En los dos últimos años, la población dominicana ha tenido que enfrentar grandes crisis sociales. Además de los recientes escándalos de corrupción e impunidad en la administración pública, vivimos una crisis sanitaria global, de consecuencias económicas y existenciales incalculables. En la actualidad, estamos atravesando la crisis económica de los contenedores que ha venido a profundizar la inflación, el desempleo, la desigualdad social y la degradación de los salarios de los dominicanos. Pero como si todos estos fuera poco, nos amenaza también, las consecuencias del conflicto de Rusia y Ucrania.

Los datos de latinobarómetro y los resultados de la última encuesta de Crib Consulting, ponen en evidencia que cada día más se generaliza la insatisfacción y la falta de confianza de los ciudadanos en sus instituciones políticas tradicionales como son el congreso y los partidos políticos, deteriorando la legitimidad de la democracia neoliberal dominicana (https://drive.google.com/file/d/1nBoFARIv55WKU7HbCVk3mu2WuOJOkiVx/view).

En el marco del incremento de las incertidumbres por la amenaza del deterioro progresivo de la economía global y, la crisis de legitimidad de la democracia dominicana, se está produciendo una acentuación de los conflictos en el sistema político dominicano. Por un lado, se promueva la ruptura de la mesa del diálogo del consejo económico y social, se bloquean las iniciativas de cualquier intento de reforma a la constitución, a la transparencia en la administración pública y la ley electoral. Aparecen nuevas estrategias discursivas, narrativas que buscan descalificar el gobierno actual, construyendo un imaginario de las “bondades” de los gobiernos pasados. Se pretende construir un discurso político que, apoyado en las plataformas digitales, las redes sociales y los medios de comunicación, convierte el miedo y la sospecha en recursos de descalificación del otro y, de capitalización del descontento generalizado de la población.

En la práctica, se trata de instaurar el miedo y la sospecha a cualquier iniciativa de reforma del sistema político; romper con cualquier posibilidad de dialogar, desacreditar la lucha contra la corrupción y acabar con la posibilidad de una reforma del orden político, pues como dice el refrán; para que todo siga igual, hay que destruir la esperanza de que las reglas del juego del sistema político se puedan cambiar.

De manera que, en el marco de esta profundización de la crisis económica y política a nivel global y nacional, se hace necesario una mayor participación de los ciudadanos, el incremento de la capacidad de organización, comunicación y movilización de los nuevos actores de la sociedad civil, de las redes sociales, de los medios de comunicación alternativos, del movimiento popular y la ciudadanía en general, para enfrentar  y mitigar las consecuencias de estas peligrosas crisis sociales.

En estos tiempos nublados que nos ha tocado vivir, es necesario fortalecer los espacios y las instancias deliberativas de la democracia dominicana, pues para enfrentar o responder a los problemas que afectan a todos los dominicanos, hay que mantener abierto el diálogo y la comunicación con la diversidad de actores de la sociedad civil, el gobierno y la oposición, como también la participación y movilización de los ciudadanos. De lo contrario, corremos el riesgo de seguir profundizando la crisis de la democracia dominicana, con consecuencias sociopolíticas, todavía, impredecibles.