Desde finales de 2022 medios de todo el mundo han publicado artículos sobre el regreso de la talla 0 al mundo de la moda. Es decir, otra vez se pone de moda la estética de la delgadez extrema de principios del siglo XXI.
Varias jóvenes creadoras de contenido con cierto alcance internacional, entre ellas algunas muy juiciosas, han hablado del tema. Destaco el trabajo de Carolina Benítez Mendoza, afrocolombiana que habla sobre feminismo y antirracismo. En un video publicado en su cuenta de Tiktok explica cómo en la década del 2000 la industria del entretenimiento nos condicionaba a percibir como gordas a mujeres delgadas y como obesas a chicas con una talla promedio.
Tener el cuerpo de moda no significa lo mismo en todas partes a pesar de la presión que ejercen industrias globales de entretenimiento. Si usted, como yo, es de la República Dominicana, sabe que en el país se prefieren mujeres curvilíneas, ni gordas ni flacas, y la extrema delgadez de los años 2000 era asunto de personas de las clases más altas o de grupos vinculados a la moda o al espectáculo.
Sin embargo, había una presión generalizada por ser delgadas y tener cierto tipo de cuerpo, pero con ciertos límites que a la mayoría nos salvaban de llegar a los extremos. Recuerdo que en los 2000 una compañera de trabajo, que en ese entonces tenía unos 40 años y un cuerpo espectacular, me dijo que quería rebajar porque “las nalgas” no estaban de moda. Asombrada le pregunté: “¿Cómo vas a rebajar las nalgas? Para nosotras siempre están de moda, porque así es nuestro cuerpo”.
Años después, por la influencia de cantantes de pop afroamericanas como Beyoncé y otras tendencias, nuestros cuerpos curvilíneos y hasta nuestras facciones, como los labios grandes “se pusieron de moda”. Llegó lo “curvy”. Mujeres de todas partes se implantaron nalgas, ¿quién lo hubiera pensado? Ahora vemos a chicas con caderas que claramente no se corresponden con su estructura ósea por “tener un cuerpo de moda”.
De esta cultura de la presión por tener el cuerpo ideal, que nadie sabe exactamente cuál es, y del “body shaming” o la tendencia a avergonzar a la gente por su cuerpo, nadie se salva.
¿Qué harán cuando las nalgas dejan de estar tan “a la moda”? ¿Cuál será la próxima moda? ¿Cómo afectará a las adolescentes y mujeres jóvenes?
En la década del 2000 muchas celebridades adoptaron dietas poco saludables para llegar a la extrema delgadez, y en internet circularon páginas que promovían hábitos dañinos y reforzaban comportamientos vinculados a la bulimia y a la anorexia, porque nunca nada era suficiente, no había delgadez perfecta. Profesionales de la salud mental alertaron del problema.
De su lado, la moda de las nalgas grandes ha llevado a mujeres sin recursos suficientes para pagar un cirujano plástico competente o sin información de calidad, a morir por procedimientos inapropiados, o por complicaciones durante la cirugía. También han muerto celebridades. Incluso con un buen cirujano, todo procedimiento implica un riesgo, como siempre explican los profesionales de la salud.
¿Las mujeres que deciden ser extremadamente delgadas, más allá de lo saludable, y quienes deciden aumentarse las nalgas actúan desde la libertad? ¿Hay libertad con tanta presión social sobre el cuerpo de las mujeres? ¿Hay libertad cuando, no importan sus cualidades humanas, sociales o profesionales, terminan siendo excesivamente juzgadas por su físico? Libertad es una palabra compleja en estos casos, sobre todo cuando el aspiracional varía según lo que marquen las celebridades y las modas que tienen influencia en las adolescentes. No se trata de juzgar casos individuales, cada cabeza es un mundo, dice el refrán, sino de observar estas tendencias, y evitar sumarnos a ellas sin reflexionar.
Pero no solo la industria del entretenimiento y la moda pueden influir negativamente en las adolescentes y mujeres jóvenes, también la familia. No importan cual sea el ideal, siempre hay presión sobre las mujeres y sus cuerpos. Escribo esta columna porque vi un video de una chica de unos veinte años que se quejaba de la cultura de hacer sentir mal o avergonzar constantemente a las personas por su cuerpo (“body shaming” ) en las familias dominicanas con las que interactuaba.
