José Antonio Figuereo Bautista, mejor conocido como Kiko la Quema, era señalado por las autoridades como el cabecilla de una organización criminal que operaba en Cambita Garabitos, municipio de San Cristóbal. La estructura delictiva dirigida por este personaje estaba integrada por una larga lista de individuos quienes actuaban conforme a una cadena de mando, todos dirigidos por José A. Figuereo.  El micro tráfico, homicidios, sicariato, el lavado de activos, la invasión de terrenos y la extorsión eran algunos de los crímenes a los que se dedicaba la organización, que además contaba con la presunta colaboración de algunos miembros de la Policía Nacional.

Personalmente, Kiko la quema era un ser esencialmente criminal, cuyas acciones se llevaban a cabo a expensas de los límites legales, desde dirigir enteramente una sociedad delictiva hasta mantener de forma sostenida relaciones sexuales con jovencitas en su temprana edad. Ha salido a relucir que de acuerdo con algunos comunitarios Figuereo Bautista demandaba de los padres la entrega de sus hijas, en caso de estos negarse, iniciaba un proceso de asedio que consistía en el hostigamiento y el cerco. Como forma de llevarlo a cabo apelaba a las indirectas, las amenazas y a los actos de violencia; apersonándose a las residencias de sus objetivos y lanzando disparos al aire. Cuando los padres ya sea por temor o conveniencia entregaban a sus hijas, procedía con sus intenciones y luego mandaba una cantidad determinada de dinero a la familia.

Los crímenes que perpetraba la organización de Kiko se entremezclaban con una suerte de actos de asistencialismo social y filantropía. El narcotraficante se ocupaba de ser visto como un benefactor municipal, dedicado a suministrar los medicamentos, dinero e incluso seguridad a los munícipes de aquella localidad. Todo aquello, así descrito, provocó un fenómeno que es común cuando ocurre la muerte forzosa de ese tipo de delincuentes: El llanto y crujir de dientes por su deceso. Naturalmente, los lamentos por la muerte de aquel criminal no es un fenómeno nuevo ni mucho menos exclusivo de la República Dominicana, sino que ha ocurrido en otros contextos históricos e incluso en otros países cuando se le da de baja a aquellos personajes que se yerguen como una especie de líderes comunitarios.

El narcotraficante más famoso del siglo pasado, cuya conducta degeneró en terrorismo, líder máximo del Cartel de Medellín y dueño del 80% del trafico de toda la droga comercializada a nivel mundial, fue despedido con tristeza y con llantos por la población que se sintió beneficiada de sus dádivas. Con José A. Figuereo ocurrió exactamente lo mismo, ya que en este caso se reprodujeron factores idénticos.

Los dramáticos acontecimientos que se vivieron con una parte de la población de Cambita Garabitos momentos después de la muerte del narcotraficante, y durante el tiempo transcurrido hasta su sepelio, sirvieron para poner en evidencia algunas cosas igualmente lamentables. Una de ellas es la vulnerabilidad en la que se encuentra la población, la cual la hace actuar inspirada en falsos valores o con una perspectiva retorcida de la realidad. Esa vulnerabilidad, entendida como la sobre exposición a cualquier riesgo sin ni siquiera una mediocre intervención del Estado, hace que los miembros de la comunidad se desarrollen en un ambiente donde carecen de oportunidades y aún de la satisfacción de sus necesidades básicas. Al no existir un Estado que funcione adecuadamente, y frente a todo tipo de carencias, surgen personajes pintorescos como Kiko la quema. La falta de educación, de asistencia social y de liderazgo provoca que las personas vean en cualquier acto de generosidad a una obra social grande e irrepetible, convirtiendo al hacedor en un líder venerado. De ahí que hallamos escuchado a distintos munícipes declarar que el narcotraficante era un “hombre bueno, serio, y que cuidaba de todos”, también se escuchó decir “que ahora que Kiko no está, no habrá nadie que garantice la paz ni la seguridad en el sector”, exponiendo con ello la total falta de confianza que sienten los lugareños por las autoridades.

Así las cosas, podemos asegurar que la Policía Nacional hizo un buen trabajo al investigar y dar con el paradero del hombre más buscado de los últimos meses, sin embargo, sigue pendiente exterminar todas aquellas causales que producen a hombres como Kiko la quema, y eso solo lo puede hacer, sin lugar a dudas, un gobierno responsable y preocupado primero por la gente.