“Todos los hombres son creados iguales”. Thomas Jefferson, Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

En el fin de semana pasado terminé de leer las memorias de Viola Davis.  Hace más de un año leí la de Michelle Obama.  Quedé conmovida de tal manera con ambos que sentí debía escribir al respecto.

Becoming. Michelle Obama, abogada, ex primera dama (como si esto fuera un cargo) escribió sus memorias y ha paseado por el mundo contando a todos el contenido, con elegancia, convicción, humor, pero sobre todo conectando con nuestras emociones.  Mejor en ventas reconocido por New York Times, entre otros.

Finding myself. Viola Davis, actriz, ganadora de premios Oscar y Tony, escribió sus memorias.  Hizo un especial con Oprah Winfrey para Netflix, promoviendo el mismo, conectándonos a sus emociones, dramática. Su gira promocional apenas comienza.

Compasión, empatía, admiración son algunas de las emociones que me despertaron estas memorias. La diferencia y la similitud de las historias tiene mucho que ver con el nivel de pobreza, la familia de cada una y la relación con Dios de cada una. La similitud radica en el racismo sistémico de los Estados Unidos de América, y la fuerza interior de estas mujeres para sobreponerse a sus circunstancias.

Michelle Obama recuerda cómo su familia vivía en el lado sur de Chicago, compartiendo casa con una tía.  De hecho, al parecer tíos y primos compartían el mismo barrio y su comunidad de vecinos era también su familia.  Su casa era humilde, pero vivible. Sus padres trabajaban muy duro para darles una educación, una vida digna, sin embargo, nunca tuvieron acceso a una casa.  La madre de Michelle primero y su esposo Barack Obama después, son la piedra angular de su vida, quienes le inspiran y enseña que puede tener una vida mejor, cada uno a su manera.

Viola Davis de su lado describe su vivienda como el “128” como la casa del terror.  Un apartamento en un edificio abandonado, infestado de plagas, sin calefacción, ni electricidad, a veces hasta sin agua.  Su familia estuvo impactada por la terrible violencia familiar, su padre golpeó e intentó matar a su madre de forma inmisericorde y por años.  Es perturbador el relato de la conformidad de su madre.  La hermana mayor de Viola juega el papel maternal y es la fuente de inspiración y fuerza para luchar por sus sueños.

Dramática diferencia entre las casas de Michelle y Viola.  Michelle era pobre, pero Viola estaba por debajo del límite.  Increíble historia en una de las potencias económicas mundiales.

El padre de Michelle fallece enfermo, por ni siquiera pensar que podía tener acceso al cuidado médico; fallece y su madre cría a sus hijos sola.  El padre de Viola, era alcohólico, violento e irrespetaba a la madre de Viola; una carga más aparte de la pobreza.  La madre de Viola una mártir, también mantiene sola a sus hijas.

Éstas era solamente algunas de las terribles circunstancias de las vidas personales de cada una, y a las cuales tuvieron que sobreponerse, desarrollarse y alcanzar lo que parecía imposible.

En este ambiente adverso, Michelle ingresó a Universidad de Princeton, trabajó en una gran firma de abogados, llegó como primera dama a la Casa Blanca; no obstante, nos cuenta en su libro que ha padecido el síndrome del impostor y tuvo que aguantar en la Casa Blanca los peores ataques, a su persona, a su dignidad.

Leyendo a Viola me luce que padece el mismo síndrome a pesar de haberse graduado de Julliard, trabajado en Broadway y Hollywood, y ganado los premios Tony y Oscar.

Las memorias de Michelle y Viola se constituyen en una catarsis psicológica, en un testimonio de unas vidas difíciles y exitosas, comunes y excepcionales.  Todos tenemos la chispa de acariciar un sueño, y lograrlo.  Después que se alcanza, sin embargo, hay que respirar y evaluar.  Los relatos de Michelle y Viola nos enseñan esto.

Todos tenemos derecho a aspirar a vivir con el reconocimiento de nuestro entorno, de que nos miren y perciban como iguales.  De poder actuar y vivir como iguales entre personas, sin ser discriminados por la raza, religión, género o situación económica.

Ambas memorias ponen de manifiesto la terrible desigualdad social en razón de la raza y el origen que existe en la autoproclamada catedral de la democracia y los derechos:  los Estados Unidos de América.

Revela cómo sus padres fueron excluidos del acceso a mejor educación, mejor vivienda, mejor servicio de salud.

Las vidas de Michelle y Viola nos muestran, sin embargo, que en medio de tanta discriminación, exclusión y violencia, soñar no es gratis ni fácil para muchas personas, que requiere de lucha, perserverancia, de renunciar a la autocompasión, de mucha fuerza y convicción.

Tanto Michelle como Viola nos cuentan lo que hicieron para alcanzar sus sueños.  Nada de esperar sentadas junto a la ventana.  Se lanzaron contra todas las probabilidades, lucharon, cayeron, se levantaron y continuaron, fueron consistentes en sus esfuerzos.  En el camino construyeron su red de apoyo.

Michelle Obama y Viola Davis en sus memorias nos cuentan que soñar hay que reconocerse con la dignidad de ser criaturas de Dios.  Y de acción perseverante y consistente.