Ella hablaba de cómo el peso y la apariencia de todo mundo, pero especialmente de las mujeres, es parte de la conversación de forma constante. De modo que si cada semana hay un encuentro familiar, cada semana se comenta sobre la apariencia física de las mujeres: quiénes están muy gordas, muy flacas, quiénes deben “cuidarse” más.
La chica del video no era gorda ni delgada. Y parecía bastante harta del tema. Me pregunté, ¿por qué, entre tantos temas de conversación, hay que hablar de forma insistente sobre el peso y la apariencia? “Por salud” dirán algunos. No lo creo. Hay tantos otros temas que influyen en nuestra salud y no los tocamos con tanta insistencia, a veces ni informamos a los jóvenes sobre ellos. Así que la excusa de la salud queda invalidada.
El excesivo consumo de alcohol, la forma en la que se conduce en el país, el estrés que sufren los muchachos al estudiar y trabajar a la vez y cómo manejarlo, o los exámenes médicos anuales que a lo mejor deberíamos hacernos por nuestra edad, antecedentes familiares, etc. deberían preocuparnos tanto o más que unas libras de más o de menos. Pero no, insistimos e insistimos en el peso, y en la apariencia en sentido general, porque estamos entrenados para controlar el cuerpo de las mujeres, para que luzcan bellas y aceptables, ¿para quién?
Hace años la madre de una chica inteligente, independiente y creativa a la que la vida parecía sonreírle en muchos aspectos, me dijo que quería que su hija rebajara. Tenía algo de sobrepeso y un cuerpo que no se considera bello en nuestra cultura.
Le comenté que quizás era mejor recomendarle que fuera al médico para verificar cómo andaba su salud, comiera más sano e hiciera algún tipo de actividad física en vez de presionarla para que rebajara.
Entonces me explicó que no era solo por la salud, quería que rebajara para que le fuera mejor en el amor y se casara. La entendí y se me partió el corazón. Presionaba a su hija porque creía que un cuerpo más normativo era la llave de la felicidad esperada en una relación de pareja, o al menos de tener la oportunidad de intentar encontrarla.
¿Tan superficiales son todos los hombres? ¿Tantos sacrificios tenemos que hacer las mujeres? Como sea, ningún sacrificio es bastante ni garantiza “la felicidad”. Conocemos a mujeres bellísimas, de acuerdo con los estándares esperados, y con muchas otras muchas cualidades, que no son precisamente felices en sus relaciones de pareja ni tienen todo el reconocimiento que merecen en sus trabajos. A veces son hipersexualizadas y tachadas de superficiales por intentar responder al estándar. No hay como ganar.
De esta cultura de la presión por tener el cuerpo ideal, que nadie sabe exactamente cuál es, y del “body shaming” o la tendencia a avergonzar a la gente por su cuerpo, nadie se salva. A mí también me han presionado “por salud”, y debo admitirlo, también he presionado a otros y a otras. Lo lamento. Y no, no siempre lo hacemos “por salud”. Tenemos que admitir que hay gordofobia, hay presión para que las mujeres no sean muy delgadas porque “a los hombres tampoco les gustan así” y que culturalmente estamos entrenadas y entrenados para presionar a las chicas para “gustar”, pero sin que sean “muy coquetas”.
No hay cómo ganar. Así que vamos a ocuparnos de nuestra vida y nuestro bienestar y a conversar con nuestras jóvenes sin agobiarlas sobre su peso o su apariencia, que ya suficiente presión enfrentan en las redes sociales, en las calles y en toda la sociedad, entre la comida chatarra y la talla 0, donde no importa cuán buenas personas sean, qué tanto se destaquen en su profesión o qué tan bien vaya en su vida familiar y social, el foco estará en la “belleza” inalcanzable de sus cuerpos jóvenes.
Ya otro día hablaremos de la vejez y el estigma que supone para las mujeres, porque, insisto, no hay cómo ganar, así que dediquémonos a vivir.