El pasado miércoles 24 de abril se llevó a cabo uno de los acontecimientos más importantes en la historia electoral de nuestro país: Un debate presidencial entre los aspirantes al cargo. De todo cuanto hemos visto en el actual proceso de campaña, el debate entre los candidatos a la presidencia es quizás el episodio más significativo, ya que con él se ha marcado un precedente que podría constituir el punto de partida hacia una sana cultura de confrontación de ideas y una presentación efectiva de propuestas. Con la celebración del debate parece que vamos dejando atrás, o al menos ha pasado a un segundo plano, la funesta practica electoral de basar las campañas en “bandereos”, el llenado de guaguas o la contaminación propagandística, sino que hemos dado el primer paso hacia una comunidad política más civilizada, capaz de dotar de contenido sus propuestas electorales.

Sin embargo, y como contraparte de este importante acontecimiento, existen otros fenómenos que han aflorado como elemento característico en el presente certamen electoral. Uno de ellos es el transfuguismo, el cual reaparece poniendo en evidencia la falta de convicción del liderazgo nacional y la ausencia casi total de compromiso hacia un determinado credo político. Es imposible identificar razones de tipo moral o ético en las decenas de renuncias que se han reportado en los medios de comunicación, en su mayoría desertores de los partidos de oposición, y algunas rayan incluso en lo absurdo, como la del dirigente del PLD que colocara un simple “Me fui” a su carta de renuncia. Y es que partiendo del comportamiento de los desertores no se requiere de mayor explicación, es obvio que los motivos subyacentes son movidos por el interés o el oportunismo.

Decenas de dirigentes políticos que han renunciado del PLD y de la Fuerza del Pueblo son activos partidarios que se beneficiaron ampliamente de los gobiernos peledeístas, pero que ahora renuncian seducidos por los favores con que tienta el poder, demostrando en el acto que son individuos sin sentido moral ni valor ético, o al menos sin identidad con respecto a una causa ideológica. Las dimisiones son también un reflejo de la profunda crisis en la que se encuentran los partidos políticos a pensar que se mantienen siendo las instituciones que sostienen el sistema democrático electoral de la República Dominicana. Cada renuncia responde a la convicción de que la política no sirve sino para garantizar prebendas personales o favores de tipo profesional o económico, revelándose así que el principal síntoma de aquella crisis ya sistémica consiste en la pérdida total de identidad ideológica entre de los partidos políticos.

Naturalmente, la llamada crisis del sistema de partidos no solo se evidencia por aquella carencia de valores entre las instituciones que tercian en el proceso, o por el transfuguismo como consecuencia directa de lo ya mencionado, sino también en la abstención de votantes que equivale a decir la pérdida de empatía con respecto a los dirigentes políticos. Un ejemplo de ello fue la poca participación de votantes en la pasada contienda electoral para elegir a los alcaldes. Aunque se quiso justificar la abstención con argumentos algo baladíes y desafortunados, como el decir que el margen de abstención se mantuvo en la media histórica o que es normal la poca participación de votantes en procesos municipales, lo cierto es que la concurrencia de electores fue deprimente, y que la poca participación de ciudadanos aunado a los informes de irregularidades en las que incurrieron los partidos políticos, pudo haber dado lugar la anulación del proceso y la celebración de uno nuevo.

Todo lo que está ocurriendo de cara a las próximas elecciones presidenciales, o sea, aquellas cuestiones que hemos señalado como elementos que nos revelan una profunda crisis en el sistema partidario, debería ser un asunto de alta prioridad para nuestra clase política, puesto que, de seguir así, sin buscar desde ya paliativos a la crisis, corremos el riesgo de dar al traste con los pilares que tenemos para sostener nuestro sistema de democracia electoral: Los Partidos Políticos.