Toda persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario y no tengo nada personal contra nadie de los que aparecen en los expedientes por corrupción abiertos por la Procuraduría General de la República. Más bien, algunos son amigos y espero que logren demostrar su inocencia.
Hoy, y como resultado de los arrestos de varios exministros y altos funcionarios de la pasada administración, se ha desatado una andanada de protestas por parte del PLD y eso era de esperarse porque los partidos tienen que defender a sus miembros en los momentos que estos lo necesitan. Ahora bien, nada de violencia porque esa vía no es tolerable.
Pero la sociedad civil dominicana, esa que se lanzó a las calles para lograr un cambio en la dirección política del país, en la transparencia y adecentamiento de quehacer público y que pidió a gritos castigo a los corruptos, tiene la obligación de salir a las calles nuevamente y defender la independencia del Ministerio Público. Si damos un paso atrás o vacilamos, nos hundiremos en el estiércol y saldremos hecho mierda.
Flaquear significaría que ningún funcionario de esta u otra gestión en el futuro se le podría acusar de nada ilícito cuando dejen sus posiciones, hagan lo que hagan y roben lo que roben, porque serian intocables o con derechos que el resto de dominicano no posee. Se estaría creando una casta especial.
El país vive un momento histórico donde nadie debe estar exento de rendir cuentas ante la justicia sobre su pasado o su presente ejercicio en el poder, si existen evidencias de malos manejos de los recursos públicos.
Los acusados pueden ser inocentes o pueden ser culpables, eso lo determinaran los jueces. Pero hasta ahora, así como los médicos, enfermeras, bioanalistas y personal de apoyo en los hospitales, fueron los héroes en la lucha contra la pandemia del COVID, el Ministerio Público es el héroe de la lucha contra la corrupción, que es un virus tan mortal como el COVID.
Vendrán días tensos, protestas y contraacusaciones para justificar que esa acción es un espectáculo o una persecución política, como lo han hecho anteriormente.
Sin embargo, no lo dicen cuando se acusa a un exfuncionario de este gobierno de haber cometido “indelicadezas” o malos manejos de los fondos públicos. Aplauden y lo gozan.
Es posible que muchos de los encartados en los expedientes abiertos por el Ministerio Publico por actos de corrupción cometidos, sean declarados inocentes o con pruebas insuficientes para ser condenados. Y eso se ha dado en muchos casos de tráfico de droga, homicidios, robos, y hasta en el famoso juicio de Odebrecht. Ahí no está el problema.
El problema está en defender a capa y espada a los que hoy están poniendo su vida en riesgo para adecentar este país. A esos fiscales que actúan con absoluta independencia y sin ninguna represalia de por medio, para que demos el gran salto hacia la transparencia y el entierro definitivo del enriquecimiento ilícito con recursos del estado.
¿Podremos dar ese salto? ¿O volveremos a ocupar los primeros lugares entre los países más corrupto del mundo?