En su afán por salvar el año escolar 2020-2021 en medio de la epidemia de COVID-19 que desde marzo afecta al país, el Gobierno no ha escatimado esfuerzos económicos y humanos. Y la radio y la televisión han sido su punta de lanza.

Válida la intención. Plausible. Pero muy alto el riesgo de fracaso. Y no es por dinero, porque mucho hay. El presupuesto de Educación para este año oscila en los 200 mil millones de pesos (4% del PIB). Miremos otras razones.

En República Dominicana no hay un sistema de radio y televisión público. Hay medios comerciales cuyo objetivo único es el lucro. Y un sistema gubernamental, cuya misión es la propaganda del Gobierno y de los políticos, sobre todo del presidente, que es presentado como un dios. Y ese es el primer gran freno.

Radio y televisión pública implica una participación de las comunidades en el sostenimiento económico de tales empresas y, por tanto, los contenidos de las parrillas se corresponden con sus necesidades. No admiten publicidad que incite a los vicios y anime la estupidez. Nada que contravenga la cultura y los intereses de los afiliados. En pocas palabras, las comunidades determinan la programación porque son dueñas.

El perceptor de los medios públicos escucha. Está atento a la difusión, siempre en primer plano. La siente suya. La defiende como fiera.

En la radio y en los medios audiovisuales comerciales es diferente. Las programaciones son estructuradas a la medida de la ignorancia de las audiencias. En general, promueven la estupidez y el consumismo, reprimen la cultura popular. No sienten compromiso con la construcción de ciudadanía, pese a que el Estado es propietario del espectro. El alegato más socorrido, falso de arriba abajo, es que “a la gente hay que darle lo que le gusta”. Y le preñan de morbo, pornografía y bulla. Amarillismo 24/7.

Esos medios comerciales son, sin embargo, los que predominan en RD. Pero los perceptores las oyen, las tienen en segundo plano, como accesorio, mientras realizan tareas primordiales. La fidelidad es débil.

Resulta vana, entonces, la pretensión de concretar una estructura con esas características. Y peor: referenciar los esfuerzos con la experiencia de la Asociación Latinoamericana de Escuelas Radiofónicas (ALER) y la Unión Dominicana de Emisoras Católicas (Udeca) de los años 60, 70 y 80.

Emisoras como Santa María, ABC, Marién, Enriquillo y Samba acumulan grandes méritos, pero tienen otro contexto. Se trata de elementos de un sistema estructurado para construir procesos educativos. No eran fortuitas las asociaciones de campesinos, amas de casa, clubes de oyentes y demás. Asociados, se asumían como protagonistas de los procesos de aprendizaje y de construcción de una sociedad equitativa. Compartían las experiencias y las escuchas. Eran fieles.

Las emisoras de hoy están a años luz de aquella experiencia. Y la juventud exhibe otras formas de escucha de radio: bajo demanda, en diferido, podcast. Igual con la televisión.

Lograr la atención de los estudiantes de hoy a las clases por radio y televisión, de cara al actual año escolar, tal vez no sea imposible, pero estaría cerca de ahí. Si los obligan, simularán para salir del paso. No más. Sus cerebros están formateados para otro tipo de propuestas, más cercanas a ellos.

La atención es un edificio por construir pacientemente a partir de un diagnóstico de la realidad actual. Y en eso hay que estar claro si el éxito lo quieren medir a partir del compartir de saberes eficaz, no por el gran gasto de dinero sin resultados.

Un optimista ministro de Educación, profesor Roberto Fulcar, ha informado que la iniciativa para empujar el año lectivo tendrá una inversión global de RD$50,000 MM. Del monto destinado a medios de información se sabrá más adelante, aunque, por la profusión de canales y emisoras mencionados, se desprende que la cantidad es impresionante. Incluye medios sin públicos. Están en el aire para cumplirle al Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel).

Seguro, no obstante, que algo muy bueno ya salió de todo este proceso tortuoso. El Gobierno, en tanto institución, ya sabe que la radio es un medio vigente y muy importante para promover la sociedad deseada. Ya eso es un avance, siempre que no continúe la vieja práctica de apadrinar con millones y millones a la basura radiofónica y a falsos ídolos de la política en desmedro de los intereses colectivos.    

Respaldemos lo bueno.