En estos días se hizo pública la noticia del señor Kevin Ford, quien trabara por 27 años en un restaurante de comida rápida ubicado en un aeropuerto de Las Vegas. El hecho viene a raíz de un video que el señor publicara en sus redes sociales mostrando el regalo que la empresa le había dado como recompensa por su más de dos décadas de servicio sin faltar un solo día al trabajo. El obsequio consistía en una bolsa de caramelos, dos bolígrafos y una entrada al cine. Como era de esperarse, las personas se indignaron al ver el video de Ford, pues en definitiva el hecho se juzgó como una mezquindad por parte de la multinacional. Con el regalo en manos, el empleado mostró los artículos que contenía la bolsa, dando gracias, y concluyendo con desagrado “que había aprendido a agradecer cualquier cosa que recibiera”.

Enterarme de la noticia me hizo reflexionar sobre el sentido de justicia que se asume como argumento a la hora de hacer valer ciertas actitudes o comportamientos. La definición filosófica de justicia, aquella que la presenta como un principio moral consistente en dar a cada quien lo que le corresponde, no es más que la postura que le permite a algunos justificarse y a otros reclamar. Y nosotros nos preguntamos: ¿En el sistema capitalista puede emplearse con efectividad aquella definición de justicia? No es posible. En el actual esquema económico existen derechos, y no así justicia.

Los derechos son aquellos atributos que se le concede a un individuo a través de la norma escrita, que bien pueden ser justas o no; siendo precisamente aquello la base del derecho positivo. Los trabajadores tienen derecho a percibir su salario por el trabajo que realizan y poco interesa si la labor amerita una mejor compensación por el esfuerzo físico o mental que el jornalero emplee, lo importante es que perciba el jornal consensuado contractualmente. De ahí el pensamiento marxista de que las leyes no son otra cosa que el reflejo de las condiciones económicas de la vida en sociedad, y que por lo general están para garantizar la estabilidad del sistema económico.

Si aplicáramos el concepto filosófico de justicia tendríamos que replantearnos la reconstrucción de todo el orden social; ya que los pilares sobre los cuales se sostiene la sociedad no se basan en el anhelado principio, sino en la fuerza, la cual, deviene en injusticias.

Si la sociedad fuera justa la tierra sería para quien la trabaja, los que ejecutan trabajos forzados ganarían más, las posiciones de jefatura estuviesen reservada para aquellos que tengan más tiempo sirviendo al área, y a Ford no le hubiesen “regalado” una bolsa de golosinas sino uno de los establecimientos de Burger King. Pero si el pobre empleado acude a un tribunal, amparado en el criterio de justicia, y demanda la propiedad de uno de los establecimientos en virtud de haber trabajado por 27 años sin faltar un solo día, generándole con su esfuerzo suntuosas ganancias a la empresa, seguramente obtendrá un fallo en contra y se retirará con la amarga experiencia de haber hecho el ridículo.

Lo cierto es que en la realidad el principio de dar a cada cual lo que le corresponde no es más que una quimera, una mentira sobre la cual educan a las personas, quienes luego se dan cuenta que todo fue una ficción y que ahora deben enfrentarse al difícil e injusto mundo capitalista.