Al igual que un ladrón que se escabulle sigilosamente en la oscuridad, de manera gradual se está produciendo un cambio que no se limita a una simple modificación lingüística o simbólica. En su esencia, este cambio es el resultado de un proceso de adaptación a la creciente diversidad cultural, los movimientos migratorios y la secularización en los países occidentales con raíces cristianas. En anuncios, tiendas, mensajes, cine, redes y televisión, resuena el mensaje que dice "Felices fiestas". ¿Qué ocurrió con el tradicional "Feliz Navidad"?

Este cambio no es casual, sino una transformación cultural que busca acomodar las tradiciones a una diversidad creciente. Sin embargo, plantea interrogantes sobre el equilibrio entre la inclusión y la preservación de las tradiciones. Una de estas preguntas es si estas expresiones, que pueden parecer inclusivas, son, en realidad, una homogeneización cultural y una pérdida de identidades locales.

La diversidad cultural no es un fenómeno exclusivo de la época moderna ni de los procesos contemporáneos. A lo largo de la historia, las civilizaciones han estado marcadas por interacciones y sincretismos culturales, como lo evidencian las expansiones imperiales, el comercio y las migraciones. La colonización de América y África fue un proceso cargado de intercambio cultural, pero también de imposición de estructuras de poder y dominación que afectaron profundamente a las culturas de los grupos originarios, como los indígenas y las comunidades africanas. El avasallamiento, la imposición, la destrucción fue la respuesta colonial a la diversidad, mientras las culturas locales desarrollaban estrategias de supervivencia, resistencia, persistencia y sabiduría creativa para reafirmar su identidad.

Lo novedoso hoy es que este fenómeno se vive de manera más abierta, inclusiva y protegida por normas legales y movimientos sociales que no solo buscan el reconocimiento de las diferentes culturas, sino también su promoción. Este cambio tiene implicaciones profundas en la forma en que nos relacionamos a nivel global, pero también plantea nuevos retos, como la preservación de las culturas locales y la tradición frente a la homogeneización cultural promovida por los medios y la globalización.

Este fenómeno es más complejo que su reducción a una teoría de relaciones binarias de poder entre países colonizadores y colonizados, sin ignorar el papel determinante que tienen estos países en los medios de comunicación, las plataformas digitales y las grandes corporaciones vinculadas a la economía de mercado para imponer valores dominantes en nuestras sociedades. Además, este cambio cultural no se limita a un cambio lingüístico o simbólico, sino que responde a transformaciones profundas en la manera en que las sociedades abordan la religión, la diversidad cultural y los derechos individuales.

La secularización ha reducido la influencia de las instituciones religiosas, especialmente en países occidentales como Estados Unidos, Europa y, en menor medida, Latinoamérica, donde el cristianismo ya tiene menor centralidad que en siglos anteriores. En Estados Unidos, por ejemplo, se está dando paso sigilosamente a expresiones como "Felices Fiestas", con lo cual buscan incluir a quienes celebran otras festividades en diciembre, como Hanukkah o Kwanzaa, que coinciden con la Navidad.

El Kwanzaa, celebrado del 26 de diciembre al 1 de enero por algunas comunidades afroamericanas, promueve la identidad cultural y la unidad, mientras que Hanukkah, o la Fiesta de las Luces, conmemora la reedificación del Segundo Templo de Jerusalén y se celebra a finales de noviembre o principios de diciembre.

Este cambio ocurre en un contexto cada vez más plural, donde los Estados buscan ser neutrales respecto a las creencias religiosas, especialmente en ámbitos legales y educativos, para evitar acusaciones de discriminación. En Estados Unidos, la comunidad judía, con una fuerte influencia cultural, económica y política, ha promovido el respeto hacia sus tradiciones religiosas, lo que ha favorecido el uso de expresiones no exclusivas del cristianismo.

La Primera Enmienda de la Constitución de EE. UU., que establece la separación entre Iglesia y Estado, ha impulsado la adopción de términos más inclusivos como "Felices Fiestas" en espacios públicos y corporativos, para evitar conflictos legales. En Latinoamérica, aunque históricamente cristiana, la adopción de este cambio refleja tanto la influencia global como el reconocimiento de una diversidad religiosa creciente, aunque todavía persiste una preeminencia de la expresión “Feliz Navidad”. Estos cambios no han estado exentos de tensiones, especialmente entre sectores de las iglesias cristianas de raíces evangélicas o protestantes, que consideran que este cambio erosiona las tradiciones y valores fundamentales del cristianismo.

Los movimientos migratorios juegan un papel fundamental en este fenómeno, transformando tanto el paisaje cultural como el lingüístico de las sociedades receptoras. Los migrantes, al trasladarse a nuevos países, traen consigo sus tradiciones y festividades, como el Eid al-Fitr del Islam, el Diwali hindú o el Año Nuevo Chino, lo que no solo enriquece la diversidad cultural, sino que también desafía las tradiciones locales.

En Europa, los movimientos migratorios provenientes de países de mayoría musulmana, como Turquía, Marruecos, Siria y Afganistán, han impactado la demografía cultural y religiosa, lo que ha influido en la visibilidad de festividades musulmanas y la diversificación del calendario festivo. Esta creciente diversidad religiosa ha impulsado la adopción de expresiones más inclusivas y neutrales, como "Felices Fiestas", en lugar de las asociadas exclusivamente al cristianismo, como "Feliz Navidad". Aunque las festividades musulmanas aún no han sido oficializadas en muchas regiones, la presencia de estas comunidades ha contribuido al surgimiento de un lenguaje y prácticas que reflejan una mayor pluralidad cultural y religiosa.

Por tanto, los movimientos migratorios son puentes para el intercambio cultural y la transculturación. Pero este proceso no ocurre en un vacío. La globalización actúa como un amplificador, permitiendo que las tradiciones de las comunidades migrantes se difundan más allá de los países receptores. La diáspora judía en Estados Unidos, por ejemplo, ha impulsado la visibilidad de sus tradiciones, que luego son adoptadas indirectamente en países latinoamericanos mediante la influencia cultural estadounidense.

De manera similar, los migrantes latinoamericanos en Europa o Estados Unidos asimilan cambios culturales que luego transmiten a sus países de origen, como es el caso de las festividades del Día de Acción de Gracias y el Viernes Negro, que están siendo gradualmente adoptadas en los países latinoamericanos.

En contextos migratorios, las generaciones nacidas en los países receptores suelen tener un enfoque más pluralista y cosmopolita. En Estados Unidos, los hijos y nietos de migrantes tienden a identificarse menos con una única tradición religiosa o cultural, favoreciendo un lenguaje inclusivo que refleje su realidad diversa. Este fenómeno se manifiesta en expresiones culturales, como el uso de "Happy Holidays" por parte de grandes marcas y corporaciones, que buscan apelar a un público amplio y diverso.

Los movimientos migratorios son tanto un reflejo como un motor de los cambios culturales, y su impacto en expresiones como "Felices Fiestas" es innegable. Este proceso enriquecedor plantea un debate central para el presente y las próximas décadas, a medida que los movimientos migratorios sigan moldeando la identidad cultural global cómo conservar las identidades locales y nacionales, cómo evitar que la secularización no lleve a las sociedades al vacío existencial y anule fundamentos que han sido vitales en el cohesionamiento social y la construcción de identidades.