La crítica más contundente la hace Olympe de Gouges (1766), quien forma parte de las llamadas “heroínas del feminismo revolucionario”, mujeres que tomaron conciencia de la opresión de la época y exigieron un papel más digno en la sociedad.

Durante la época del terror, se opuso a los jacobinos y denunció las masacres de septiembre. En 1791 publica su obra más emblemática: “La Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, donde reclama la igualdad de sexos y que ésta se extienda a los hombres de color.

Para Olympe, ellas ameritaban un papel político diferente. Sostenía que “si la mujer tiene el derecho de subir al patíbulo, debe tener el derecho de subir a la tribuna” (art. 10 de su Declaración).

Desde este punto de vista, se entiende que el Derecho, como producto de sociedades patriarcales, ha sido construido a partir de los valores e intereses masculinos. Incluso cuando protege los intereses de las mujeres, en su aplicación por instituciones moldeadas por la ideología patriarcal, ha desfavorecido.

El trabajo de Susan Estrich sobre la violación sexual, a modo de ejemplo, demostró que a pesar de que está penalizada y de que los niveles de impunidad son bajos, las ideas de los operadores judiciales llevan a la despenalización de facto de los abusos sexuales de conocidos (acquaintance rape-date rape).

Sin importar la perspectiva, el Derecho sigue siendo un instrumento por y para el privilegio, y pagamos muy caro.

Los esfuerzos de las feministas liberales clásicas se dirigieron principalmente contra las normas jurídicas que las excluían de ser destinatarias de ciertos derechos: voto, educación superior, derechos sucesorales, entre otros.

Más tarde, las feministas liberales sociales movieron el enfoque al ámbito socioeconómico: posibilidad de contar con los recursos necesarios para lograr una autonomía plena, lo que implica igualdad salarial y no discriminación en el empleo

Partiendo de que las mujeres juegan el papel central en la reproducción biológica y de que son quienes asumen los cuidados, también reclaman normas que garanticen la no discriminación en razón del embarazo y el reconocimiento del valor del trabajo doméstico.

Las críticas de las feministas radicales, por último, se ubican en el campo de los derechos sexuales y reproductivos. Sus acciones se han dirigido a mostrar cómo las prácticas y normas existentes les permiten a los hombres un libre acceso a la sexualidad femenina.

Sin importar la perspectiva, el Derecho sigue siendo un instrumento por y para el privilegio, y pagamos muy caro. Olympe fue guillotinada en 1793. Sus últimas palabras fueron: “Fatal deseo de la renombrada Olympe, ¿por qué yo quise ser alguna cosa?”.