En una reciente fílmica que cayó en mis manos hace solo un mes se nos presenta a un hombre vestido de negro. El personaje lleva un sombrero blanco y luce terrorífico. En la fílmica se nos remite a un momento único en el que este, junto a sus amigos, le rinden pleitesía al Barón del Cementerio. Sobre esta ceremonia pronto –muy pronto– me doy cuenta de que este es un universo que dominan muy bien los folkloristas (de ambas partes de la isla).
Desde hace muchos años –en el caso de Haití–, se nos muestra todo en términos filmográficos (pienso en la película de Wes Craven, La Serpiente y el Arcoiris). Otros citarán la temerosa Angels Heart de Alan Parker, 1987 (con Robert De Niro, Lisa Bonet y Mickey Rourke), pero también la más reciente Zombi Child (2019), bastante moderna.
Al correr de los años, en el caso de los rituales de la religiosidad popular dominicana, estos son tomados como únicos y quien quiera grabarlos –ahora con el celular–, solo tiene que apersonarse y creer (o fingir creer) en lo que allí se hace. Anaísa, dirá, Anaísa. En tono de broma me gusta recordar las palabras de una bella amiga: Belié Belcán, Belié Belcán!, al tono de los misterios. Algunos conocedores no olvidarán a Santa Marta y las 21 divisiones. Hace unos días, alguien me mencionó a Papá Candelo. Esta religión tiene “luases” que son muy seguidos por su feligresía. Como la población taína tenía sus dioses, nosotros tenemos los nuestros. Puedes decir esto también sobre las culturas maya e inca.
Como sabemos hoy, el surgimiento de una pandemia con las nuevas variantes Delta y Omicron, –y ahora la Deltacron en Chipre, su descubrimiento fue publicado hace unas semanas– hace más dramático el asunto haitiano. En los últimos años, es un tema recurrente la insalubridad en que allí se vive. Por ahora, no necesita el lector ir a una fiesta de palos para entender la dinámica haitiana. El que ve la película –me refiero a la de Craven–, ve que esta es una de las más fantásticas fílmicas que puedes ver en su vida. Es una película que puedes repetir dos veces o más y no te cansas.
Recuerda hoy el lector al Ti Noel de Alejo Carpentier en el Reino de este Mundo? Se acuerda el lector del libro editado por el Banco Central Dominicano, La Metamorfosis de Mackandal en el que Manuel Rueda, –con gran maestría– recrea la vida de un negro en las plantaciones? En caso de la respuesta ser positiva, puede el lector decir que somos hijos de la memoria. En nuestra historiografía, hay muchos libros cuyo tema resulta ser la interacción de los esclavos y sus amos en la colonia. Con el telón de fondo del azúcar, por supuesto. Uno de esos esclavos era Mackandal (que podía convertirse en un insecto como Samsa). Entre otros, este tema está cronometrado con lucidez y dinamismo en el libro American Gods de Neil Gaiman. Hoy creo que se puede comprar por Amazon. Y eres parte del misterio. Como cuando vas a una iglesia –de cualquier denominación–, comienzas a ver que el tema es seguir el ritmo de la ceremonia. Hay una característica particular en las liturgias de muchas religiones. Lo que hace un sacerdote de la Iglesia Católica, no es lo mismo que hace un sintoísta en Japón. Lo que hace un sacerdote anglicano no es lo mismo que hace un mormón en términos rituales.
Fui hace años al mercado de Dajabón. No me canso de mencionarlo: allí se conjugan el ansia económica y lo paupérrimo: pollos, zapatos, ropa, ron haitiano, whisky, perfumes, alimentos. Como un extranjero en tu propia tierra, puedes comprarlos con unos cuantos pesos. Es obvio que en los videos veamos lo que pasa en la frontera. Y todos oímos la frase: “la frontera está sellada”. En días recientes, se temía una estampida de haitianos hacia este lado de la isla.
Como dije antes, en la foto –debieron grabarse videos–, se veía a un hombre con una ropa negra de la cabeza a los pies, pero con un sombrero –y ahí está lo tétrico–, blanco como la sal de Montecristi. He pensado que la foto es tenebrosa. Entre otros, en este ritual que se celebra –junto con los palos–, hay mucho temor: se trata de celebrar la muerte, el Barón del Cementerio. Como se sabe, la muerte se celebra en México, todo lo sabemos: están todos los suvenires que quieras. Este tipo de ceremonias es muy interesante para los antropólogos y para cualquiera que las vea. Y las hallas en una época particular del año.
En los días especiales de ceremonia, los regalos que se hacen al Barón del Cementerio están claros: rezando un avemaría y un padrenuestro se lleva como pago al Barón tres túbanos, tres velas negras, un refresco rojo, una botella de café amargo, un pollo pinto, un gallina negra, todo esto de acuerdo a la petición que se vaya a realizar…en el cementerio el Rey tiene cuatro muertos de centinelas. Hay que tener en cuenta que el Barón del Cementerio tiene de padrino a San Elías, no fuma, no bebe y solo toma ginebra. Recuerdo que en mi infancia escuché la frase: “San Elías labrador, pon el agua y quita el sol”.
