La teoría es un marco general y se la debe distinguir de la política.
La teoría es una guía que marca los objetivos generales de principios. Sin teoría no hay interpretación ni orientación. No hay movimiento revolucionario. Se le debe distinguir de la cuestión política, de la práctica, que siempre estará regida por las circunstancias imperantes. De cómo relacionan los comunistas, los revolucionarios, la estrategia e incluso el programa general, con los apremios políticos del momento histórico, o sea, con la táctica.
Carlos Marx, Federico Engels Engels, y V.I. Lenin también, que, como cuestión general, teórica, afirmaron siempre que la democracia era imposible sin destruir las bases materiales, y el poder político correspondiente, del capitalismo; tomaron en cuenta siempre las circunstancias políticas y sociales preponderantes en un momento histórico para definir políticas tácticas que, sin perder nunca el objetivo estratégico, contribuyeran al avance de la lucha de la clase obrera. En el interés de ganar las masas trabajadoras, hicieron propaganda de los objetivos supremos, pero también hicieron agitación con las consignas más democráticas de cada ocasión.
En ocasiones hablaron de los países “más democráticos”, refiriendo a aquellos que, sin haber sido escenario de una revolución socialista, habían avanzado en “el sentido del progreso” superando formas absolutistas de dominación, e instaurando repúblicas liberales que, en relación a formas de dominación política anteriores, las consideraban “democráticas”. En una carta escrita el 29 de noviembre de 1864, Carlos Marx felicita Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, por su reelección con “un masivo apoyo popular”, en las elecciones de esos días en ese país, le dice.
Carlos Marx, fue el principal fundador de los principios de la revolución socialista, y si se toma de manera mecánica su pensamiento teórico general de que “no puede haber democracia”, mientras subsistan el modo de producción capitalista y su correspondiente expresión de dominación política, entonces no puede entenderse esa carta de felicitación a Abraham Lincoln por el triunfo electoral obtenido por este en las elecciones de la entonces República de los Estados Unidos de Norteamérica, que no era ni por asomo una república socialista.
Carlos Marx era materialista dialéctico. Estaría demás decirlo, si fue el fundador de esta filosofía. Pero vale la pena subrayarlo. Porque la realidad en cada circunstancia es lo determinante para la política. El capítulo IV del mismo Manifiesto Comunista en que se postulan los principios teóricos generales del socialismo científico, revolucionario; se pone de manifiesto que la realidad política siempre ha de ser tomada en cuenta para la acción revolucionaria que se proponga concretar los principios generales con sujeción a lo que aconseja esa misma realidad.
En este capítulo IV, Carlos Marx y Federico Engels dicen que los comunistas “Combaten por los intereses y los fines inmediatos de la clase obrera; pero en el movimiento presente defienden y representan al propio tiempo el porvenir del movimiento”.
Así, dicen, “En Francia los comunistas se suman (debería decir, se alían. MS) al partido demócrata- socialista contra la burguesía conservadora y radical, reservándose, sin embargo, “el derecho de criticar” las posibles inconsecuencias del aliado.
Partiendo de la situación concreta, Aconsejan que “en Alemania, el Partido lucha de acuerdo con la burguesía tanto como la burguesía actúa revolucionariamente contra la monarquía”. Y lucha junto a la burguesía contra la monarquía al tiempo que le dice a la clase obrera que las diferencias de clase con aquella son irreconciliables; a fin de que, “cuando llegue la hora de los obreros alemanes sepan convertir las condiciones sociales y políticas creadas por el régimen burgués en otras tantas armas contra la burguesía…”
Ya en el mismo Manifiesto, los fundadores del socialismo científico plantaban la relación dialéctica reforma – revolución. En Alemania, y otros países, aconsejaban la alianza con la burguesía para echar al suelo la monarquía, y aprovechar los cambios políticos y sociales así logrados, para lanzar la lucha hacia el derrocamiento de esa misma burguesía que antes había sido aliada.
Las experiencias de muchas revoluciones triunfantes están llenas de esta enseñanza de la política.
Nunca renunciaron al criterio de que la democracia relacionada con la lucha de clases tendría un carácter de clase y sería el resultado del triunfo revolucionario de la clase obrera y los trabajadores sobre la burguesía. Pero en la búsqueda de ese fin consideraron la posibilidad de conquistar avances dentro del régimen burgués. Estos avances serían reformas, conquistas parciales hacia la revolución socialista.