El título que encabeza este artículo pretende hacer caer en la cuenta sobre la actitud que adoptan muchas personas que están motivadas. Muchos estudiosos de la conducta humana coinciden en que la percepción es parte fundamental de esta actitud, ya que la percepción depende mucho de nuestros estados emocionales y buen ánimo.
Para algunos el significado de que las cosas marchen bien es tener la seguridad de que la marcha por la vida y los pasos por la misma están asegurados, o sea una vida sin contratiempos, ni obstáculos, una especie de ¨cuento de hadas¨ en donde no aparecen ni el riesgo ni la incertidumbre.
Nada más lejos de la realidad, ya que es muy probable que la mayoría de las veces que nos toque hacer esta afirmación será desde una realidad adversa, en donde no podamos predecir ni afirmar un resultado halagüeño.
Es aquí en donde se pondrá de manifiesto la motivación humana. Que las cosas marchen bien es una actitud, un reflejo de la decisión humana, esa decisión que pasa por la voluntad, aún no sintamos el estímulo de dar el primer paso, ya que hay pasos que se dan por inercia y por hábitos bien arraigados y posturas disciplinadas ante la vida.
Podemos ver personas, como las personas del campo, que se levantan desde temprano a trabajar en la tierra, esa imagen del campesino inclinado bajo el sol, soportando el calor, labrando la tierra, sin garantía de un resultado seguro, debido a las inclemencias del medio ambiente, entre otos factores, sembrando muchas veces en el dolor, en la incertidumbre de la fertilidad del terreno.
Estas personas no conocen el concepto ni las teorías de la motivación humana; sin embargo, son el vivo ejemplo de la templanza y una actitud motivadora, una verdadera lección para el hombre que vive en la modernidad rodeado de confort y sobrecargado de exigencias y necesidades que él mismo se ha impuesto y que por más que le satisfacen no llenan un vacío en sí mismo.
Cuando hablamos de motivación es necesario recordar que las metas son la materia prima con que se construye, y que hay metas de corto, mediano y largo plazos. Lo más saludable es poder plantearnos un equilibrio entre las mismas.
El logro o no de las metas a corto plazo incide directamente en nuestro estado emocional, el grado de tensión que generan las metas son parte de la naturaleza de las mismas y estas empiezan a ser desagradables cuando nos afectan fisiológicamente. Por eso es que la motivación de tipo laboral no debe ser únicamente extrínseca, pues se corre el riesgo de que genere un estrés no saludable e incluso con repercusiones psicosomáticas. En cambio, la motivación que unifica lo intrínseco y extrínseco tiende a contrarrestar los posibles efectos negativos de la tensión laboral. Sobre este tema continuaremos la próxima semana.