolo, humillándolo y reduciéndolo a un video de 10 segundos, una foto o 240 caracteres en una red social.
Referencia:
Burke, Edmund. 1790. Select Works. Reflections on the Revolution in France. Liberty Fund.
Santayana, George. 1905. The Life of Reason: Introduction and Reason in Common Sense.
Walter, Daniel. 2016. Condon misattributes quote to Churchill in the State of the City speech. Inlander. https://www.inlander.com/Bloglander/archives/2016/02/16/condon-misattributes-quote-to-churchill-in-the-state-of-the-city-speech
Hansard, United Kingdom Parliament. Orders Of The Day. Volume 301: Debated on Thursday 2 May 1935 https://hansard.parliament.uk/Commons/1935-05-02/debates/f5489411-f14f-44c6-8666-e26a0a32b761/OrdersOfTheDay
Citas en idioma original
Progress, far from consisting in change, depends on retentiveness.
When change is absolute there remains no being to improve and no direc-
tion is set for possible improvement: and when experience is not retained,
as among savages, infancy is perpetual. Those who cannot remember the
past are condemned to repeat it. (Santayana, 1905, P. 172)
“People who never look back to their ancestors will not look forward to posterity”. (Burke, 1790 P. 121)
"We do not draw the moral lessons we might from history. On the contrary, without care it may be used to vitiate our minds and to destroy our happiness. In history a great volume is unrolled for our instruction, drawing the materials of future wisdom from the past errors and infirmities of mankind. (Burke, 1790, P. 243)
Daniel Walter, https://www.inlander.com/Bloglander/archives/2016/02/16/condon-misattributes-quote-to-churchill-in-the-state-of-the-city-speech
Answer: What Santayana wrote (in The Life of Reason, 1905) was: “Those who cannot remember the past are condemned to repeat it.”
A search including key phrases (“remember the past”…”condemned to repeat it”) did not bring any results. So we are inclined to believe he never repeated Santayana in so many words. Churchill worried not so much that those who forget the past are condemned to relive it, but that the loss of the past would mean “the most thoughtless of ages. Every day headlines and short views.” (House of Commons, 16 November 1948)
But perhaps his best remark on the subject was this:
“When the situation was manageable it was neglected, and now that it is thoroughly out of hand we apply too late the remedies which then might have effected a cure. There is nothing new in the story. It is as old as the sibylline books. It falls into that long, dismal catalogue of the fruitlessness of experience and the confirmed unteachability of mankind. Want of foresight, unwillingness to act when action would be simple and effective, lack of clear thinking, confusion of counsel until the emergency comes, until self-preservation strikes its jarring gong–these are the features which constitute the endless repetition of history.”
—House of Commons, 2 May 1935, after the Stresa Conference, in which Britain, France and Italy agreed—futilely—to maintain the independence of Austria. (My book* page 490). (https://www.nationalchurchillmuseum.org/blog.html )