Hace una semana, Pedernales ocupó la atención de algunos medios nacionales por una especie de tragicomedia ocurrida a partir del “hallazgo” de currículos de postulantes perremeistas a empleos públicos tirados en un lugar baldío del barrio Nuevo Amanecer.

Como en gran parte del país, el oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM) sufre en esa provincia sudoestana tensiones internas arrastradas desde la campaña electoral que terminó con la victoria en las presidenciales del 5 de julio de 2020. Tensiones que ahora han aumentado con el pugilato del ejército de desempleados ante una oferta pública desnutrida.

En realidad, si Pedernales tuviera fuentes de trabajo digno para satisfacer la demanda de 5 mil empleos, habría pasado inadvertido el despliegue mediático morboso sobre los currículos botados en el lugar de alta visibilidad y el discurso altisonante articulado sobre la escena.

Hay que ponerse los zapatos del otro para comprender qué significa la incertidumbre de levantarse cada día sin los pesos de la comida de los hijos. En Pedernales, muchísimas familias sufren esa tragedia. Y amén de colores partidarios, todas son dominicanas. Su situación de vulnerabilidad da pena.

Ese drama debe de tocar las fibras de los tomadores de decisiones en el Gobierno para que actúen sin dilación. Porque ese pueblo no aguanta más.

El presidente Luis Abinader reverdeció las esperanzas de los pedernalenses con sus anuncios reiterados sobre grandes inversiones para desarrollar el turismo. Nada mal. Sólo los rumiantes de siempre pretendieron echarle un mar de dudas a sus palabras.

Se sabe que el Gobierno viene con aprietos económicos, agravados por la crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2, causante del COVID-19. Pero eso no ha ser una excusa para ejecutar planes de emergencia. Cuando hay voluntad, todo fluye.

Pedernales urge la reactivación de su economía. Las anteriores autoridades dejaron una deuda social acumulada inconmensurable. Gastaron el tiempo en promesas y en figureos mediáticos. Dos o tres acumularon millones mientras la población empobrecía con cada despertar.

Hay obras que el Ejecutivo podría emprender sin dilación. Su construcción es imprescindible de cara a cualquier inversión en turismo. Y generarían, rápido, decenas de empleos directos e indirectos temporales. Así se aliviarían las presiones sociales.

Por ejemplo, un relleno sanitario y una planta de tratamiento de aguas residuales y un relleno sanitario, más la instalación del 9-1-1.

Desde Trujillo, el municipio cabecera tiene un botadero de desechos sólidos, camino a Anse –a- Pitre.  Con el tiempo, cada vez más personas desparraman en la carretera que lleva a Cabo Rojo desperdicios de sus casas, incluidos animales muertos y objetos  biodegradables a muy largo plazo, como los plásticos.   

Botar basura en este tiempo es un crimen. Y peor si es a cielo abierto. Un crimen porque la recolección, tratamiento y disposición de la basura debería ser fuente de empleos para mucha gente.

Y un crimen por el impacto negativo en el medioambiente y en la salud colectiva, además de la imagen desagradable que se llevan los visitantes acerca de quienes viven en la comunidad.

Pedernales urge una planta de tratamiento de aguas sanitarias. La pluviometría de la provincia es baja. El río es insuficiente para abastecer la creciente población. Y será peor con el turismo, salvo que haya grandes inversiones para aprovechar los acuíferos.

La población ha descubierto la solución de los pozos tubulares. Hay mucha agua subterránea. Cierto. Pero los sépticos y las letrinas abundan por doquier, infiltran la capa freática y pudren esa agua. La sobrecargan de parásitos y bacterias. Luego, nos encaminamos a ser un pueblo enfermo, por las enfermedades hídricas (gastroenteritis, hepatitis, giardias, amebas, E. coli, escabiasis, erupciones cutáneas).

La planta de tratamiento resolvería ese problema. Su edificación ayudaría también a paliar el grave déficit de empleos.

Si además el Gobierno instala el Sistema Nacional de Emergencias, o 9-1-1, seguro que Pedernales tendría más control de la delincuencia creciente y un respiro económico de cara a las navidades y a las esperadas inversiones turísticas.