La respuesta parece ser muy sencilla, la meta sería lograr que lleguen más turistas al país y que mantengamos el ritmo de crecimiento que hasta la fecha hemos sostenido en los últimos tres años. Sin embargo, la tarea no es tan sencilla como parece.
En todo proyecto o negocio, es esencial la planificación estratégica. Prever lo que será la demanda del producto a futuro y planificar en consecuencia.
República Dominicana ha reflejado en los últimos años un crecimiento exitoso y sostenible de la cantidad de llegada de visitantes al país. Sin embargo, es menester preguntarse si la cantidad de habitaciones que se inauguran cada año va creciendo acorde al crecimiento de la demanda, y viceversa. Según declaraciones de los líderes del sector, serán necesarias más habitaciones para satisfacer la demanda “in crescendo” que estamos disfrutando. Esto es sinónimo de que seguimos necesitando más inversiones en el país para generar una mayor oferta y, por supuesto, esto implica múltiples beneficios, entre estos, mayor oportunidad de empleos.
Al finalizar el año 2024, contábamos con 87,322 habitaciones hoteleras disponibles según estimaciones de la Asociación Nacional de Hoteles y Turismo (ASONAHORES). De igual manera, recibimos 8,535,701 turistas (pasajeros que pernoctan más de 24 horas; es decir, esto no incluye cruceristas, ni visitantes en general), sí incluye 1,440,338 dominicanos no residentes, que aunque son considerados turistas, suelen alojarse en su mayoría en casa de familiares y amigos. De esta cantidad de turistas, un 21.9% se alojaron en habitaciones correspondiente a proyectos inmobiliarios, según estadísticas del Banco Central, muchas de las cuales fueron gestionadas a través de plataformas digitales, tales como Airbnb. Sería imprescindible, realizar un estudio detallado sobre el verdadero impacto en la ocupación hotelera que ha tenido el crecimiento de la llegada de visitantes en los últimos tres años.
Así como hemos celebrado el lanzamiento de nuevas marcas destinos en los mercados internacionales, tales como la Costa del Ámbar, Miches, Santiago y Samaná, las que se añaden a las ya existentes Punta cana, Romana, Puerto Plata, y Santo Domingo, también hemos disfrutado el anuncio de la llegada de nuevas marcas hoteleras al destino, ofreciendo miles de nuevas habitaciones hoteleras. Esto, por supuesto, implica no solamente la necesidad del aumento de la llegada de muchos nuevos turistas, sino que, además, asegura el progreso y crecimiento de muchas otras ofertas complementarias que se ofrecen de manera paralela en los principales destinos turísticos del país.
Pero tal y como siempre he dicho, atraer nuevos turistas al país no es una tarea fácil. Posicionar una marca puede durar más de 10 años en lograr captar de manera masiva un mercado. Hasta la fecha la marca República Dominicana como destino turístico está más que posicionada en la mente de los consumidores de mercados tan importantes, como son: el estadounidense (en el que tiene aún mucho espacio para crecer), el canadiense, muchos europeos y, en los últimos años, en el mercado sudamericano. Sin embargo, hemos visto con tristeza que los mercados europeos tradicionales (España, Alemania, Francia e Italia) han iniciado desde el año pasado una carrera precipitada al declive, producto de varios factores, tales como: la situación económica de algunos de esos mercados, los conflictos bélicos que acaecen en la zona, la falta de ciertas conexiones aéreas, la necesidad de una presencia más agresiva de la marca en los mercados, entre otros.
Hace una década atrás nuestro destino contaba con una mejor distribución porcentual de la participación de los principales mercados emisores de turistas. Sin embargo, en los últimos años hemos pasado a recibir en su mayoría turistas de los mercados norteamericanos, sobre todo del estadounidense y el canadiense, lo que nos coloca en una posición de desventaja a la hora de evitar la dependencia de estos.
El desenvolvimiento de los mercados emisores de turistas depende mucho de su estabilidad política y económica, y como hemos visto tanto en Estados Unidos como en Canadá se asoman tiempos de turbulencias y desconciertos. Lo ideal sería, en este momento, reconquistar nuestros tradicionales mercados europeos, perseguir nuevos mercados, y afianzar los existentes.
El lanzamiento de nuevas marcas destinos implica la redistribución de la demanda en mayor cantidad de destinos receptores, y el aumento lógicamente en la inversión en promoción turística (ahora tendría que distribuirse por destinos y mercados).
Es necesario que las nuevas inversiones hoteleras, así como los nuevos destinos ofrezcan una oferta muy diferenciada de la ya existente e idealmente superior, y que el gobierno planifique con certeza la aprobación de nuevos proyectos, tomando en cuenta la disponibilidad de la demanda, para que los mismos respondan a las necesidades reales de los posibles consumidores, evitando así la posibilidad de crear una sobreoferta que pudiese traer como resultado: agresivas competencias por precios, devaluación de las tarifas, baja del ingreso promedio por pasajero y otras consecuencias no deseables para el país.