Danilo Medina, expresidente de la República Dominicana, en los periodos 2012 -2016 y 2016-2020, nació en la comunidad de Arroyo Cano, esa frontera medio difusa entre Azua de Compostela y San Juan de la Maguana, un 10 de noviembre de 1951, hace 71 años.
Después de desistir de la carrera de ingeniería química en la Univesidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), optó por una licenciatura en economía en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
En su pueblo natal cursó sus estudios básicos, y luego, como otros miles de dominicanos, emigró a la ciudad capital para trabajar y continuar estudiando. En su juventud militó por breve tiempo en el maoísta Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO). Posteriormente ingresó al Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
No ha dicho como hizo el salto hacia el Partido de la liberación dominicana, PLD, fundado a finales de diciembre de 1973, cuando Juan Bosch tuvo que abandonar el PRD, organización fundada en La Habana Cuba, en 1939. Las luchas intestinas y las contradicciones, aireadas abiertamente, además de las nuevas ideas política de Bosch, lo convencieron de que debía salir del PRD.
Acaso toda organización política, nace dividida, crece en división, permanece herida de tendencias y muere, precisamente a causa de esas mismas divisiones y luchas fratricidas. Es el acta de defunción común y corriente de los partidos.
En el PLD, Danilo, considerado por observadores políticos como taimado, frio, calculador, con una serenidad ofídica, disimuló, en la medida de lo posible, sus reales aspiraciones de poder, con todo derecho, pero también supo mantenerse tranquilo, dando imagen de conciliador y desinteresado, mientras construía su propio grupo en las filas peledeístas, pese a que Bosch proclamaba que el PLD era un partido sin grupismo.
Se cobró la deuda al elegir un penco de caballeriza como candidato y no dejarle más opción a Leonel, que irse del PLD, donde fue presidente por 17 años. Lo hizo saltar del barco derrotado.
Danilo procedió siempre como una especie de bombero de servicio, decidido a cooperar, limar asperezas y apagar los brotes y fuegos políticos que eran frecuentes. Por esa y otras características personales y profesionales, en 1996 Leonel lo nombra como una especie de primer ministro, para que le organizara y agrandara el tamaño y la nómina del gobierno. Miles de nombramientos fueron tramitados por Danilo, para ir creando su plataforma de deudas políticas, en todo el país.
Sus infaltables gafas de miope, algunos mejores trajes, sus discursos neutros y sin vuelo ni ditirambos arrogadores, lo ayudaron a permanecer en la penumbra e incluso ser, subvaluado o desestimado por sus potenciales y reales adversarios. No sabían que años después, al describir su testamento y credo político, basado en su tan alegada honradez y probidad, características que no tuvo nunca ni tiene, nos sorprendió con la figura de comerse un tiburón podrido sin eructar.
Ese es sin lugar a dudas, el más grande apotegma de Danilo Medina, su mÁs profunda exégesis de las ideas políticas, su Manifiesto político. Danilo es una figura sin luces, construido por los medios pagados de carpintería política, son figuras, no lÍderes. Danilo mismo en esencia es obtuso y torvo, desprovisto de arranques de pragmatismo y de arrobos propios de poseer, algún atisbo de pensamiento estratégico. Su estrategia es la decantación de las mañas de los políticos de antaño, maquillándolas, para hacerlas parecer contemporáneas. Tirar piedras y esconder la mano.
Debemos mostrar aquí, en justicia, su otra gran frase al ser derrotado en las primarias del PLD, en 2007, para escoger candidato presidencial “me venció el estado “. Con lo que afirmaba que toda la maquinaria estatal, de la que el mismo era el armador, en su calidad de Secretario de la Presidencia, lo había aplastado, lo había vencido. Pero, como es frio, vengativo, resentido, rencoroso y calculador, esperó pacientemente que pasaran por el frente de su casa, con el cadáver de su enemigo, se cobró la deuda al elegir un penco de caballeriza como candidato y no dejarle más opción a Leonel, que irse del PLD, donde fue presidente por 17 años. Lo hizo saltar del barco derrotado.
Para Danilo Medina, la razón de estado siempre fue una farsa, un tejemaneje, alguna fabulación, un esconder las manos sucias del lodo conque ha lanzado la piedra. Su viaje a China es de antología: es el primero y el único presidente dominicano en visitar el gigante asiático, fue, vio, venció, y vendió. Había recibido ayuda de la pequeña República de Taiwán, para la puesta en servicio del sistema 911, gestionado por militares no por policías, pero, como es ladino y poliédrico, tan pronto recibió la ayuda con bombos platillos y ceremonial, rompió, de facto y de jure, relaciones con la república de la antigua Formosa, viajó a China, a vender las tierras raras, que son materiales y metales de alto valor estratégico, no dijo nada, no hizo una rueda de prensa abierta para contarnos las experiencias y logros de su viaje, mientras los taiwaneses hacían bembitas, ante sus amoríos y coqueteos con China.
En estos días, comenzando el año, una fotografía de Danilo, junto a otro muerto político, que deberían ambos andar con la cabeza metida en una bolsa negra, para que nadie se insulte al verlos, causa impacto en las masas, que, como dijo Goebels, no piensan y olvidan pronto, pero también en dirigentes medios y posiblemente altos de la fauna política nacional.
La imagen es una confesión abierta de la vieja relación de aliado y quinta columna de Hipólito Mejía, dentro del PLD de Danilo y en contra incluso del propio PRM, es una prueba de su gran compadrazgo político, anda a sus ochenta años, regando declaraciones desafortunadas y payasescas, que en vez de dar risa, dan asco, toda vez que se le antoja, actuando a contrapelo de la supuesta disciplina interna y en contra de las líneas del presidente.
Si en nuestro país el ejercicio político fuera decente y ético, si los votantes tuvieran conciencia y sentido de la decencia, esa triste foto, significaría muy poco, como en esencia no debe significar nada, ni tampoco debe pensarse, ni tener temor ni aprensión por la posibilidad de afectar el escenario político del año próximo. Cada quien da lo que tiene, los dos juntos o por separado, dan lo mismo, pena y asco. El diablo los cría y ellos se juntan.