Vivimos días muy tumultuosos. Con solo echar una sencilla mirada a lo que ocurre en nuestro entorno tenemos suficiente para llegar a esa conclusión.
Dominan el panorama los fuegos, destacando los forestales y de vertederos, en el país y en otras muchas partes del mundo. Diversidad de actividades relacionadas con la Semana Santa, desde religiosas hasta de vacaciones o simplemente como descanso, también son muy comunes en estos días.
Pero entre tanto tumulto resalta lo que ocurre, a nivel nacional e internacional, con personas cuyas posiciones, actuales o recientes, las convierten en referentes para la sociedad. Muchas de ellas son consideradas como líderes, con su consecuente incidencia en lo que ha de pensar y hacer mucha gente, y en el mismo futuro de la sociedad.
A modo de botones para muestra, veamos tres casos. Mucha gente se queda con la espectacularidad que ha caracterizado gran parte de su trayectoria, pero lo de Donald Trump representa un caso sin precedentes: es el primer presidente estadounidense en afrontar cargos penales. De hecho, previo a su comparecencia para escuchar los cargos, se tenía la incertidumbre en torno a si se le vería esposado o a si quedaría bajo arresto.
En “la mitad del mundo”, un contrato de la empresa pública Flota Petrolera Ecuatoriana (Flopec) con la compañía Amazonas Tanker Pool se ha convertido en detonante para un juicio político que podría marcar el final del ejercicio presidencial de Guillermo Lasso, acusado de peculado en su país.
En República Dominicana, aunque muchos se quedan a nivel de medir quién puede resultar más malcriada, en caso de que se necesite, se ventila un proceso que, a partir de lo que ha trascendido mediáticamente, envuelve una suma superior a los RD$19,000 millones, pero, si se une a otros sonados casos, estamos hablando de un monto superior a los RD$30,000 millones.
Escribir esa cantidad es fácil y hasta sirve como referente del ritmo a que colectivamente se ha ido perdiendo la capacidad para asombrarnos. Pero si revisamos, encontraremos que se acerca bastante a la suma que la República Dominicana enarboló como Presupuesto General del Estado para 1997.
Alguien podría argumentar que de eso hace mucho tiempo y que hemos crecido grandemente, pero el alegato queda corto cuando se cae en la cuenta de que nos referimos a un dinero para el que cuenta hasta el más mínimo centavo que aportamos quienes pagamos los impuestos, aunque no estemos satisfechos con lo que “recibimos” de vuelta.
En medio de tanto tumulto, estas tres muestras, a nivel mundial, regional y nacional, sirven para caracterizar una época en la que, a fuerza de sobreinformación, se encargan de aniquilar las posibilidades de que gestionemos de manera adecuada sentimientos, emociones y acciones que nos ayuden a “levantar cabeza”.
Incluso, otro riesgo es, quizás persuadidos por la acostumbrada reacción primaria al título de este breve escrito, limitarnos a tomar partido y sumarnos al coro de quienes defienden a capa y espada a una de las partes. Así, aunque no reparemos en ello, terminamos sirviendo al interés de quien ha descubierto la perversa ventaja de distraer, como mecanismo para desviarnos de lo esencial y poder operar en “cancha libre”.
Ojalá que tiempos como la Semana Santa sirvan para que caigamos en la cuenta de la importancia de pensar con cabeza propia, aprender de los errores y procurar el avance sostenible.