Con la música, no puedo adaptarme a los tiempos modernos. Sigo disfrutando de un buen ron dominicano, un puro de la calle el Conde donde me cobran como si fuera turista y escuchando a Lucho Gatica, José José, Tito Rodríguez, López Balaguer, Fernandito Álvarez, Toña la Negra, La Lupe, Daniel Santos, Joseito con la Santa Cecilia en esa joya de merengue que dice “jardinera, tú que estas tan triste, pero que fue lo que te pasó… fue la camelia que se rompió, dio dos suspiros y se murió” y por supuesto a Buena Vista Social Club, al ritmo de un son clásico “de Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto y voy para Mayarí”.

Pero me intrigaba ver todos los días en la prensa algo de Tokischa. Nunca le preste atención ni leía los detalles. ¿Por qué iba a hacerlo si hay tantas noticias importantes que debo leer para mantenerme actualizado de lo que pasa en el mundo y en el país? La inflación, la invasión rusa a Ucrania, los aumentos de los tipos de interés, la amenaza de una virtual recesión y los problemas domésticos que nunca acaban.

Y mientras estas noticias económicas eran marginales en la prensa local, seguía el Tokischa esto y el Tokischa aquello.

Así que decidí adentrarme al mundo de Tokischa. Dos horas leyendo entrevistas y escuchando sus videos y empecé a comprender quién era el personaje. Y lo que más me sorprendió fue la forma natural e irreverente en que iba hilvanando la historia de su vida. En tal año comencé a drogarme, después me prostituí, prefería cogerme viejitos que venían de turistas, tenía mi perro macho que me atendía y hacíamos orgías y triángulos amorosos, hasta que me adentré en el mundo de la música.

¿Mundo de la música? Para entender el asunto busqué entonces los videos de sus canciones. Nada diferente. Hablaba exactamente de lo mismo.

Pero sentí que esta mujer, totalmente desinhibida y desnuda de mente, tiene talento. Que las letras de su música eran las letras de su vida y la vida de millones de jóvenes que pasan vicisitudes para lograr superar el trauma y la miseria de su azarosa vida en busca de la sobrevivencia. Era un reflejo puro de una parte de la sociedad que muchos desconocemos.

Me topé con uno de sus videos en un estudio de música. Mientras el conductor ponía un disco a ritmo de rap, ella improvisando, comenzaba “Hm, Am, Hm, Am” y entraba de lleno a sus temas preferidos, con crudeza, con ritmo, con armonía “papi no me falles que por ti salí de la calle, no me falles que es muy difícil sacar a un cuero de la calle”.

Más recientemente aparece en grandes espectáculos, nada menos que con Madona, y está llenando todos los lugares donde se presenta con su estilo particular, sexualidad extrema y palabras incandescentes.

Hoy Tokischa debe ser muy rica porque tiene fans hasta en la luna, aunque siempre generando el rechazo y la crítica de una parte de la sociedad avergonzada e indignada por tanta irreverencia.

¿Cómo está la cosa hermano? “jodida primo, pero voy al estadio esta noche”. Bad Bunny llenó dos noches corridas el Estadio Olímpico en un evento de puro perreo, donde Tokischa, invitada a subir al escenario, generó un pandemónium: “Ser perra está de moda y es tendencia nacional”.

Y esas boletas no la compraron gente de la calle sino la clase media y alta del país. O sea, Tokischa ya penetró en todos los estratos sociales.

Definitivamente, la música creada por movimientos “underground” y nacida en las calles de Nueva York hace un par de décadas ha dado origen a los estilos de música que más se escuchan hoy en día y sus letras contienen mensajes que reflejan lo que sucede en realidad es ese llamado mundo subterráneo o bajo mundo, que merece ser mejor estudiado para entenderlo.

Aunque los representantes de la música urbana se bañan de dinero y copan el gusto de una gran parte de la juventud (y de muchos viejucos), yo sigo con lo mío. Pero los tiempos cambian y hay que aceptarlo.

Recuerden a Elvis Presley, cuando sus movimientos de cadera bailando el rock en los 60 causó escándalo en la sociedad conservadora norteamericana que calificó su ritmo un culto a la música negra contraria a la moral de la cultura blanca. Payasos.