Tenemos una oportunidad para la participación electoral unitaria progresista y de izquierda en el 2024.  Porque se mantiene y algo ha crecido el voto alternativo. En ocasiones, se ha expresado en favor de alguna opción de ese signo, como en el MIUCA capitaleño en el 1990 y en los últimos años en buena parte por Guillermo Moreno y ALPAIS. Pero también se ha movido, por ejemplo, en 1990 hacia el profesor Bosch y en 1994 al Dr. Peña Gómez.

Porque hay un voto alternativo flotante, no adherido a ningún partido, que se expresa en función de las urgencias políticas que observe en cada coyuntura.

Ahora, además, hay una desafección de esos votantes que en el 2020 apoyaron al actual presidente Luis Abinader, y es más pronunciada respecto al PLD y el PRD.

Y hay una nueva ola en América Latina, la cuarta desde  los años de 1950, de avances democráticos, que es una ambientación política importante para trabajarla en el país. Hay que trabajarla bien, con cuidado y recurriendo a las experiencias pasadas.

En antes ya hubo unidad electoral de izquierda y la participación no fue trascendente; más bien generó frustraciones y divisiones. Ahora no es la primera vez que esta unidad se plantea.

La síntesis y  asimilación positiva  de las experiencias,  puede ser un buen aliado para la necesaria construcción de una opción progresista y de izquierda que se presente al  pueblo con significativas posibilidades de ser poder político.

No basta la unidad de las siglas, ni de llevar candidatos que a su vez hayan estado al frente de gremios, organizaciones y luchas populares; ni de que esos sean conocidos, o tengan una dilatada y frecuente presencia en los medios de comunicación.

En el 2006, participamos juntas tres boletas de izquierda; y fueron candidatos todos los pesos pesados y pesadas de todas las tendencias,  sin excepción; y no logramos conquistar votos, y quisimos salvar la honra alegando un fraude electoral en contra nuestra.

Salvamos milagrosamente los tres registros, porque en La Vega, la profesora María Teresa Cabrera obtuvo una media de 28  votos por cada mesa, y la JCE aceptó que ella conquistó votos suficientes para una diputación, y aunque no la certificó como diputada electa, sí reconoció que obtuvo los votos necesarios para ganarla.

Así, salvamos  el registro  las tres boletas de izquierda participantes en unidad, que valgo otra vez decirlo, llevamos como candidatos y candidatas al liderazgo principal, nacional y local de la izquierda.

Más luchador popular y conocido,  que el siempre querido y respetado Ramón Almánzar,  no hemos tenido de candidato presidencial desde el año 2000 hasta acá;  y su candidatura en dos ocasiones, no logró ganar votos que pudiera considerarse  que tuvo una participación mínimamente exitosa.

De tal manera, hay que  poner en relieve una experiencia: en la cuestión electoral la unidad de siglas,  candidaturas de conocidos y vinculados a la lucha popular y revolucionaria,  resultan buenas y necesarias; pero insuficientes para trascender con una votación importante.

Hay un pensamiento presente en el movimiento,  que de la victoria obtenida, o del protagonismo,  en gremios y organizaciones populares, deriva posibilidades de triunfo en el espacio de la república; aún y cuando esas victorias y protagonismos en la instancia social, resultaron  de apoyos de  las militancias de los partidos del sistema, mismos que nos proponemos destronar del poder político.

La electoral, es una forma de la lucha política;  se produce en la esfera del Estado.   Y como tal, tiene una lógica, y una psicología, que deben ser conocidas.  Si hemos escogido la participación electoral como una vía para avanzar a la conquista del poder político, entonces debemos conocer y asumir los rigores de esta forma de la lucha política.

Es importante hacer estas reflexiones. Porque hay perspectivas halagadoras para la unidad electoral progresista y de izquierda, la que debemos trabajar por encima de diferencias y consecuencias.

Pero ya se siente el reduccionismo de esta cuestión,  a  la  sobre actuación de algunos actores y actoras;  y a la sublimidad de la voluntad corporativa y el currículo histórico o de lucha de las militancias organizadas.

En nuestra opinión, la unidad debe incluir a revolucionarios,  pero también a demócratas, patriotas, progresistas, organizados o no en partidos y movimientos.

Lo importante es el programa que se asume, y los perfiles para quienes pueden ser parte y candidatos de la unidad.

Perfiles importantes serían los de ningún vínculo con el narcotráfico; ni con el crimen político; el robo de bienes públicos ni privados, ni con feminicidios, racismo ni xenofobia.

Pueden ser parte de esa unidad, quienes estén en disposición de asumir con consecuencia práctica un programa político alternativo al régimen político y económico actual, que niegue el modelo neoliberal,  y tengan los perfiles señalados.

Hay cientos de miles de dominicanos y dominicanos con esas condiciones.