Luego de los escritos teóricos de Roland Barthes, entre los años 60 y 70 del siglo XX, surgieron algunas preguntas a propósito de los territorios del arte en la década de los 70 y los 80, apropósito de la teorizaron sobre los diversos lenguajes artísticos y culturales propiciados por el postestructuralismo, en cuya base “hablaba” la estructura como función en la concepción del proyecto de arte o de la obra de arte como tal. A tal punto que del arte como estructura se empezó a asimilar un arte como historia, geografía y memoria, donde la artisticidad era imagen, mundo y narración. Es así como nace el postestructuralismo y con él la crítica postestructuralista. Esta vertiente o tendencia del arte de finales de siglo XX y comienzos de siglo XXI, se abre a importantes experimentos.
El movimiento intelectual asumió la inscripción más segura de un Sampling o uso de material audiovisual de tipo lúdico, estratégico o experimental, así como los efectos creados por el escartte-art o arte disperso, artes de los objetos cotidianos, residuos, materia reciclada y coincidía con el eco-arte, la Geo-instalación y la incertidumbre de los elementos que concurren como piezas con un cierto valor de uso que van cobrando valor en cuanto a popularizar formas y técnicas llamadas extra-artísticas.
Esa concepción que se va posicionando como otro modo de producir arte que sorprende grandemente a un tipo de público que ha pasado a ser un ideólogo de la transgresión estético-artística y suerte que todo lo que se hace desde la forma se hace también desde el contenido y el contexto elegido de comunicación. (Véase Hal Foster: El retorno de lo real. La vanguardia a finales del siglo, Ed. Akal, 2001).
De esta manera, para este tipo de productividad, se requiere un quiebre de los bordes o centros del objeto de arte, toda vez que la estética negativa se reconoce como una suma de niveles que conforma metalecturas y relatos con cierto grado de relación, a la vez que el texto se convierte en texto lúdico o seminal orientado desde una poética visual y una poética dialéctica de la que surge una visión de síntesis del arte contemporáneo.
En efecto, el concepto de arte de hoy, entendido como arte de nuestro días o arte post-experimental mueve a pensar cierta fenomenología de lo inmanente y sus actos de pensar en tiempo, espacio y de sustentación de cuerpo y memoria para la construcción de un acto que supone trayectoria y a la vez un cierto compromiso, a propósito de lo cual promete mundos, objetos materiales, técnicas y experimentación.
El Process Art en este sentido vuelve a la concentración de los elementos y procesos que sustentan la verdad de una obra motivada por un campo de posibilidades que se realizan en el marco de funciones y suspensiones producidas por diversos intercambios llevados a cabo entre el sujeto creador y el espectador comprometidos ambos con una cultura delos signos o semiosfera del mundo social y por lo mismo cultural.
En este sentido los recorridos de la crítica y la teoría como compromiso de fuerzas socioculturales tienen como cometido un cuerpo que atrae y motiva historias de diversos tipos que se agencian modos y textos diversos que resultan de un intercontacto o sistema de identificación y justificación de la creación artístico-visual y artístico-comunicativo. Esos ejemplos y actitudes lo podemos en creadores como: Laura Owens, Cindy Sherman; también el Neo Geo, Ugo Rondinoni, John Miller, Elizabeth Payton, Paul Marcathy, Félix González Torres, Glem Brown, Peter Doig, Jorge Pardo y otros que desde el postestructuralismo y el Working progress y el Process art, la cultura club, el Arte de apropiación, Arte Neo concreto, el Body art, el arte político, el foto-rodaje, el Global art, entre otros, favorecen una búsqueda que también disemina y re-propone diversas semiosferas estéticas y Postconceptuales, Postminimalistas y Post-human. Estos movimientos ligados a la realidad virtual, valen como un arte digital que muchas veces pospone el diálogo crítico.
Se produce con la crítica y su objeto, cuando una diversidad de miradas se acerca al fenómeno artístico y a un objeto productivo denominado pintura, escultura, fotografía, objetología, arte instalativo, performance y otros productos creacionales o artísticos.
De ahí que el intercontacto que se produce entre la obra y el sujeto espectador alcance valores significativos para el conocimiento práctico y teórico del arte. Una acotación necesaria en este sentido es resaltar la importancia del objeto, el espectador, la presencia de dos mundos que se reconocen en el fenómeno expositivo de las obras de arte y los artistas que la producen. Se destacan aspectos estéticos, políticos, culturales y comunicacionales visualizados en un orden creador determinado.
Existe por lo mismo una geografía del arte contemporáneo que surge a finales del siglo xx y entra al siglo XXI, abriendo puertas marcadas por la globalización, término este movilizador y tenso, recargado e incierto en cuanto a productos, artistas y productividades; en este caso, el llamado punto crítico de la crítica de arte comprende líneas inductivas que se reconocen en el fenómeno artístico, sobre todo en la práctica artística y dinámica misma. El artista piensa su obra y la proyecta en público para presentar un testimonio estético de su producto y productividad; lo que conduce necesariamente a un repertorio geográfico de lugares, artistas, objetos, influencias; el producto será una narración, un discurso, una realidad social, un servicio cultural que el artista crea para contribuir al desarrollo estético, geográfico, social, mercadológico o económico y profundamente ideológico.
Ciertamente, la realidad de la obra es también una realidad de la mirada, que a partir del neo-geo en la década de los 80 adoptó una forma extremadamente objetiva en la aplicación del color, el trazo, la línea, la forma y la composición. El Post-human también incidió en la tendencia denominada Process art. momento en que se produjo una asimilación del concepto mutabilidad basado en tecnologías virtuales y técnicas de pensamientos.
Técnica y pensamiento revelan desde la mirada artística, lecturas y fuerzas semánticas creadoras que justifican la obra, sus gestos y acciones de creación, esto así porque existe una relación dialéctica entre punto crítico, interacción comunicativa y significación expresa de la crítica como mediación entre la obra, la sociedad y el juicio del espectador.
Aspecto a tomar en cuenta de las tendencias del Arte iberoamericano, latinoamericano, una tradición de niveles altos y diversidad de paletas.
Un fenómeno latente y presente en un manifiesto que dará lugar no solo a una revisión del trabajo artístico en Latinoamérica, sino más bien, el artista y el crítico latinoamericano descubrirán varios senderos estéticos y performáticos tomando como ejemplo las subculturas y las metaculturas que se cultivan como objetos y fuerzas culturales en el ámbito de Latinoamérica y el Caribe.
El gesto de los artistas que confluyen en un determinado lenguaje, pero, además, en paisajes museográficos y creaciones que aspira al diálogo del sexto sentido, el orden mutante, el Native space. El hombre naturaleza y los surcos de una obra que trasciende su propio estado de origen y construcción de un trayecto que dará lugar a nuevos descubrimientos culturales, históricos y críticos; problema este que subyace en el contexto de una obra abierta a todos nuestros sentidos.