La música urbana, con sus diferentes formas musicales, se vincula a numerosos representantes de los diferentes géneros (hip hop, rap, reggaeton, trap, dembow, etc) con asiento en las trincheras del asfalto y la ciudad; emergiendo ostensiblemente a partir de la era postindustrial.

Ha emigrado a otros espacios, desde la frontera de la marginalidad, la pobreza y la exclusión como subcultura de pueblos y ciudades, a partir de la movilidad social, la interetnicidad y la migración masiva de jóvenes hacia las principales urbes; sin importar la clase social. Por lo general, se expresa a través de un patrón de ritmo insistente y recurrente, proporcionando un trasfondo instrumental repetitivo y de contrapunto para una rima acelerada y coloquial, caracterizada por el uso de un lenguaje disruptivo; palabras cada vez más inventadas, provenientes del spanglish o por el uso de diferentes tipos de metáforas o de creación particular.

En este sentido, la memoria urbana se expresa a través de sus diferentes géneros musicales como consecuencia del conflicto social que representan la transformaciones que han afectado a las metrópolis y la cultura juvenil; la estigmatización, la subversión hacia la moral sexual tradicional, la ambigüedad de los discursos populistas, las políticas sociales y la integración económica dirigida a sectores desfavorecidos, incluyendo los procesos de gentrificación; llevando a los jóvenes de los sectores marginados a asumir una identidad reactiva frente a la sociedad.

En la música urbana, convive también una realidad psicosocial cuyos rasgos han cambiado la cultura global y el dominio del mercado musical; diálogos sonoros de letras y títulos de canciones ( escena textual), sonidos, melodías, ritmos ( escena sonora), imágenes audiovisuales y redes sociales (escena virtual), proyectan el sentir de las ciudades en lo referente a la violencia, la marginación, la afirmación, los estereotipos de la feminidad y la sexualidad, el sentido de pertenencia o la postergación del bienestar común.

Tal es el caso del tema Conciencia del cantante urbano Al2 El Aldeano, quien narra no solamente una objetividad experiencial sino que también describe el contexto distópico revolucionario y en particular las condiciones de vida en su país de nacimiento, Cuba:

/ yo soy de la calle…no queremos más dictadores falsos que nos fallen…el rico no hace cola pa’ poder comprar puré de tomate, si to’ estos comunistas viven como magnates…el hambre que tienen los críos, que hasta brujería en los ríos, pero cero desafío, no me fio, ni me sigo, sigo aquí atrincherado …mucha violencia y robo, mucho odio y represión,…tú viste cuanta gente mató el covi en esta vuelta…bueno, más o menos hizo lo mismo la pistola del Che… mi madre en la estación porque su hijo no se calla…explícame ese comunismo…, esas mansiones, esos carros, esos yates, esos aviones, los miedos a los agentes comiendo bien con cojones, política sucia engañando a las masas, mucha gente marchando en la plaza, el señor Díaz Canel se toma la presión en casa y los niños con sarna y hambre…a mi no se me olvida que mi abuela licenciada vendía cigarros sueltos…vive lo real no opines detrás de un cel, fuimos mucho tiempo sometidos a un abuso cruel, período especial, fusilamientos en Mariel, la revolución cubana es mentira igual que Fidel…para cortar hay tela, yo hacía las tareas con la luz de las velas, a dos mil pa’la azotea para imaginarse la novela, qué le debo yo a Raúl si a mi me crió mi abuela… con mínimos viviendo con el horario de Australia…todo esos artistas que el comunismo defienden en el fondo lo que tienen es tremendo frende, después de sesenta año como tú pretende que yo entienda lo que ni usted mismo entiende, pa’ que quiero una libreta de abastecimientos si a la bodega no llegan ni cuadrito e’ condimento, el niño va a la escuela con un poco de cocimiento, coño loco tu revolución si es tremendo cuento…/

Es, en este contraste de la protesta social urbana y la evidencia, donde las mediciones de la pobreza realizadas por el gobierno cubano adolecen de la calidad y objetividad en sus estudios metodológicos; siendo el único país de las Américas que no publica los índices de pobreza, tampoco publica el índice de desigualdad Gini o de Palma. De acuerdo al Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH): “más del 72 % de los cubanos vive por debajo del umbral de la pobreza y solo el 14 % espera que su situación personal mejore en un futuro próximo, según el informe sobre el estado de los derechos sociales en Cuba, presentado en Madrid del 2022 por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH)”.