El ex presidente Leonel Fernández no debería esperar que otro golpe electoral, como el recibido el pasado 18 de febrero, lo haga salir del escenario político dominicano cabizbajo, entristecido y totalmente derrotado.

Su legado como primer ejecutivo de la nación y líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por espacio de tres períodos de gobierno ya está escrito en las páginas de la historia, en los que se destacan sus ejecuciones políticas, económicas y sociales de formas positivas, pero también negativas.

Fernández debe aceptar la realidad de que su declive como figura política de gran incidencia en la población dominicana se inició al bajar las escalinatas del Congreso Nacional, el 16 de agosto de 2012, luego de entregar el poder a Danilo Medina, su ex compañero de partido, quien lo sustituiría en la conducción de las riendas del poder.

La señal más inequívoca de la pérdida del liderazgo dentro del PLD se produjo el 6 de octubre de 2019, cuando una alta membresía de la organización morada encabezada por Medina se sublevó para arrebatarle al “líder insustituible” la dirección del partido en las elecciones primarias simultáneas abiertas.

Medina no pudo agenciarse una nueva repostulación a la nominación presidencial, porque fallaron los intentos por modificar la Constitución, en lo que Leonel jugó un rol estelar para impedirlo.

El entonces mandatario optó por endosar al empresario Gonzalo Castillo, ministro de Obras Públicas y su hombre de confianza como precandidato presidencial.

En aquella lucha interna, Fernández se creía invencible, subestimando la capacidad política y estratégica de Medina, su rabioso contrincante partidario.

Leonel salió derrotado, imponiéndose Gonzalo en esa contienda que definió al candidato presidencial del PLD.

El ex líder peledeísta dijo en aquella oportunidad que hubo un fraude en su contra, alegando que en el proceso eleccionario bajo la supervisión y control de la Junta Central Electoral se había vulnerado la voluntad popular.

Aseguró que sus técnicos en computación habían detectado que “en el código fuente del software” se había instalado “un algoritmo” que alteró los resultados en perjuicio de su precandidatura.

Derrotado y sin esperanza de que la JCE revirtiera los resultados, Leonel renunció del PLD y creó su propio partido, la Fuerza del Pueblo (FP), que surgió de los “amarres” que se hicieron con los responsables del minúsculo Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD).

En venganza, para los comicios presidenciales de 2020, hizo una alianza política electoral estratégica con Luis Abinader, candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y evitar con ello un posible triunfo del PLD y Gonzalo Castillo.

Durante estos últimos tres años de actividad política, el ex presidente Fernández creó la percepción entre los dominicanos de que él y su FP eran el segundo partido mayoritario en la oposición, y no el PLD de Danilo Medina.

Leonel y Danilo, ambos líderes decadentes y mal valorados, enfrentaron por separado al gobierno de Abinader, asegurando que en las elecciones municipales del 18 febrero pasado lo derrotarían de forma contundente.

¡Ah sorpresa!, ambos perdieron y de qué manera. Acusan ahora al gobierno de Abinader de haber organizado un entramado fraudulento que favoreció a los candidatos del PRM.

Pero no solo eso. Los resultados demostraron, de acuerdo a los cómputos de la votación oficial de la JCE, que el verdadero partido mayoritario de la oposición es el PLD y no la Fuerza del Pueblo, como se había hecho creer.

Ese constituye otro golpe político que le debe estar doliendo a Leonel, mientras Danilo se lo goza tranquilo y callado.

Podrá alegar lo que quiera, pero esta ha sido su segunda derrota demoledora que prácticamente lo saca de competencia, y que lo obliga a pensar definitivamente en que ya llegó el momento del retiro.

Digamos que sí, que hubo irregularidades en el proceso eleccionario recién pasado bajo la organización y supervisión de la JCE, una acción condenable que merece el total rechazo.

Las anomalías de compra de cédulas, regalo de dinero y bolsitas con productos comestibles por votos se han sucedido en todos y cada uno de los procesos electorales.

Quienes han tenido la oportunidad de sentarse en la silla presidencial del Palacio Nacional saben que “el poder es para usarlo”, y nunca lo han dejado de hacer para lograr sus propósitos.

El desinterés mostrado por la mayoría de los votantes en el pasado proceso electoral (53% de abstención), es una señal inequívoca de que las ofertas propagandísticas que realizaron los tres líderes de los partidos tradicionales no satisfacieron a la mayoría de electores. Y ese escenario podría repetirse el próximo 19 de mayo en las elecciones congresuales y presidenciales.

Abinader y su PRM tienen todas las posibilidades de ganar la reelección. El PLD y la FP tienen una última oportunidad para evitar que ese triunfo se produzca en la primera vuelta, si logran unificarse.

Si lo logran, echando a un lado el ego y odio personal, tendrían suficiente tiempo para reorganizar su estrategia con ofertas programáticas creíbles y con miras a las elecciones complementarias de segunda vuelta, el próximo 30 de junio.

El pueblo decidirá entonces si regresan al pasado, continúan con Luis Abinader y su PRM, o con algún otro candidato representando a otras organizaciones alternativas.