En el artículo anterior, desde la sociología, tratamos de interpretar la coyuntura electoral actual, haciendo referencia a la función del campo político y, las diversas estrategias organizativas y discursivas de los actores políticos: partidos y candidatos, en la construcción de las preferencias electorales de los dominicanos.
Partimos del supuesto que, en el campo político, el medio o capital que hace posible las luchas política-electorales de los actores es la conquista del poder político. Por tanto, las diversas formas de estrategias de alianzas, discursivas, de construcción de relatos sobre los líderes políticos, de las batallas de las encuestas y el uso de los medios de comunicación, tienen como meta producir y reproducir el poder político de los partidos y candidatos y, posicionarse en las preferencias electorales de los dominicanos (https://acento.com.do/opinion/coyuntura-electoral-campo-politico-y-las-preferencias-de-los-dominicanos).
Sin embargo, en esta ocasión, nos interesa destacar la función e importancia de la participación de la sociedad civil: los medios de comunicación, los movimientos sociales y organizaciones ciudadanas, en la construcción de un programa mínimo que fortalezca la democracia dominicana en la actual coyuntura electoral.
Hay que reconocer que los actores políticos no están solo en el campo político y, que las posibilidades de mejorar las instituciones de la democracia, no sólo depende de la clase política, los partidos y candidatos, sino también de la capacidad de organización, comunicación y movilización de la sociedad civil.
De manera que, lo primero a considerar es que, desde el punto de vista de la sociología contemporánea, la sociedad civil no es algo homogéneo, sino que está formada por una heterogeneidad de organizaciones sin fines de lucros, ongs, sindicatos de profesionales, intelectuales, universidades, medios de comunicación, movimientos sociales y los ciudadanos organizados en general. Aquí, como en todas las esferas sociales: económica, política, cultural, social e interpersonal, se expresan relaciones de solidaridad y de conflicto.
Está claro, como han destacados varios sociólogos dominicanos como Wilfredo Lozano, Rosario Espinal, César Pérez y otros que, desde hace varias décadas estamos transitando por un profundo malestar de la democracia dominicana.
Desde los años sesenta hasta mediado de los noventa, vivimos un período caracterizado por el auge del proceso de democratización, de las grandes luchas políticas: por la ampliación de los derechos civiles, la libertad individual y, la igualdad social.
Sin embargo, a partir de mediado de la década de los noventa, se ha producido un cambio: por un lado, se mejoró el sistema de partido y electoral, se produjo el fortalecimiento de la sociedad civil, los medios de comunicación y los movimientos sociales. Pero también, durante este período, se ha producido un “desencantamiento” de la democracia, producto de la desigualdad económica, del deterioro de las políticas públicas del Estado, de la corrupción y el clientelismo de los partidos y, de incremento del autoritarismo en la cultura política dominicana.
En la actualidad, vivimos un período de mayores desigualdades e incertidumbres sociales, pues las mayorías de los dominicanos, no cuenta con el apoyo de un trabajo seguro, que garantice estabilidad laboral, seguridad social y buenos salarios. Tampoco cuentan con las garantías de que los gobiernos vayan a mejorar su calidad de vida: Resolver las ancestrales deficiencias de las políticas públicas: del sistema eléctrico, del sistema de salud, educación, transporte, agua potable, las calles sin asfaltar y, la falta de seguridad ciudadana.
En el marco del proceso de democratización, se ha impuesto la lógica económica del ganar, ganar, dando lugar a una mercantilización y privatización de la política, caracterizado por el corporativismo, la corrupción, la búsqueda del lucro y el interés privado en el sistema político.
En términos culturales, se ha producido una fuerte oposición a la igualdad de las mujeres, al reconocimiento de los derechos de las minorías de origen haitiano y, la diversidad sexual, estructurando una polarización entre liberales, progresistas y conservadores y, nacionalistas en la democracia dominicana.
Por tanto, para poder avanzar en el fortalecimiento de una democracia con mayor nivel de igualdad social y diversidad cultural, la sociedad civil (progresista), en la actual coyuntura electoral, tiene que desarrollar su propio programa o agenda que, entre otras cosas, contemple: 1), las reivindicaciones económicas de los trabajadores, sobre los bajos salarios, la informalidad laboral y, la falta de seguridad social. 2) Las necesidades de los pobres de los campos y los barrios populares, de mejorar la calidad del servicio eléctrico, el agua potable, la vivienda, la salud, la educación pública. 3) La integración de la sociedad civil en la solución de los problemas de la violencia y la delincuencia que afecta la seguridad ciudadana de los dominicanos. Y, 4), un programa mínimo que garantice el reconocimiento de los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, los derechos humanos de los inmigrantes y las minorías sexuales.
En la actual coyuntura electoral, la sociedad civil está llamada a jugar su función de contrapoder del poder político. Su gran reto es comprometer a la clase política, en una agenda mínima que procure mayor igualdad, seguridad y el reconocimiento de la diversidad de los dominicanos. De lo contrario, seguirá incrementándose la desigualdad económica, la exclusión social, la falta de seguridad ciudadana, el autoritarismo cultural y, el creciente deterioro de la democracia dominicana.