El 19 de diciembre de 1843, el escritor británico Charles Dickens publicó su obra más famosa: “Cuento de Navidad”.  Se trata de una novela corta, escrita en seis semanas, que en solo cinco días vendió seis mil ejemplares y se ha seguido reeditando hasta el día de hoy, convirtiéndose en un clásico de la literatura universal. El libro cuenta la historia de un anciano avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge que detesta todo lo relacionado con la Navidad, pero sufre un proceso de conversión tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena: el de su antiguo socio Jacob Marley y los de las Navidades pasadas, presente y futuras. Esta novela ha sido llevada a la televisión y al teatro en innumerables ocasiones, y al cine en quince oportunidades desde 1901.

Charles Dickens

La novela de Dickens, así como sus distintas y variadas escenificaciones, muestra el verdadero sentido de la Navidad: la bondad, la caridad, la empatía y la solidaridad. Pero también denuncia una serie de hechos que caracterizaron una buena parte de la época victoriana como la pobreza, el trabajo infantil y las desigualdades sociales; convirtiéndose en un ataque directo a la teoría económica que sustentó las políticas públicas de la época.

La década de 1840, conocida en Gran Bretaña como “la década del hambre”, se caracterizó por una depresión económica que causó mucha miseria y marginación de la clase más pobre. La crisis económica inició en 1839, cuando se registró una importante caída de la producción agrícola y del comercio que provocó un pronunciado aumento del desempleo. La situación se agravó durante los dos años siguientes debido al uso de métodos inadecuados para los cultivos, el clima adverso, la desafortunada aparición de una plaga que destruía rápidamente las hortalizas y las leyes de cereales (aranceles a la importación para proteger la producción doméstica) que mantuvieron el precio del pan artificialmente alto. Adicionalmente, se produjo una caída de los precios de los productos manufacturados, escasez de materias primas e inestabilidad monetaria. El comercio exterior se redujo y las inversiones se paralizaron. Muchas fábricas, minas y granjas cerraron, dejando a miles de trabajadores sin ingresos. El trabajo infantil se extendió como una forma de sobrevivir, sometiendo a los niños a jornadas extenuantes y bajos salarios. El hambre, la pobreza y la desigualdad aumentaron en un país que registraba una población en rápido crecimiento. Lo anterior, dio paso a la reintroducción de la polémica “Ley de la población” propugnada por Thomas R. Malthus en 1798.

Thomas Malthus

Thomas R. Malthus (1766-1834) fue un reverendo y economista británico conocido por defender medidas de control de la demografía como propuesta económica. Su teoría, llamada “Ley de la población o Ley de Malthus”, sugiere que el crecimiento poblacional conduce inevitablemente a la disminución en el abastecimiento de alimentos y, por ende, a la pérdida de bienestar social. Su análisis partía de que una expansión de la población implicaba que habría más hogares compitiendo por los alimentos existentes, lo que impulsaría un alza de precios, y más trabajadores compitiendo por los empleos, lo que conllevaría a una reducción de los salarios. En consecuencia, el nivel de vida promedio descendería.

Malthus, además, fue muy crítico del sistema de asistencia social británico porque establecía pocos requisitos para acceder a las ayudas y, según él, recompensaba a los ociosos y no a los laboriosos. Su principal crítica fue que la ayuda era proporcional al tamaño de la familia, lo que de hecho incentivaba los matrimonios tempranos y el número excesivo de hijos. También se manifestó en contra de aumentar la poca ayuda que se daba a los indigentes y se opuso a la creación de obras públicas para dar trabajo a los desempleados porque esto mejoraría su situación de manera temporal, les permitiría casarse y tener hijos y con ello quedarían en peores condiciones una vez terminadas las obras en que trabajaban. Como medida de política propuso retrasar la edad del matrimonio para controlar la reproducción y la natalidad.

Malthus lanzó la primera versión de su “Ensayo sobre la población” en pleno auge de la Revolución Industrial. En el momento en que se publicó, y durante las casi cuatro décadas en que Malthus presentó versiones sucesivas, fue despiadada la represión contra los pobres en Inglaterra. En 1834 el Parlamento inglés encontró tan convincente el argumento de Malthus que aprobó, prácticamente sin oposición, una nueva Ley de Pobres que limitaba la asistencia pública a quienes aceptaran ingresar a un hospicio parroquial. Pero esos hospicios eran básicamente unas cárceles donde se encerraban a las familias pobres. Los hombres y mujeres vivían separados por sexos para evitar la procreación y se les obligaba a trabajar en condiciones deplorables, mientras se le sometía a una férrea disciplina (ejercicios religiosos, silencio en las comidas, obediencia absoluta y confinamiento total), todo para poder dormir bajo techo y recibir tres comidas (que eran monótonas y poco abundantes). El sistema operó como un mecanismo de chantaje contra los trabajadores, para que aceptaran emplearse en cualquier sitio, aunque fueran mal pagados y con condiciones deficientes, porque todo era preferible a ser arrojados en dichos lugares. Con la crisis económica de principios de la década de 1840, se construyeron varios centenares de estos hospicios y hubo un aumento dramático en el número de personas que ingresó. Adicionalmente, y bajo el argumento de que nadie tenía derecho a procrear hijos que no podría mantener, se multiplicaron los orfanatos para dar cabida no sólo a los niños huérfanos y abandonados, sino que también a los infantes de las familias pobres ingresadas en los hospicios, pero en condiciones de hacinamiento y con limitada ración de alimentos.

