Así es!!! Francisco Álvarez Castellanos, cuya permanencia en este lado del cielo muchos ignoran, superó ya la barrera de los noventa años, algo no tan sorprendente en una familia cuya longevidad personificó su madre quien, por las razones que fuere y que habrá que respetar, entendió a sus ciento once años que era  momento de partir y así lo hizo, claro, no sin antes dejar plasmados en videos, fotos y emblemáticas conversaciones, las acrobacias que luego de la centena se pueden hacer bailando, cantando, declamando versos y hasta haciendo pronunciamientos no aptos para menores de ciento cinco años.

Más…declamar, cantar, bailar y derramar singulares ocurrencias, no ha sido parte del transitar de Papi Álvarez quien, desde hace más de una década, padece de un Alzheimer que menguó, dramáticamente, estos atributos expresivos y  genéticos que, junto a su cada vez más reducido cuerpo, han quedado sujetados a la cama donde yace desde donde observa, este 30 de marzo, quizás como el último de aquellos tantos que, cada año, nos hiciera recordar el día de su nacimiento.

Viejo, mi querido viejo. Hoy Francisco Álvarez Castellanos cumple 91. Aquí hace unos años rodeado de cinco Francisco. Pasó por el mundo del periodismo dejándonos en vida su ejemplo de integridad. Papi, te queremos! Cuánto orgullo llevar tu nombre!

Pero ¿Estamos celebrando el cumpleaños o lamentándonos de los achaques del festejado? Celebramos sin dudas lo que puebla los párrafos anteriores pues, combinados, lo bueno por mucho supera el resto de la narrativa cuyo contenido igual obra para bien si es que decidimos advertirlo.

Los creyentes en Cristo sabemos que nadie vive un segundo más ni menos del que ha sido dispuesto para su llamado; y confiamos en que el tiempo “de más”  que vivimos, es aprovechado por Dios, en intimidad con el enfermo, procurando el bien eterno por el cual ya su Hijo pagó en nuestro provecho colgando de un madero. Pero aún los no creyentes pueden distinguir las bondades que se derivan de lo que pareciera ser una tortuosa extensión de la vida, cuando sentado a su lado, ahora y no antes puedes escuchar su silencio, sentir los cargados sentimientos que en un cruce de miradas y algún gesto facial, puede Papi externar con singular ternura que el locuaz periodista nunca hubiera logrado transmitir…o la anchura de los sentimientos que se desbordan cuando, a su lado, conversas con él y notas como cierra sus ojos y recostando su cabeza parece decirte que te escucha, que le gusta escucharte, que quisiera que más seguidamente le hablaras…que ambos tenemos ahora el espacio para recuperar el tiempo perdido en medio de las turbulencias y vanidades del pasado, y que un poco de “esto” siempre valdrá mucho más que todo “el aquello”.

El sentimiento sincero del mutuo perdón de todas aquellas cosas que sucedieron cuando “estábamos sanos”, debuta en estos encuentros donde el silencio todo lo llena, no dejando espacio para rencores, orgullo, recuerdos amargos o cualquier otra excusa de aquellas que nos servían para desperdiciar el tiempo de la agenda fraternal que guardáramos en algún rincón; pero que hoy en apenas horas recuperamos y ejecutamos refugiados en el mismo aposento que sirvió de testigo de la resurrección de los afectos dormidos hace tiempo y que, erguidos,  se separan del lecho como queriendo decirnos cuán importante era este encuentro, cuán necesario y urgente se hacía el que ambos volviéramos a la vida, a la real que las llagas y enfermedades nunca podrán acallar pues, aún cuando llegue el momento, el espíritu de su recuerdo seguirá transitando como nuca antes, en cada rincón de nuestro hogar y todos los lugares donde nos movamos pues, el perdón mutuo y amor fraternal que allí se iluminó, fue lacrado por el que todo lo organizó: Cristo nuestro señor.