En un año distante de la colonia, Mackandal escapa de las llamas en el momento exacto en que se intenta incendiarlo como a una bruja de la Inquisición, demostrando así no que era inmortal (como Joseph Cartaphilus), pero sí que tenía poderes. Al parecer este personaje tiene intrincadas raíces en la verdad de los colonos de la época. La película de Wes Craven tiene otros artilugios. En el filme, con gran sentido en la calidad de las imágenes, los efectos especiales y los saltos cronológicos, se ve claramente que el polvo mágico lleva a otro poder. Tenía el poder de convertirse en cocuyo. Como podemos decir, era un mito, una leyenda que fue cronometrada en algunos libros, como vemos.
Hace mucho tiempo que La Serpiente y el Arcoíris, fue trasmitida en la televisión nacional y he investigado que está en YouTube. La película –Craven tiene todo un historial en películas de terror–, se basa en el libro de Wade Davis publicado en 1985. En un fin de semana de asueto, no olvido que fue puesta en la televisión nacional con todo el desparpajo del mundo. Y a Dios gracias. Eran tiempos políticos difíciles en los ochentas cuando yo era un niño.
Años más tarde, como en un asunto del azar, he pensado que David Nicholls, –ya ido– tuvo que ver con la película de Craven (el diseñador de producción es su homónimo). Hace 31 años, lo conocí a Nicholls en una Cena-Gala que celebró la revista Estudios Sociales en el colegio Loyola en 1991. Me saludó y hablamos por un momento. Hace solo una semana, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos ha puesto a circular un libro suyo con el beneplácito de la Universidad de Oxford: De Dessalines a Duvalier: raza, color y la Independencia de Haití. Por su lado, Matthew J. Smith ha hecho una crónica y una revisión del texto en el 2007 y cita a Mintz cuando dice que “la verdad es que en Haití nada hace las cosas más opacas que la malainterpretacion del significado social del color”. (Mintz, 76). El artículo fue publicado en el Journal de Estudios Haitianos en la primavera del 2007. (Vol 13, No 1). Es bueno decir que Duvalier comienza su gobierno en 1957.
Creo que la proyección de la película citada fue en un momento cumbre de la política dominicana y por qué no decirlo de la economía. La aventura que se ha realizado tiene que ver con analizar el sentido del documento fílmico con los posteriores análisis historiográficos. Los dominicanos tienen hoy en la obra de David Nicholls una fuente clara –el trabajo ha sido calificado de portentoso–, para comprender la dinámica política, que era lo que ocurría en los gobiernos y más allá de los gobiernos. Hay que agregar algo: Nicholls ha escrito –escribió, ha partido–, mucho y solo hay que ver el catálogo de Cambridge. Entre otras obras podemos citar, las importantes God and Goverment (1995), o Casta, clase y color en Haití en Cohn Clarke, ed, Caribbean Social Relations, University of Liverpool, 1978.
He tratado de emparejar –a Nicholls le haría risa–, el asunto de los rituales que bien conocemos con el hecho de la publicación de este libro, bastante esperado y que tiene otras ediciones. En ese año –y en los otros–, no supe cómo había venido al país, pero también hay que entender que de seguro había cruzado a Haití, algo que como decimos no sabemos. Como en otras ciudades, la noche de seguro lo había embrujado, el que venía de Oxford, que había estudiado en London School of Economics y King’s College, Cambridge (su PhD en Historia es de 1972). Tenerlo en esa noche de la cena es algo que es hoy particularmente interesante para su biografía y para nuestro interés en conocer la atención que ponen algunos académicos de universidades extranjeras en nuestros temas.
En su viaje –no sabemos si venía de Inglaterra–, no sabemos, como decimos, si marchó a Haití. Sus biógrafos tendrán mucho material para investigar. Creo que haya yo relacionado a Nicholls –que fue sacerdote anglicano–, con algunas aventuras cinematográficas cobra sentido, toda vez que se trata de un estudio, la película vamos, que intenta diseccionar a Haití a partir de las creencias que todos conocemos. Hoy aquí hay que indicar que es harto conocido que se entiende como parte del acervo cultural dominicano, toda práctica de esta religiosidad popular como demuestran reputados análisis de destacadísimos folkloristas criollos. Por ejemplo, tenemos las investigaciones de Deive que nos ayudan a entender todos estos asuntos.
Hoy me parece que la película de Craven tiene muchas explicaciones. Los retazos a los que me refiero dan una idea general de lo tenebroso, un género que cada día me convence más en relación a las artes cinematográficas. Y la película tiene algunas veces, efectos especiales. De mes en mes, quiero ir al cine y allí ser atemorizado. Algunas veces, pago el ticket para ver estas películas misteriosas.
Hay una explicación a la vestimenta “pura”, de pantalón y camisa negra, el uso de pañuelos y de sombreros que hacen que uno tema. Como han cronometrado algunos escritores, en las ceremonias de la religiosidad popular dominicana, que ha sido bien estudiada, todo tiene un ritmo. Te pones el sombrero, bebes algo y comienzas a escuchar la música y los cánticos. Tengo la impresión de que quien asiste a este tipo de ritual, no lo olvida fácilmente.
Solo una indicación: se trata de tener los ojos abiertos y saber lo que nos rodea porque créanme, estos ritos son parte de la vida. David nos daría la razón.