Cuando se habla del asesinato, en Dajabón, del joven emepedeísta Henry Segarra de los Santos (25 años de edad), surge sin fisura el nombre de Chicho Ventura como responsable directo del abominable hecho de sangre.

Así, en la obra 12 años de sangre, sudor y lágrimas, de Sócrates Segarra, hermano de Henry, se lee: “Chicho Ventura era quien torturaba a Henry e indiscutiblemente lo ejecutó” (ed.2021. p. 66). Igual juicio subyace en Henry sin página en blanco…, del mismo autor. Y en entrevista con el comunicador Fausto Rosario (noviembre ’23) se refiere a Chicho como “el sicario” que asesinó a su hermano. Es el juicio común….

Persuadido por la certeza de que quien se granjea mala fama con frecuencia carga con culpas ajenas, me animo a presentar la versión del sentenciado, la que cavila en mi cabeza desde hace largos años. Conste que, tras más de medio siglo, no pretendo mermar convicciones; solo, en lo posible, afinar la puntería.

Ocurre que el militar Belarmino Ventura Sánchez, alias Chicho, era compadre dos veces de mi padre Isidoro Martínez Abreu. Ambos convivían con dos hermanas: Chicho con María, alias Tola, e Isidoro, con Carolina mi madre (De María decían sus coetáneos que era una de las mujeres más elegantes de toda la región).

En las vacaciones escolares solía yo visitar la casa de tía Tola, situada en la periferia del campo de aviación, en Sabana Santiago (La Aviación), en la provincia Dajabón. Allí, a 25 km…, compartía con mis primos.

Mientras cursaba el bachillerato, en Loma de Cabrera, me relacioné con el padre Dubert, y pronto cargué con el socorrido calificativo de “cabeza caliente”, seguido del de “comunista”.

Correspondió al segundo teniente Chicho Ventura advertir a mis padres sobre los peligros que gravitaban sobre mí existencia. Chicho tenía más de 500 compadres y comadres, y conocía los entresijos de la represión local. Fue suya la recomendación de que me sacaran de la provincia: “No pierda tiempo compadre, porque lo vamos a perder”, aconsejó.

Fui enviado a Los Pepines, en Santiago, donde una tía. En el liceo Onésimo Jiménez terminé el bachillerato, y poco después ingresé a la universidad….. De visita en Dajabón durante los primeros años de estudios universitarios, tuve contacto con Chicho alguna vez. Luego el tiempo, la distancia y los compromisos impusieron su ley, y perdí toda cercanía.

Para julio, 1969, Henry Segarra acompañado de Rafael Belliard, nos visitó en Loma de Cabrera. Yo, aunque estaba invitado a la reunión, no asistí; tuve que viajar a Santiago de la Cruz (10 km de distancia), y cuando regresé, ya Henry y su “amigo” se habían retirado.

Luego, por temor a los peligros, tras el “terremoto local” causado por el asesinato del amigo Billo -muerto en “preparación” de una visita del presidente Balaguer-, hui de Loma de Cabrera, y radicado en la capital, permanecí pila de años sin volver.

Una tarde, mientras visitaba a mi primo, el ingeniero Belarmino hijo, en el barrio Luperón, fue sorpresa para mí encontrarme con su padre, Chicho, a quien no veía desde hacía cerca de 20 años. En cama, muy enfermo, me miró con ansiedad. Al reconocerme, me abordó en el acto: “Hace años que quería verte” -me dijo con voz entrecortada. Y de sopetón, como si presintiera que se le acababa el tiempo, continuó: “Quiero que sepas que yo no maté a Henry Segarra. Yo no tuve nada que ver con esa muerte…”.

En ese momento se acercó la esposa de Belarmino, y Chicho hizo silencio. Yo, apremiado por los compromisos, me despedí casi al instante, no sin antes desearle pronta recuperación. Me miró derrotado, y bajó la cabeza. Mientras me alejaba acuné la idea de volver a hablar con él; lo que no fue posible. Su salud empeoró, y poco después lo regresaron a Sabana Santiago, Dajabón, donde murió de un edema pulmonar, el 15 de agosto de 1996, a los 80 y tantos años de haber sido declarado, ya tajalán… un 12 de agosto de 1912.

Supe, hace poco, que mi hermana Nelly, su ahijada querida, llegó a hablar con él en los días de la desaparición de Henry. La llamé al exterior para cerciorarme. Él le negó con lágrimas ser el ejecutor de ese crimen. Dijo estar convencido de que el coronel Almonte Mayer había dado la orden…, y que el teniente Medina lo había matado a golpes en la celda, con una manopla de hierro. Creía que el cadáver había sido enterrado o arrojado en algún socavón, en el paraje de Cayuco, al norte del cuartel de la localidad.

Chicho Ventura era oriundo de Mao; nació en el barrio Sibila de una mujer muy humilde apodada Mocha, y del empresario Daniel Sánchez, panadero y fabricante de bollos y tabletas azucaradas de cacao. Llegó a Dajabón a lomo de mulo, en los años 40. Vendía de los bollos y tabletas que fabricaba su padre. Se le conoció entonces como “El Cacaero”.

Una noche, enamorado en una fiesta en el paraje de Campeche, el campesino Augusto Cabral, celoso, le dio un palo en la cabeza que lo bañó en sangre. Casi le quita la vida. Fue socorrido por conocidos. Regresó a Mao tan pronto pudo.

Durante algunos años, en Dajabón no se supo de él. En ese tiempo ingresó al ejército y estuvo en San Cristóbal, donde se desempeñó como palafrenero de Trujillo. Se hizo compadre del “jefe”, y regresó a Dajabón como guardia raso, con sueldo de ocho pesos con cincuenta centavos. Una vez en esta aprovechó una fiesta en el mismo Campeche para darle un palo a Cabral, en venganza por el que había recibido años atrás. Así comenzó a ganar la fama que lo acompañaría el resto de su vida….