Dickens, que ya había criticado los orfanatos en su novela “Oliver Twist”, consideraba moralmente reprochable la Ley de Pobres, y la teoría económica en la que se basaba le parecía un remanente de un pasado bárbaro. Para el autor de “Cuento de Navidad” la implicancia más polémica de la Ley de Malthus era que la beneficencia podía incrementar el sufrimiento que supuestamente trataba de aliviar. En vez de escribir un ensayo para rebatirla, prefirió escribir una historia navideña emotiva porque consideró que era la forma más efectiva de hacer llegar sus preocupaciones sociales por la pobreza y las injusticias a un segmento más amplio de la población. Decidido a defender a los más necesitados, el novelista escribió una historia sobre el cambio de carácter de un rico avariento, pues estaba convencido de que no era posible mejorar la situación de los pobres sin cambiar la sociedad existente. Pero antes que eso, entendió necesario mostrar lo errado del análisis económico que sustentaba la política pública imperante.

Un año antes de escribir la novela, Dickens visitó Estados Unidos, percatándose de que en aquel país existían grandes cantidades de tierra virgen y donde la gente tenía la costumbre de comer carne tres veces al día. Desde ese momento le pareció absurdo creer que la abolición de los hospicios acabaría con la comida en el mundo. Concibió el personaje principal, Ebenezer Scrooge, como un acérrimo partidario de los hospicios y del trabajo duro de los pobres, que rechaza dar dinero a dos hombres que le solicitan un donativo para los indigentes, limitándose a preguntar: ¿No hay cárceles? ¿No hay hospicios? ¿Está vigente la Ley de Pobres? Cuando le responden que sí y que muchos pobres preferirían morir antes que acudir a esos lugares, Scrooge responde que sería mejor que muriesen, ya que así disminuiría el exceso de población. Esto último fue una clara alusión a la Ley de Malthus. Pero en lugar de una isla pedregosa, árida y superpoblada donde escasea la comida, la Inglaterra descrita por Dickens parecía todo lo contrario. El relato incluye abundantes alusiones a olores y sabores suculentos de alimentos.

En uno de los encuentros que tuvo Scrooge con los espectros pudo conocer la situación de pobreza en la que vive la familia de su empleado Bob Cratchit, cuyo hijo más pequeño, Tim, estaba gravemente enfermo. El anciano rechaza la posible muerte del niño y se arrepiente de su afirmación sobre la reducción de la población. Tratando de aliviar su condición de pobreza les envía un pavo para la cena, le sube el sueldo a Cratchit y le ofrece apoyo económico para el cuidado del pequeño Tim. La cena familiar de los Cratchit es la respuesta que Dickens da a Malthus. La bien surtida mesa es la antítesis del festín escaso y estrictamente racionado planteado por Malthus en su ensayo.

La obra influyó en la forma de celebrar la Navidad, tanto en el Reino Unido como en otros países, y contribuyó a revitalizar y a renovar muchas de las costumbres y los símbolos navideños, pero también a advertir de los terribles peligros que tenía para la sociedad la tolerancia hacia la ignorancia y las necesidades de los pobres. Una primera señal de cambio que se atribuye al relato fue el aumento de las donaciones caritativas registradas en Gran Bretaña a principios de 1844. Así como las protestas contra la Ley de Pobres, tanto de políticos liberales como conservadores, y de trabajadores industriales y rurales.

En los años siguientes las condiciones económicas de Gran Bretaña comenzaron a mejorar paulatinamente, registrándose una caída en la tasa de mortalidad debido a la mejora de las condiciones higiénicas, sanitarias y alimenticias que se plasmó en gran medida en la reducción de la mortandad infantil. Se introdujo mejoras en los cultivos y la alimentación dejó de estar sometida a las fluctuaciones de las cosechas por lo que la misma se transformó en más abundante y regular. Con ello, hubo nuevas críticas a la teoría de Malthus provenientes de periodistas, políticos y economistas, negando que el aumento de la población hubiera producido un incremento de la pobreza. La evolución de los indicadores económicos desmentía a Malthus, quien no percibió cabalmente los avances de la agricultura.

Dickens, considerado el hombre que cambió la Navidad, mostró que Scrooge no era tan duro como parecía, pero también mostró que las reservas de alimentos no eran tan agotables como lo planteaba la sombría premisa de Malthus.