¿Gobierno de Coalición?

Tras el triunfo electoral el 5 de julio del 2020 del hoy presidente Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno, PRM, se generó en parte del país político la creencia de que habría un gobierno de coalición, y se generaron expectativas de hacer parte del mismo. De hecho, instalado el gobierno, algunos miembros de la Coalición Democrática y de los partidos aliados que ayudaron a ese triunfo, lograron ser nombrados en algunas posiciones de primera fila de la administración pública.

¿Se puede considerar que la integración a la administración pública, incluso a nivel ministerial, de representantes de partidos o sectores aliados, constituye una coalición de gobierno? Veamos.

En una democracia parlamentaria, como existe por ejemplo en España, Alemania, y otros países, en la que el congreso decide el gobierno; es posible un ejecutivo de coalición, en el que, así el programa como la composición de aquel, resultan de entendimientos entre distintas fuerzas; si es que una de estas no dispone de los votos necesarios para decidirlo por sí solo.

En las democracias parlamentarias burguesas se precisa de una mayoría calificada para que un partido pueda constituir el gobierno, escoger el presidente, o el primer ministro en algunos casos, y el cuerpo de ministros o secretarios, que en suma constituirían el poder ejecutivo, el área administrativa del Estado.   Si no dispone de esta mayoría, entonces debe procurar alianzas para sumar los votos que le permitan hacerlo.

Por lo general, un partido precisa contar con un mínimo de la mitad más uno de los congresistas, diputados por lo general, para ganar el derecho a formar el gobierno. Si no la consigue como resultado de las elecciones, entonces debe procurar una alianza con otros partidos que dispongan de la cantidad de congresistas que le permitan obtener esa mayoría calificada.

Este modelo de democracia burguesa, hace posible un gobierno de coalición, que incluye, primero que nada, el programa de políticas públicas, y la composición de gobierno. Los diversos partidos que entran en la alianza buscan puntos de coincidencias programáticas y una vez logradas, determinan los ministerios que corresponderán a cada uno, en función de la fuerza que aportan en el congreso.

En tal democracia, un solo voto de un diputado, puede a veces ser determinante, y de tal manera, su valor se multiplica por mucho.  En España, el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, es la fuerza que más diputados tiene en el congreso. Pero no lo suficientes para poder hacer solo el gobierno. Ha tenido que hacer concesiones programáticas, y de representación en el gobierno, a otros partidos con los que, puede que incluso, no se sienta ideológicamente a gusto; pero no tiene de otras, si quiere asumir la jefatura del gobierno.

La representación de la minoría gana en estas circunstancias mucha importancia.

Pero en un régimen presidencialista, como es el dominicano, en que el partido y candidato que ganan las elecciones lo determinan todo, el gobierno de coalición es cosa harto difícil, casi imposible. A lo mejor una amplia bancada de diputados y senadores opositores, con un proyecto de sociedad y de gestión pública, diferente a la del incumbente del poder ejecutivo, podría presionar para la definición de políticas públicas, cuando se discuta la ley de ingresos y gastos públicos; o el palacio nacional requiera de leyes trascendentales para la obra de gobierno que se propone.

Podría ser que igual, una bancada considerable de congresistas, en vínculos de lucha con las masas populares, puedan determinar en ocasiones un rumbo del gobierno.  Esta podría ser un objetivo circunstancia para la izquierda y el progresismo en un momento de su desarrollo como fuerza de poder.  Ganar un bloque parlamentario como parte de la lucha popular general.

En la democracia representativa, a la usanza dominicana, un gobierno de coalición dependería de cualidades circunstanciales del presidente de la república, y acaso de circunstancias políticas especiales en que este asuma el poder que lo obliguen a hacer entendimientos con otros sectores en materia de programa y composición de los ejecutivos del gobierno.

La democracia representativa, con un poder ejecutivo que lo determina casi todo, presidencialista, no comporta virtudes que favorezcan de manera natural los gobiernos de coalición.