Decía el amigo Marshall McLuhan a finales de los 60 y principios de los 70 que el mundo se había reducido a una aldea global debido a la interconexión a escala universal del hombre producida por los medios electrónicos de conexión. Eso era hace sesenta años. Hoy afirma Sergio McLuhan (¡ese soy yo!) somos un balón de fútbol mundial y en quince años seremos una pelota de tenis mundial, o tal vez una belluga o canica de las que los prehistóricos casi octogenarios jugábamos de pequeños.

El mundo, dicen los geógrafos y científicos gira una vez cada veinticuatro horas, pero con todos los inventos virtuales y no virtuales ese espacio de tiempo de ha reducido a un par de minutos. Lo que pasa en Tokio se sabe en Katmandu, en Pretoria o nuestro Junumucú en solo segundos. Las cosas en este planeta cambian, unas para mejor y otras como dice aquel merengue para dar un pasito para atrás, por favor, pues no todo puede ser bueno.

Ahora se ponen muchos puntos sobre las íes y las valoraciones en su justo sitio conceptual, por eso toda justicia y para evitar denotaciones peyorativas los ciegos son invidentes, los sordomudos son sordos y los tullidos son discapacitados, y los homosexuales masculinos gay.

Pero hay dos cosas que no han cambiado y que a mí personalmente me parece que deberían hacerlo y rápido, muy rápido, por aquello de lo mencionado anteriormente de los puntos sobre las íes. Estas son los Himnos Nacionales y los Desfiles Militares.

Los primeros, los Himnos, son cantos que ensalzan el patriotismo a través de músicas y cantos por lo general muy emotivos y entusiásticos para refirmar la independencia de los países y de alguna manera narrar sus sacrificios y gestas guerreras a menudo sangrientas y de muchos sacrificios para lograrlo.

Los segundos, los desfiles, los de los soldados a paso marcial, uniformes lavados y almidonados y cocotes estirados al máximo para mostrar al mundo un potencial bélico del que en muchos casos no se dispone y de paso amenazar o amedrentar a presentes o futuros enemigos.

Ahí está el himno norteamericano diciendo en una de sus estrofas ¨su sangre ha limpiado la contaminación de sus sucios pasos, ningún refugio podrá salvar a los mercenarios y esclavos de temor, la huida o la tristeza de la tumba¨ una letra que leída en crudo deprime y entristece. O el himno francés conocido como la Marseillaise, posiblemente el más sonoro y bello pero tan beligerante como sanguinario ¨escucháis por los campos rugir a esos feroces soldados pues viene a degollar a nuestros hijos y a nuestras esposas, que una sangre impura riegue nuestros campos¨.

El himno español es un caso aparte, una curiosa excepción, porque es una marcha que no tiene letra y el público de ese país lo máximo que puede hacer con una cierta frustración es solo escucharlo o tararear humm, humm, humm, humm pero que si la tuviera seguro que hablaría de cabezas cortadas al enemigo y cosas por el estilo.

El himno catalán en uno de sus pasajes dice ¨qué tiemble el enemigo viendo nuestra enseña¨ y repite varias veces ¨bon cop de falc¨, o sea, un buen tajo dado con la hoz de segar los campos en alusión a cómo le cortaron la cabeza al conde de Santa Coloma, virrey de Catalunya, en la guerra de esta nación contra España y Francia en 1640.

El nuestro, el dominicano, con una música y letra fuera de serie tampoco se queda manco en el asunto de guerras y batallas con lo de ¨en bélico reto de muerte sus cadenas de esclavo rompió¨ o ¨y su lema es ser libre o morir¨ y el fabuloso final ¨que si fuere mil veces esclava otras tantas ser libre sabrá¨.

Y así podríamos citar muchos himnos de todo el planeta y yo creo que cuando se les oye en el fondo o en la superficie incitan al conflicto, a tomar las armas, a combatir a los enemigos y eso ya no debería ser, la paz debe ser un objetivo mundial que debe conseguirse a toda costa.

Hoy las cosas han cambiado, ningún país va perder su independencia, ni siquiera la de Ucrania a manos de Rusia, o la nuestra por las utópicos e imposibles deseos de nuestros cercanos vecinos, por lo que los himnos deberían ser con músicas y letras más hacia la concordia, más hacia la amistas, más del tipo Marca País.

Canciones de armonía. Por ejemplo /Somos un país alegre y amistoso/nos gusta cantar tomar y bailar/ gente que ama vivir y gozar/ tenemos ríos, montañas y playas hermosas/ donde todo el año poder tomar el sol y nadar/ por eso te invitamos a que pronto nos vengas a visitar/ Ya sé que los patriotas en estos momentos estarán echando chispas hasta por los codos, pero es una propuesta que merece ser estudiada.

Lo segundo, los desfiles militares deberían cambiarse los batallones de militares con sus armas aterrorizantes por compañías de intelectuales, de pensadores, de escritores, de filósofos cargando al hombros su libros y publicaciones en lugar de fusiles con bayonetas caladas.

Compañías de niños prodigio de una excelente educación que con doce años ya están en las universidad entendiendo la mecánica cuántica, de inventores notables, de artistas de verdad sin rapear, músicos con sus instrumentos, cantantes interpretando a Verdi, a Rossini, a Puccini…

Y en lugar de desfilar los tanques y cohetes intercontinentales con sus amenazas de muertes atómicas que sean camiones cargados con mangos, aguacates, habichuelas, verduras, exhibiendo productos de los campos en abundancia para alejar el fantasma del hambre en el mundo.

Si algún día llegamos a lo que proponemos y hoy que pueden parecer disparates, el mundo habrá dado como decía el astronauta Neil Armstrong un pequeño paso para el hombre pero grande para la humanidad. Y no tan pequeño, diría yo.