A poco de la llegada de la Navidad del año 1979, el azar tocó a nuestro consultorio médico con el aparecimiento de una horrorizada familia con un niño de apenas 7 años, con una región orbitaria con gran destrucción y pérdida de ese ojo y los tejidos peri orbitarios. El niño Clemente había perdido el ojo.

Aquello, una repetida y vieja historia en muchas poblaciones del país porque en distintos barrios, detrás de rústicas paredes, se encontraban inmensas fábricas improvisadas de fuegos artificiales en las que se podía ver trabajando en la elaboración de estos pirotécnicos a gentes muy humildes.

Y no es un secreto para nadie la creatividad de los niños y niñas de nuestro país. Es extraordinaria.

Estábamos en Santo Domingo de la República Dominicana el 24 ó 25 de noviembre del 1979, en el hospital San Lorenzo de los Mina, centro hospitalario dirigido por un médico ginecólogo honorable, de esos que tenían por delante la medicina y la integridad personal antes que las politiquerías: el doctor Manuel Guzmán Rodríguez.

Era un tiempo en que llegaban al hospital cartas firmadas por distintos políticos, generalmente por los ahora finados Peña Gómez y Jacobo Majluta, recomendándonos a distintas personas a cargos a los que aspiraban quienes se aparecían con esas cartas en manos. Ello nos obligó a inventarnos y realizar cursos de especialización -en el oficio y de ética- para camilleros, trapeadoras, ascensoristas, etc. para ayudarlos así a mantener sus trabajos.

En dichos cursos también participaron los demás médicos y el cuerpo de voluntarias, dirigidos por la maravillosa y dinámica jefa del cuerpo de voluntarias doña Silvia Escarfullerys. A estos trabajadores se les daba un diploma y ello dificultaba que perdieran sus empleos; tenían armas teóricas para justificarlos.

En este entorno y en medio de la presión de las demandas hospitalarias, en el centro se encontraba un nutrido grupo de periodistas a la espera de la llegada de la familia de Clemente con su daño ocular. Para tratar de aprovechar la ocasión y la presencia de los reporteros de esos medios de comunicación, instruimos a una secretaria sobre la necesidad de ofrecer declaraciones con varias preguntas al gobierno sobre la fabricación de esos fuegos artificiales y la petición de que esa actividad se regulara y que, por ejemplo, no se permitiera que esos pirotécnicos fueran manipulados por niños.

El día siguiente salió mi nombre en el editorial del periódico El Sol comenzando una campaña de NO uso de fuegos artificiales. Aquello se convirtió en toda una campaña nacional con la participación de Fredy Beras y sus compañeros.

Por demás, en el Hospital Darío Contreras se quejaba también el fallecido amigo ortopedista Fidel Soto que atendía con frecuencia manos lesionadas por fuegos artificiales.

La campaña llegó a ser parte del programa de la Asociación de Cirujanos Plásticos Dominicanos, de la cual fui uno de sus fundadores, en la Presidencia, con el profesor Ivanhoe Báez, Luis Espaillat Moya y la doctora Waldina de Koury, y algunos más.

Me he apoyado en mis archivos y en mis recuerdos y, hago publicar este texto para que evitemos más dolores a nuestra población. El niño Clemente fue curado y operado con un colgajo frontal y se le creó el aspecto óptimo para que pudiera ponérsele la prótesis que se usaba entonces.