Acérquense y vean de primera mano de qué se trata el movimiento feminista. Acérquense y verán que el feminismo es para todo el mundo. Bell Hooks
Mi padre, Arsenio Hernández Fortuna, jura y perjura que soy feminista desde chiquitica porque a los 7 años le pregunté muy seria si Dios era hombre o mujer. Sin saberlo, mi madre, Yluminada Medina Herasme, se aseguró de que lo fuera porque me enfatizaba, igual que papi, la importancia de estudiar. Pero ella agregaba la coletilla de “para que seas independiente y no tengas que aguantarle nada a ningún hombre”. Así que esa idea de que la autonomía y el respeto deben ser parte de y no obstáculos para la felicidad que defendemos en el feminismo me viene desde temprano. Y celebrar el séptimo aniversario de la Tertulia Feminista Magaly Pineda (de la que soy co-fundadora) la semana pasada me ha hecho pensar mucho en mi trayectoria como feminista.
Cuando era niña y vivíamos en Hungría y lo que era entonces Checoslovaquia era fácil seguir los consejos de papi y mami porque, aunque mucha gente ahora no lo recuerda, los países socialistas de Europa del Este invertían mucho en la infancia y lo hacían desde una perspectiva que ahora llamaríamos de equidad de género. Por ejemplo, no había actividades para niños y otras para niñas sino que se fomentaba el desarrollo integral de unos y de otras. Las profesoras hacían el mismo caso a las hembras que a los varones cuando levantaban la mano y asumían que eran igual de buenas en matemáticas como los niños eran en literatura a diferencia de los estereotipos que muchas y muchos docentes todavía tienen en República Dominicana. (Estereotipos que no se corresponden con la realidad como ya han demostrado estudios como el realizado por el Centro de Investigación para la Acción Femenina, CIPAF).
En Praga, mi actividad favorita era cuando nos llevaban a una mini-ciudad con carros coloridos de juguete donde aprendíamos a manejar y a conocer la estructura urbana. Nos divertíamos “manejando” para ir al banco o la biblioteca y gozábamos un mundo aprendiendo a ser buenas y buenos ciudadanos cediendo el paso, deteniéndonos en el semáforo y yendo a los lugares donde iríamos al crecer para ser personas responsables de la comunidad. Y en esos juegos formativos tan cruciales, tampoco se asumía que las niñas no nos podíamos parquear bien o que a los niños no les tocaba ir a hacer la compra. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando la Esthercita de 7 años que llegó a Santo Domingo no lograba entender por qué la relajaban en el colegio por sus zapatos unisex que le encantaban. (Ahora que lo pienso, quizás de ahí vino la pregunta a mi papá. Acelerada hasta con las crisis existenciales, ufff).
Y no sería hasta que llegué como estudiante becada a INTEC que empezaría a acercarme al feminismo y a entender mi propia historia. Fue en una clase super popular (“Psicología de los Roles Sexuales”) en que pude comenzar a armar el rompecabezas. Nuestra profe, la inigualable Ginny Taulé, nos ayudó a ponernos las “gafas moradas”, como decimos muchas feministas, que por primera vez nos hacían entender lo que hasta ese momento no tenía sentido. Las gafas moradas nos permitían cuestionar el por qué hombres desconocidos y mucho mayores que nosotras nos decían obscenidades en la calle desde que teníamos 9, 10 ó 12 años, el por qué los libros de historia que leíamos casi no tenían mujeres o el por qué tantas de nuestras madres nos ponían a hacer oficios, pero no le exigían lo mismo a nuestros hermanos.
Ponerme las gafas moradas con Ginny me abrió la cabeza de una manera tal que me llevaría un año después a trabajar en CIPAF, la “escuelita” del feminismo dominicano. Ahí aprendería en tres años lo que mucha gente aprende en 10 o en 20 no por mí sino por los dínamos de energía y sapiencia que tenía a mi alrededor empezando por nuestra jefa, la siempre brillante e intensa Magaly Pineda. Después he trabajado en muchas otras cosas, pero, independientemente del sector en que esté (la academia, el Estado o la sociedad civil) me he mantenido dentro del movimiento. Y he intentado poner en práctica estos principios en mi vida personal y profesional con más o menos éxito.
