En el país hubo un momento de inflexión política en 1978.

 

Se produjo la salida del gobierno de los doce años con el triunfo electoral del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, de entonces. Se abrió un espacio de tolerancia política que perdura hasta hoy. Se derogaron las leyes anticomunistas, se liberaron los presos y se permitió el regreso de los exiliados políticos. Se concretó la conquista de ciertas libertades públicas y derechos democráticos.

 

Las circunstancias políticas conquistadas con años de lucha popular, la hacían propicia para reclamar reformas políticas avanzadas.  No era un momento de ruptura, de salto revolucionario, sino de acumulación de fuerzas.

 

Se esperaba del PRD un programa de reformas políticas y de integración al gobierno de los sectores populares, dada su condición de partido que se reivindicaba socialdemócrata. En el liderazgo y los mandos medios de ese partido,  había mucha gente partidaria de cambios políticos institucionales. La modernización económica y política en el marco de un régimen burgués liberal era la expectativa central del país político a partir de la salida del gobierno conservador de Balaguer.

 

Pero no asumió un programa de reformas políticas.

 

La izquierda y los sectores populares en general aprovecharon la apertura política para reclamar demandas inmediatas, aumento de salarios y otras reivindicaciones de los barrios populares; pero nunca reclamó una reforma política que en algo abriera grietas al Estado por donde se filtraran propósitos políticos.

 

Bajo gobiernos posteriores, el Estado, si bien se ha mantenido el espacio de tolerancia política abierto en 1978, ha seguido siendo en esencia centralizado, determinado por el presidencialismo al servicio de una propiedad económica concentrada en unas cuantas familias, cual es una de sus cualidades principales desde los tiempos de la dictadura de Trujillo.

 

La crisis electoral de 1994, generada por un fraude del balaguerismo   contra la candidatura presidencial del Dr. Peña Gómez, condujo a unas reformas importantes, las del Pacto por la Democracia, a iniciativa de este último, que separaron en el tiempo las elecciones presidenciales de las municipales; prohibieron la reelección consecutiva de un presidente, y contribuyeron a mejorar el sistema electoral.  Importantes. Pero no cuestionaron la esencia centralizada del régimen.

 

Como tampoco lo hicieron las reformas que condujeron a la constitución actual, la aprobada en el 2010.

 

Entre el 2004 y el reciente 2020, bajo los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, PLD; tendría lugar un manejo del Estado, casi lilisiano.   Como Ulises Hereaux, Lilís con el Partido Azul y Gregorio Luperón, tanto Leonel Fernández como Danilo Medina desconocieron los principios originales de su partido y líder fundador, el PLD y el profesor Juan Bosch; pervirtieron las instituciones para garantizar su continuismo en el poder; más que una república, gobernaron un régimen en el que desde la presidencia  se sobrepusieron, o sometieron a sus intereses los demás poderes del Estado, sin derogar la constitución;  impusieron el personalismo por encima de las instituciones; hicieron arreglos a los estamentos de la justicia para protegerse así mismos y a sus allegados, y  alentaron la corrupción y la impunidad respecto a los recursos públicos; hicieron una fusión entre el partido, el Estado y muchas organizaciones sociales.  Como en Lilís, el  autoritarismo y  el abuso de poder fue un sesgo singular,  particularmente de  Danilo Medina y sus seguidores.

 

En base al uso y abuso del poder del Estado, crearon nuevos ricos, su propio grupo económico; entrando en competencia a ¿Quién tiene más riqueza?  con los grupos económicos tradicionales, contribuyendo con esto a instalar un matiz preocupante en la gestión del Estado a partir de la llegada del PRM al gobierno (2020- 2024).

 

Sobre esto último, es de destacar que grupos burgueses, que antes se limitaron a financiar las campañas electorales de los partidos, y a sentirse representados por los mismos al frente del Estado, ahora reclaman representarse así mismos, ocupando cargos importantes en el gabinete, y alentando a los suyos para que en algún momento hagan de candidatos a la presidencia de la república.

 

Si tras la ruptura de la hegemonía con la caída de Trujillo y la posterior guerra de abril de 1965, Balaguer impuso un régimen bonapartista, gobernando para los intereses de la burguesía, pero sin integrarla al gobierno; ahora después de los resultados desastrosos para la institucionalidad del país de los   dieciseis años de gobierno del PLD, el presidente Luis Abinader la integra a ocupar cargos importantes en distintos niveles.

 

Este hecho, y la política de alianza público- privada, que es una espina dorsal de la política económica del gobierno, y procura darle una mayor dimensión a la acumulación de capital del sector privado, sobre la base de la plataforma y recursos públicos, determinan el rumbo esencial del gobierno, ante el cual corresponden las definiciones alternativas.  Porque es el formato de la continuidad de un poder centralizado, que corresponde a una propiedad económica concentrada en pocas manos; cual es la cuestión fundamental en materia de lucha política. En esencia, lo que planteaba el programa de los gloriosos patriotas del 14- 20 de junio de 1959, que vinieron por Constanza, Maimón y Estero Hondo, a derrocar por vía de las armas la dictadura de Trujillo, y sustituirlo por un régimen democrático avanzado.