Necesitamos un relevo generacional en nuestra política. Pero este no es garantía de progreso.

Los jóvenes carecen frecuentemente de experiencia y sensatez, sobre todo si su ascenso es apresurado y solo cuentan, cual reyes, con una estirpe o apellido.

Por otro lado, la juventud no carece de vicios. Cómodo tenía diecinueve años cuando ascendió al poder; Nerón, veintidós; Calígula, veintitrés. Sin cursus honorum, fueron, además, gobernantes ineptos.

Acojamos este relevo con sano escepticismo. Las prisas nacen, ocasionalmente, de ambiciones malsanas. Y – dijo Balaguer – la honradez no depende de la edad sino de la cuna.