Esa es República Dominicana: los presidentes de la República son buenos todos, pero solo hasta que permanecen en el gobierno.

 Esa situación se explica, en gran medida, por el hecho de que, aleccionado y amaestrado por las dictaduras, en su conjunto el pueblo dominicano, con sus analfabetos y sus letrados, sus poderosos y sus desposeídos, es esencialmente gobiernista. 

Luego, despojados de las fuerzas y los beneficios que les otorga el poder, los exgobernantes se convierten en pastos de la ingratitud y el olvido. 

Incluso, para gente que le sirvió y se lucró bajo su sombra, el gobernante en desgracia es lo peor que nos haya pasado.

Cual más, cual menos, en nuestro país es una realidad históricamente comprobable y aplicable a todos los expresidentes, con la excepción tal vez, de Juan Bosch, quien solo gobernó durante siete meses.

En relación con Danilo Medida, es una verdad que se cumple más que con cualquier otro exgobernante dominicano. Hoy la figura de ese expresidente es tenida por muchos como un deplorable hecho del pasado, cuando apenas hace un poco más de tres años él era el presidente de la República.

Sin embargo, la historia es una figura real en la vida de las personas y de las instituciones, aunque, muchas veces, difusa y difícil de descodificar. 

Son de época las acciones fácticas y las acciones discursivas de los sujetos.  

A pesar de lo que determinados individuos quisieran,  las épocas son estructuras y modos culturales que trascienden y se prolongan más allá de sus límites temporales.

En todo el periplo de su carrera política hasta llegar al poder, Medina se apropió del vínculo personal como recurso político poderoso que lo catapultaba en sus aspiraciones. 

Por encima y al margen de las estructuras partidarias, Medina hizo su mayor baza política del discurso del corazón, del sentimiento, de la amistad y, en general, de las cercanías privadas en lo personal, lo partidario y lo público . 

A lo interno del partido y en los gobiernos del PLD a Medina se le tenía como un hombre de hechos y un armador de soluciones, en contraste con Leonel Fernández, considerado como un hombre de discursos.

En 2007 Medina reconoció su derrota en las primarias del PLD al pronunciar la acusadora expresión “Reconozcamos que numéricamente el Estado ganó…”, más conocida en esta versión lapidaria:  “Me venció el Estado”. 

 Desde entonces la figura de Medina fue arropada por la imagen de víctima de su compañero Fernández, entonces presidente de la República.

En fin, favorecía a Medina el hecho de ser un líder político ya consagrado que en dos ocasiones anteriores había sido derrotado en su aspiración de alcanzar la presidencia de la República.

Un hecho es innegable: el político y luego presidente de la República Danilo Medina viajaba viento en popa en su época. Y era favorecido no solo por las “bocinas”, sus adeptos, sino también por amplios y diversos litorales la opinión que, en gran parte,  años después, se agolparon en la Plaza de la Bandera para darle el tiro de gracia . 

En una época, Medina estaba en la cúspide de una excepcional aura de simpatía: el 16 de agosto de 2012, al momento de juramentarse como presidente de la República y durante los cuatros años de ese primer mandato. Luego, comenzó el tiempo de su declive en su segundo mandato, hasta hoy…

Yo fui arrastrado por esa racha de simpatía que concitaba el perfil antes delineado de Medina, votando por él en las elecciones de mayo de 2012, en las condiciones y los límites que se explican en la siguiente carta :

                                                              

  Carta al   ministro de Cultura    

                                                                                                                 Santo Domingo D N

                                                                                                                 26 de agosto de 2012

Señor 

José Antonio Rodríguez

Ministro de Cultura

Su Despacho

Honorable Señor ministro

 

Es un honor dirigirme a Usted, saludarle y expresarle mi parabién con motivo de su nombramiento como ministro de Cultura, al tiempo de ocupar su elevada atención con el objeto de esta comunicación.

Por intermedio del Dr. Luis Brea Franco, virtual viceministro de Cultura, quien solo hoy ha podido localizarme, he sido enterado de la propuesta,  emanada  de instancias oficiales a cuyo entorno Usted pertenece, de que participe en un equipo de profesionales que trabajaría en la elaboración de los discursos del presidente de la República Danilo Medina. Nada tan seductor ha podido sucederme en mi vida.

 En principio he estado de acuerdo en participar en dicho equipo y así se lo hecho saber al Dr. Luis Franco Brea, porque  aprecio al Presidente en lo personal, yo también tengo raíces  sanjuaneras por mi apellido Moquete, y en el plano político me he sentido identificado con su propuesta de campaña  electoral hasta el punto  de  que por primera vez en mi vida llamé a votar públicamente por un  candidato, como puede comprobarse  en los periódicos nacionales al consultarse  la lista de los intelectuales y  los actores  culturales que llamaron a votar por él.

Sin embargo, luego de una detenida reflexión y producto de las consultas con amigos, quienes me merecen no solo amistad sino crédito profesional y ético, he decidido no participar en dicho equipo porque esa labor es incompatible con mi historial político y profesional.

En lo político mi actitud es conocida: nunca he sido adepto de ningún gobierno de los que, hasta ahora, han regido los destinos de nuestro país desde el ajusticiamiento de Trujillo porque, a mi entender, ninguno ha gobernado para beneficio del pueblo. Tampoco lo soy orgánicamente del gobierno de Danilo, por igual razón, aunque llamé a votar por él, porque también, a mi entender, había que cerrarle el paso al otro candidato, pues representaba lo peor.

En lo profesional, el obstáculo es mayor: soy efectivamente analista de discurso político, como se puede comprobar por mis investigaciones y las obras publicadas, acerca de los discursos de Bosch, Balaguer, Peña Gómez, Antonio Guzmán, Jorge Blanco, Leonel Fernández, Hipólito Mejía, Eduardo Estrella y Danilo Medina, pero, mi trabajo es de carácter académico, se realiza desde una visión crítica y desde la perspectiva del lector, no del autor.

Lo dicho anteriormente, Señor ministro, quiere significar que agradezco la referida propuesta, pero que me veo en la imposibilidad de acceder a la misma, a pesar de mi simpatía con el presidente de la República, por los motivos políticos y profesionales expuestos.

Aprovecho la oportunidad para manifestarle mis deseos de colaborar con su gestión de ministro de Cultura, como escritor, como promotor cultural, como académico en las áreas de la lengua y la literatura y como analista de discursos, desde las perspectivas antes señaladas. 

Con sentimientos de consideración y estima, le saluda.

                                                                                                                       Dr. Manuel Matos Moquete