Pero no sería hasta mayo del 2016 cuando empezaría el compromiso más importante que he tenido hasta ahora como feminista. Meses antes, Yildalina Tatem Brache, abogada y documentalista también feminista había presentado su maravilloso documental “Mujeres Extraordinarias, Volumen II” con cuatro de las defensoras de los derechos de las mujeres y otros grupos discriminados más importantes del país: Magaly Pineda, Lourdes Contreras, Susi Pola y Milagros Ortiz Bosch. Tres de ellas participaron en ese panel de presentación y debate sobre el documental en el Centro Cultural Banreservas y la conversa fue tan chula que varias de las presentes destacaron que necesitábamos más intercambios informales y abiertos como ése. Y mencionaron como ejemplos las tertulias en casas que hacían en los años ’70 y ’80.
Yildalina, con la proactividad que la caracteriza, propuso su casa para hacer el primero de esos encuentros y yo, feliz porque acababa de mudarme a mi nuevo apartamento, propuse la mía para el segundo. Esa tertulia inaugural la hicimos el 18 de mayo del 2016 con la académica Ginetta Candelario y fue una noche mágica. Ginetta nos contó sobre el proceso que llevó a los dos volúmenes del libro “100 Años de Feminismos Dominicanos” editado por ella, April Mayes y Beth Manley y publicado por el Archivo General de la Nación. Y entre todas disfrutamos aprender no sólo sobre nuestras antecesoras sino también hablando entre nosotras, mujeres jóvenes y veteranas, de diferentes razas y clases sociales, heterosexuales y lesbianas, extrovertidas y tímidas… Y entonces entendimos a lo que se referían las que nos habían propuesto la idea. Todas necesitábamos esos abrazos, esa complicidad, esa chulería colectiva.
Siete años y más de 80 tertulias mensuales después, esa combinación de aprendizaje y celebración es lo que más aprecian las integrantes de la Tertulia. Lo confirmamos cuando, después de la salida de Yildalina para dedicarse a otros proyectos, el nuevo equipo de coordinación hicimos una encuesta interna. Aunque también hemos hecho cursos y talleres gratis de todo tipo (sobre salud, el carnaval, defensa personal, economía y filosofía feminista), visitas a tertulias y organizaciones hermanas en Bonao, Salcedo, Los Mercedes, Santiago y Barahona y muchísimas cosas más, lo que más aprecian las compañeras es “poder contar con un espacio abierto y libre que sirva para la reflexión colectiva” y “la posibilidad de crear y crecer entre mujeres”. Y la reflexión no es solo entre nosotras. También tenemos tertulias abiertas al público como la de la semana pasada. De hecho, nuestro primer aniversario fue con tertuliantes varones hablando sobre sus experiencias tratando de construir modelos positivos de masculinidad.
La necesidad de cultivar la alegría como combustible para poder construir las sociedades justas que queremos fue desde el inicio una prioridad tanto para Yildalina como para mí. Y ahora que co-coordino la Tertulia junto con Rossy Matos y Angélica Rodríguez Bencosme, reconfirmamos que es prioridad en la tertulia aniversario espectacular que organizamos el pasado 31 de mayo junto con la Fundación Friedrich Ebert. La sabrosura de encontrarnos se sentía tanto en la interacción entre nuestras tertuliantes (las fantásticas Leiko Hidaka, Natalia Frías y Mirna Jiménez de la Rosa) como en el homenaje que le rendimos a nuestra querida Gianna Sangiovanni, integrante fundadora de la Tertulia, con las anécdotas divertidas que compartimos Miosotis Rivas, Zobeyda Apólito, Natalia y Mirna y una servidora.
Para mí la Tertulia ha sido, más que nada, el espacio para continuar debatiendo y aprendiendo como hacía en esas clases maravillosas con Ginny, con Carmen Luisa Figueiras y después en las conversas informales y mi trabajo en CIPAF. Pero no ha sido todo color de rosa. La Tertulia también ha sido un gran reto intelectual y emocional para mí y para muchas porque también refleja las tensiones que, como todos los movimientos sociales, viven los feminismos, especialmente en países tan conservadores como el nuestro. Ser co-fundadora y co-organizadora de la Tertulia me ha recordado que ser feminista es, por lo menos para mí, constantemente cuestionarme y cuestionar. No tengan miedo, acérquense y verán.