El libro encontrado en la escalera anunciaba que por allí había un economista listo y dispuesto a responder cualquier pregunta. Podríamos preguntarle sobre la política fiscal o monetaria del gobierno haitiano, dominicano o ruso. Era un libro, o un conjunto de libros, que delataban de cuerpo entero a su dueño. Una novela y dos libros de ensayos que ahora habían sido capturados por quien esto escribe. Estaba yo listo para desentrañar lo que decía esa novela y lo que decía, en un idioma no tan extraño, el libro de ensayo de un gran autor francés.
Por un lado, comencé por la novela porque estaba en español. Era de un reputado novelista latinoamericano y me pareció un gran libro. Con el uso de personajes felices, nos hablaba de su experiencia en Francia. A seguidas, pasé al libro de ensayos: se trata de un reconocido académico en lengua francesa, quizá profesor del personaje que había abandonado estos ejemplares en la escalera hace ya varios años.
De todo esto se colegía que el individuo que había dejado estos libros tirados allí para ser luego lanzados a la basura había estudiado en Francia, quizás en la Escuela Normal Superior de París, ENS-París, país hermoso sobre muchos, al que no he ido nunca, pero al que he imaginado bastante, que es como haber ido (según Lao Tsé).
Mi autor se trata de Jacques Sapir, quien seguía la historia económica a su manera, interesante propuesta para sus estudiantes rusos (él tiene una relación profunda con ese país). Mencionaba de paso a Friedman, a Stiglitz, a Schumpeter y daba una panorámica extensa sobre la visión de estos economistas en el contexto de los problemas económicos mundiales.
A este autor lo sigo bastante bien en idioma francés, pero está claro que uno quiere inquirir en el hecho de si está traducido, averiguación que será fácil hacer ahora con la red de redes. Los libros encontrados en esa escalera tienen que ver con el problema haitiano, algo que habrá descubierto quien los abandonó allí: se trata de un país con una economía como cualquier otro, como hubiera dicho otro libro encontrado, Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776), una joya de Gallimard de 1976 con edición y prefacio de Gerard Mairet.
Olvidé estos libros por un fragmento de tiempo considerable, varios meses, hasta que algo me hizo volver sobre ellos: la sensación de que el francés académico no es lo mismo que patuá que hablan los haitianos. No le he preguntado a algún profesor del Dominico Americano, donde dan clases de francés, si es lo mismo el francés de Francia y el patuá que tienen en su cabeza y lengua los haitianos de Puerto Príncipe.
Hace tres días, un comentario de una argentina sobre una cantante que canta en la lengua de sus mayores africanos, y que vive en Francia, me hizo entender de qué venía todo esto: la lengua es una “región interior” que se habita con toda el alma. Algunos investigadores dominicanos han hablado sobre la lengua de la población haitiana. El asunto político es lo que está en el interés de algunos sectores nacionales.
Algunas semanas atrás, a través del WhatsApp le pregunté a alguien si los haitianos de Leoganne entienden perfectamente lo que se habla en París. Entendí que Haití tiene dos lenguas oficiales: el francés, y el criollo (o creole). Se estima que solo el 35% de la población sabe usar el francés con total precisión, “aunque cerca del 40% está muy familiarizado con él..la lengua que se utiliza en el sistema educativo y que se estudia obligatoriamente es el haitiano criollo”.
Por ahora, la intención es descifrar lo que hacen algunos haitianos que veo en un edificio, los que con mucho ahínco y dedicación escuchan la radio haitiana. No les entiendo una sola palabra, aunque el libro de Sapir puedo leerlo con bastante agilidad con la ayuda de un diccionario. Aclaro que he sido abierto en el asunto ideológico con Sapir y mi interés, por ejemplo, de saber qué dice sobre Hayeck y la pertinencia de su título, Le trous noirs de la science économique, (2000).
Asimismo, los últimos hechos ocurridos en la vecina nación –el dominio de las bandas, el llamado a una intervención militar, la respuesta norteamericana y el manejo dominicano en los medios–, enfatizaron mi interés en saber si los haitianos tienen medios que los acompañen en sus desventuras. ¿Hay televisión en Haití? Lo que sí sabemos es que hay radio y que es muy escuchada por los que están de este lado de la isla trabajando. Se levantan bien temprano y encienden el radio para saber lo que se dice allá. Imagino sus reacciones a lo que dicen los locutores. A pesar de lo que pensamos, los haitianos saben lo que ocurre en su país.
Para responder a mis preguntas, alguien me dirá: eminencia, es lo mismo el francés y el creole, con algunas variantes, lo que nos demuestra que si ponemos a un haitiano de Petion Ville en París, the city of love según una francesa de Cabarete, se defenderá como un gato boca arriba. Por ahí vamos bien, al punto que sabemos entonces que si los haitianos saben hablar español, nosotros deberíamos aprender algo del idioma que usan para comunicarse (una herencia colonial). Aprenden rápido el español, podemos decir que por un asunto de supervivencia. Cuando fui a Dajabón, la multitud hablaba en patuás. No presté atención si había muchos militares en el lugar. Este comercio tiene que continuar para bien de la estabilidad de la región.
Por su lado, el libro de la escalera me dice que está repleto de tecnicismos económicos, o mejor dicho: de asuntos filosóficos que a fin de cuentas, por la diafanidad de la escritura, resultan más comprensibles que un libro para educación de infantes en un colegio de Montparnasse. Las páginas de este libro no están dedicadas al haitiano de la construcción.
Algunos años después del encuentro, me queda claro que la investigación sobre quién es el dueño de estos libros o era, los he heredado, no se ha hecho y no se hará por muchos años. No domino las razones por las que abandonó estos libros en este lugar.
Por otro lado, la renuncia de la que fuera primera ministra británica nos parece mucho a lo que ocurre en Haití donde la inestabilidad política es la ley que norma.
Conté el número de primeros ministros de una época a acá, y han sido numerosos. Sin embargo, sabemos que la dimisión inglesa no es sino la primera en muchos años.