Desde mi observatorio de la Ciudad Primada de América me dirijo, en la presente tercera crónica, a todos mis improbables lectores para hablar del impacto de Internet y de las Redes Sociales en el ámbito de la producción intelectual y cultural.
Hasta hace un par de décadas, el mundo de las ideas se comunicaba y se trasmitía por una serie limitada de medios (todos ellos impresos): Los libros, las revistas, los periódicos, los diarios, los boletines, obras colectivas…
Esa limitación de los medios de transmisión tenía una serie de ventajas y de limitaciones. Entre las ventajas podemos destacar dos: 1º-No había tanta dispersión de los medios disponibles para publicar y difundir los propios pensamientos, por lo que los medios impresos existentes llegaban a un público amplio. 2º-Dado que eran medios limitados en número el acceso a poder publicar en ellos no era tan fácil y (por extensión) los autores que publicaban solían tener un nivel más o menos destacado o (al menos) contaban con cierta calidad y reconocimiento en su medio o ámbito de especialización.
En el campo de las desventajas destacaré dos, igualmente: 1º-Aunque la gente consultaba (con interés y de manera generalizada) las publicaciones impresas existentes, el acceso a publicaciones que no fuesen recientes obligaba a su búsqueda en los dispersos fondos de las bibliotecas de barrio, locales y provinciales. Para la tarea del intelectual y del investigador, consultar las fuentes bibliográficas necesarias para poder conocer determinada realidad (sobre la cual realizaría su obra) suponía un gran esfuerzo que implicaba desplazamientos, revisión manual de catálogos, entablar amistades con bibliotecarios y archiveros para que les facilitasen la revisión y la copia electromecánica de aquello que era importante o (en el peor de los casos) tener que recurrir a copiar a mano el texto de su interés. 2º-Si uno no era un escritor consagrado, un intelectual o una persona más o menos destacada en el ámbito cultural no tenía tanta facilidad para acceder a publicar sus ideas.
Vista como era la realidad del pensamiento escrito y de la cultura, hasta hace dos décadas ahora, actualmente tenemos una realidad muy distinta: El acceso generalizado a Internet (en los países desarrollados y e incluso en los países en vías de desarrollo), la aparición de un sinfín de publicaciones digitales gratuitas o de pago (que apenas tienen costes de edición y publicación, más allá del mantenimiento de los servicios informáticos de la plataforma). En la presente etapa la mayor de las novedades o el gran símbolo del cambio de paradigma ha sido la invención de las aún jóvenes y “todopoderosas” Redes Sociales.
Las Redes Sociales son, para algunos, una invención muy beneficiosa (mire como se miren): Para ese sector la democratización total de la libre expresión, dotando la posibilidad a cualquier persona (con cualquier nivel cultural) de exponer lo que piensa y de que sus ideas lleguen a los confines del mundo sin ningún tipo de limitación.
Para otros, dicha invención supone el mayor de los males de la Sociedad Actual: Justifican su grave peligro en el hecho de que cualquiera puede opinar lo que desee, traspasando (incluso) los límites de la educación, del buen gusto e incluso llegando a la ofensa y a la descalificación más atroz (escondiendo su identidad bajo un seudónimo y una fotografía falsa). Ello ha supuesto que la antigua costumbre de “tirar la piedra y esconder la mano” sea tan fácil como apretar un par de teclas en una pantalla. Una vez que una información es leída y compartida por suficientes personas, lo que puede ser un texto sin valor o sin fundamento queda encumbrado por el aplauso de un gran volumen de seres humanos. Ello lleva, además, a que algo se convierta en noticia de máxima difusión (a pesar de que la noticia, en cuestión, contenga información falsa). El terreno de las fake news daría como para abordarlo en otra entrega de mi columna, por lo que no me detendré en él.
Sea como fuere, ya estemos a favor o en contra, lo cierto es que disponemos en la actualidad de una gran herramienta: La tecnología y la interconexión que facilitan el intercambio de ideas, la generación de redes de conocimiento, la realización de alianzas entre los investigadores e intelectuales y la creación de una Sociedad del Conocimiento (que es un gran adelanto para todos los amantes de la lectura, del estudio y de la investigación).
En mi humilde opinión, no podemos ni divinizar ni condenar las posibilidades de la creación y la difusión de la Cultura en el actual tiempo de las Redes Sociales. Digamos que la herramienta, en sí misma, no es buena ni mal. Lo que es bueno o malo es el uso que cada quien le puede dar al instrumento.
Por ello, la importancia de la alfabetización digital hoy es un pilar central, para tener una sociedad formada y consciente de la importancia que tiene la capacidad de leer e interpretar la información que nos llega en abrumadoras cantidades. Además, nos sensibiliza de lo necesario que es aplicar (de manera constante) el sentido crítico para saber que informaciones son ciertas y cuáles deben ser verificadas.
Considero que la distancia real existente entre la información total y la desinformación es pequeñísima, en la actualidad. La Sociedad Internacional (nunca antes) ha tenido en sus manos tanto conocimiento e información y, paralelamente, nunca antes ha estado tan cerca de caer en el desconocimiento o en el error.
Todo lo anterior, nos lleva a la responsabilidad social que tiene todo usuario de Internet y de las Redes Sociales. Escribir no es un juego, opinar no es algo que se puede hacer sin pensar. El que así lo crea está contribuyendo a la crispación y a fomentar el desarrollo de una realidad social donde la intolerancia aumenta, día a día.
Por otro lado, debo referirme al gremio de los escritores, intelectuales, investigadores, periodistas, profesores (y el resto de profesiones y vocaciones asociadas con la Información y el Conocimiento). Es un gremio al que pertenezco y, por ello, me veo en la total obligación de ser crítico con mi ejercicio profesional y con el de mis colegas.
Todos los que nos dedicamos a la escritura, la lectura, la indagación y el estudio constante, debemos saber que tenemos una responsabilidad con nuestra disciplina del conocimiento o nuestra profesión. La honestidad, la exposición de la información veraz, el sentido crítico, la imparcialidad y el necesario recurso a manifestar que uno se ha equivocado en alguna pasada publicación (si así ocurre) son los instrumentos fundamentales de que disponemos para contribuir a una intelectualidad con los estándares de calidad necesarios para contribuir a la información y a la generación de conocimiento y de opiniones sólidas.
Entre el Orden y el Caos, entre la Paz y la Guerra, en muchas ocasiones el detonante para la tragedia lo ha supuesto una palabra o una idea mal comprendida, un dato equivocado o la toma de una decisión sin disponer de los suficientes elementos de juicio sobre la realidad específica que rodeaba al hecho en cuestión.
Por ello seamos prudentes, precisos, calmados y reflexivos todos los que con el conocimiento contribuimos a la Sociedad. Sólo así, la Cultura y el Conocimiento en el tiempo de las Redes Sociales e Internet podrá suponer un gran salto cualitativo con respecto al pasado.
El objetivo último es que la escritura y el conocimiento estén únicamente asociados al desarrollo intelectual de nuestras sociedades. Puedo afirmar que no es una utopía, es el resultado del correcto uso de las herramientas que nos ha dado el desarrollo tecnológico e informático.