Primera defensa.
Quiero defender la integridad y calidad humana de Lauristely Peña Solano. A ella me unen lazos de amistad, de lucha y de trabajo. La considero una de las personas más talentosas, íntegras y valiosas que he conocido.
Sus clases son inspiradoras y dinámicas, y lo son porque son como ella, genuinas. Ella es una verdadera amante de la literatura, no solo como lectora sino también como escritora, y en consecuencia logra transmitir convincentemente esa fascinación que pueden producir las letras. Sus proyectos en la escuela fueron admirables por su creatividad, sensibilidad y porque permitieron hacer brillar el talento de sus estudiantes y, por añadidura, de ella como maestra. Solo mencionaré el premiado proyecto “Biblioteca Tomada”, en el que una treintena de estudiantes y padres, en horario vespertino, ocuparon la biblioteca para hablar de sus lecturas. Y todos sabemos lo difícil que es motivar hoy en día a un adolescente a leer y más aún a que acuda por iniciativa propia a la biblioteca del colegio en horas de la tarde.
Es una maestra que hace verdaderamente evaluación formativa de sus estudiantes, y los que saben de pedagogía saben que este tipo de evaluación es compleja y requiere gran dedicación y preparación. No es fácil planificar clase y crear los instrumentos de calidad que verdaderamente puedan evaluar el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
Mi conocimiento de las capacidades de Lauristely va más allá de las aulas, por ser ella una defensora de derechos aguerrida y una gestora cultural de primera, con una capacidad organizativa y un liderazgo natural admirable. Me parece una injusticia monumental lo que se ha hecho con mi compañera y me apena tremendamente la impunidad que permiten las redes para calumniar y embarrar el trabajo y la dignidad de una maestra que cometió un error. Pero a estas alturas ya sabemos que los poemas no son la verdadera razón de todo este revuelo sino, el chivo expiatorio para una agenda conservadora y recalcitrante, cuyo único objetivo es destruir e intimidar.
Segunda defensa.
Hace 10 años que soy profesora en Secundaria Babeque y todo el que me conoce sabe que soy una enamorada del proyecto humano y pedagógico que se anida en esa escuela. Cuando empecé a dar clases ahí, entré a formar parte de una institución con un verdadero proyecto de educación en busca de una mejor sociedad, anclada en valores fundamentales como la justicia, la equidad, la tolerancia y el sentido crítico. Hay allí una comunidad de personas talentosas y con verdadera vocación magisterial. Descubrí una escuela abierta y plural, con maestros de los más diversos ámbitos y experiencias. Muchos de ellos son reconocidas figuras en el mundo profesional y con una activa vida cultural fuera de las aulas. Encontré un espacio retador que apostaba a la calidad y a potenciar las capacidades, no solo de sus estudiantes, sino también de sus docentes. Babeque ofrece las condiciones, los recursos y la libertad para explorar las formas más creativas de estimular el aprendizaje y la conciencia de nuestros estudiantes.
El tan deseado sentido crítico no puede prosperar en un ámbito restrictivo y con un pensamiento monolítico, en el que una única visión se impone. Babeque ofrece esa diversidad, que es la riqueza necesaria para que los jóvenes entren en contacto con enfoques diversos, incluso contradictorios, desarrollen capacidad de análisis y sean reflexivos. Una educación que ofrezca ideas empaquetadas, que se suministre sin espacios para el cuestionamiento, no puede producir sujetos conscientes y comprometidos con unas transformaciones sociales cimentadas en valores.
Secundaria Babeque es un modelo de gestión único, es una verdadera escuela de padres, no hay un dueño, y por ello hasta ahora ha sido una institución profundamente democrática en la que tres sectores tienen sus espacios de influencia y decisión: estudiantes, padres y maestros. Se fomenta la discusión y todos de una forma u otra nos sentimos escuchados. Se predica y practica una educación en valores para la vida en democracia. Y es justamente esta última cualidad la que ahora intenta ser cercenada.
Tercera defensa.
Mi defensa de Babeque como institución es una defensa de su directora Rosalina Perdomo de Dávalos que es, en gran medida, la responsable de haberle dado ese carácter tan especial al colegio que ha dirigido por más de 30 años. Celebro su apertura, sensibilidad y su capacidad como guía de un espacio rico y diverso, siempre conectado con los tiempos y las realidades. Su gran preocupación es que esta escuela sea un gestor no solo del conocimiento de los estudiantes sino también de una ciudadanía consciente y responsable. Que sus egresados asuman liderazgo positivo allí dónde la vida los lleve.
Esta campaña orquestada desde las sombras, porque sus iniciadores no dan la cara, también se dirige a ella. Intenta destruir su espíritu, que ha demostrado ser inquebrantable pero también destruir su legado. Y tratar de destruir su legado sería también manchar a los miles de jóvenes y adultos, padres y madres, así como maestros y maestras que han aportado a este maravilloso proyecto de formación de juventudes.
Cuarta defensa.
Finalmente, me defiendo yo, que por lo visto soy un daño colateral en este asalto. Defiendo mi derecho a expresar libremente mis posturas históricas y políticas, sin miedo a ser acosada y linchada mediáticamente. Defiendo mi derecho a expresar mis ideas, que no incitan al odio ni a la violencia, a diferencia de los que me atacan. Defiendo mi aspiración de vivir en una sociedad democrática y plural. Defiendo mi derecho a no odiar a los haitianos y a buscar formas sensatas de entendimiento con nuestros vecinos. Me declaro no antihaitiana y si eso significa ser considerada pro haitiana, pues que así sea. Defiendo mi derecho a no ser atacada o perseguida por ello.
No es la primera vez que soy víctima de campañas mediáticas y linchamientos morales. En el mejor estilo trujillista, este foro público mediático, de sectores que apuestan a destruir prestigios bien ganados y eliminar los espacios creativos y de disidencia corre el riesgo de instaurarse como la norma. En una sociedad como esta, que se pretende democrática, la libertad de expresar ideas divergentes debería ser sagrada. Eso es lo que defiendo.